Cuba:
potencia mundial del secretismo
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, octubre (www.cubanet.org) - Esta noche Roberto da una fiesta en
su casa. Los invitados son familiares y amigos. La mayoría de ellos
desconoce los motivos del convite. Ni los conocerán hasta mañana,
cuando Roberto esté en Miami.
Él no se va como "ilegal" en una balsa. Pero sobradas
razones lo obligan a ocultar su plan de emigrar. En primer lugar, Roberto teme
que a última hora las autoridades pudieran negarle el permiso de salida.
También ha sido menester no hacer mucho ruido respecto a su salida,
para que no trasciendan los turbios mecanismos de los que se ha valido. Para
conseguir su objetivo Roberto tuvo que casarse con la nieta de un ex preso político,
el cual, a su vez, había renunciado a su salida, pero...
Por último, Roberto ha considerado prudente mantener su plan en
secreto para evitar el "mal de ojo". ¡Tanta gente desea irse del
país!
En realidad el secretismo, como una sólida variante de la doble moral
que se vive en la Isla, es una práctica que ejercita cualquier cubano. La
gente ha alcanzado un consenso general en cuanto a la conveniencia de ocultar
sus más caros anhelos, sus medios de vida y hasta su real estatus
socio-económico.
Mientras en otras sociedades la gente disfruta brillar por su presencia, los
cubanos prefieren brillar en ausencia. Quien obtenga un auto y dinero para irse
a comer a un restaurante optará por asistir a un lugar donde nadie lo
conozca. Si se viera en medio de un círculo de conocidos podrían
surgir las interrogantes típicas de una sociedad colectivista: ¿De dónde
habrá sacado el carro? ¿Cómo hará tanto dinero?
Incluso la obtención de los alimentos se intenta mantener en el
clandestinaje por la gente.
Con bastante paciencia y trabajo Pedro R., vecino de Consolación del
Sur, ha conseguido que una bejuquera -sembrada por él y científicamente
irrigada y fertilizada- cubra toda la cerca de su solar. De tal modo sus vecinos
no pueden ver su cría de pollos y cerdos. (Pedro trabaja en una granja
estatal, de donde sustrae el pienso para sus animales.)
El deseo general de cambio es un arcano celosamente guardado por la mayoría
de la población. Para J. Serrano, pinareño de 43 años, lo
mejor es tragarse sus sueños de vivir en una sociedad más abierta.
"Es mejor -declara- que nadie sepa cómo pienso. En boca cerrada no
entran moscas".
Quizás la oposición política organizada sea el sector
cubano que más se ha distanciado de este rejuego del secretismo y la
doble moral. La oposición plantea abiertamente los disgustos y
aspiraciones que se calla la mayoría de la población. Pero su
trabajo es mantenido en el más estricto secreto. A no ser cuando, un par
de veces al año, hace ofensiva alusión a ella, el oficialismo no
reconoce la existencia de la oposición. Para funcionar, la oposición
tiene que aceptar las restrictivas normas del clandestinaje.
Quienes a su vez reprimen a los opositores también actúan -o
pretenden actuar- de incógnito. Los métodos de la policía
política cubana son muy solapados. Su objetivo es reprimir a los
opositores desde el anonimato. No sólo intentan negar la existencia de
los opositores, sino también la de sus propios agentes.
El secretismo se ha practicado tanto que amenaza con convertirse en elemento
distintivo de la idiosincrasia nacional. En la Isla llevamos caso medio siglo de
escondederas y camuflajes diseñados para convivir bajo un régimen
despótico que obviamente aborrece cualquier patrón de
transparencia, y cuyo objetivo principal ha sido esconder al pueblo cubano el
horizonte de la libertad y el progreso.
Tal aberración, sin embargo, parece aproximarse al colapso. Cada día
más gente quiere quitarse el dedo del ojo, y cada día se debilita
más el cuerpo que acciona el dedo.
Algún día tendrá que imponerse aquella máxima de
que "nadie puede tapar el sol con un dedo". Por lo menos por toda la
vida.
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