Raúl Rivero.
El Nuevo Herald, octubre 23,
2002.
El libro más codiciado y perseguido este verano en Cuba no lo
escribió ninguno de nuestros autores prohibidos, como sucede año
tras año. Ahora la gente busca las memorias de un maestro que odia las
tiranías.
Hablo de
Cómo
llegó la noche, el premio Comillas de la editorial Tusquets, escrito
por el comandante del ejército rebelde Húber Matos. Comenzó
a circular aquí hace unos meses mediante el entramado azaroso, pero
invencible, que permite a los cubanos bajarse del carrusel del Instituto del
Libro y comprobar que la lectura es, entre otras cosas, una invitación al
silencio y a la reflexión.
Así, con esas 571 páginas, creo yo que vigorosas y serenas,
Matos ha regresado sigilosamente a la actualidad cubana, una forma bastante
diferente a la que utilizó en 1959, cuando lo hizo armado sobre una máquina
de guerra, aclamado de San Antonio a Maisí.
Esta llegada es, desde luego, menos espectacular, aunque ya se comienza a
pensar por estas tierras, que es definitiva; porque un libro siempre le ganará
en persuasión y nobleza a un M-1.
Cómo llegó la noche es una incursión a una zona de la
historia de este país en la que el viajero no lleva una sola linterna
conveniente y taimada, sino unos reflectores que van alumbrando en muchas
direcciones. El autor facilita a los lectores que amplíen el registro de
sus miradas a una serie de acontecimientos que siempre se han narrado con las
caligrafías desalentadoras y torpes de los buenos y los malos, como en
las peores películas del oeste.
Matos se empeña en ser objetivo, y cuando la pasión, quiere
decir, el sufrimiento personal, la humillación y el dolor le pueden hacer
perder el pulso, se refugia en la honestidad, que es su único suplemento
reconocido.
Este acercamiento cuidadoso a la realidad, la inteligencia, la sabiduría,
que lo hace prescindir de ataques y elogios sin sentido, le dan al libro una
categoría especial y lo convierten, a mi modo de ver, en un texto
precursor de las miles de páginas que se escriben ya y que se escribirán
en el amanecer.
Cómo llegó la noche es, para quienes vivimos en Cuba, a merced
de los abrevaderos que disponen los burócratas de la propaganda, una obra
de referencia, un punto de comparación a la hora de enjuiciar ciertos
episodios de nuestro pasado reciente. Es eso: la manera de ver las cosas de
alguien que estaba allí, su visión. Nunca la propuesta dogmática
y excluyente. Sólo otra óptica, que hace que uno se reconcilie con
la idea de que habrá luces abundantes algún día, para verlo
todo.
Un joven escritor, que se inscribió en una lista y a los doce días
de espera le llegó su turno de lectura, me dijo que si todo lo que narra
ahí este hombre hubiera pasado en un país lejano, lo habría
conmovido mucho.
--Pero como sé que es aquí --me dijo--, me consternó;
me siento como si me hubieran hecho una herida.
Es así, porque el horror, los odios, las bajezas y las miserias
humanas, con violencia y todo, son unos personajes constantes en el drama
personal que protagoniza y luego cuenta Húber Matos.
Este es un libro, a pesar de todo, hecho con humildad, que establece una
comunicación urgente con el lector y lo contamina, lo cansa, lo fatiga.
Cuando terminé de leerlo me acosté a dormir. También aprendí
con su lectura que dormir es despertar.
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