Una situación
común en Cuba
Víctor Rolando Arroyo, UPECI
PINAR DEL RIO, octubre (www.cubanet.org) - Las condiciones de vida de la
familia de la señora María Luisa Hernández Pérez,
residente en la carretera a Luis Lazo, en la provincia de Pinar del Río,
echa por tierra la propaganda oficial sobre los beneficios sociales de la
revolución.
María Luisa, su esposo y tres hijos viven con 312 pesos (12 dólares
mensuales).
El drama de esta familia vueltabajera está en las enfermedades que
padecen los niños menores, Francisco y Klara. El desgarbado cuerpo de
Francisco apenas logra sostener sus 25 kilos de peso, que junto al color
amarillento de su piel, es la credencial de la enfermedad que padece: Linfoma de
Joski, que se le diagnosticó cuando se encontraba ya en estado avanzado,
a pesar de los innumerables chequeos especializados a que fue sometido durante años.
Francisco recibe dos veces por semana sitostáticos, pero cada vez
aumentan más las reacciones adversas, debido al parecer a la extrema
debilidad de su organismo.
La dieta autorizada por el Ministerio de Salud Pública para estos
casos consiste en seis litros de leche cada dos semanas, un pollo y 270 gramos
de carne por mes. Estos dos últimos productos no se entregan
regularmente. Lo mismo le pueden adelantar la cuota de varios meses que
atrasarse por igual período.
La menor de los hijos, Klara, presenta un cuadro de desnutrición crónica,
es asmática y tiene una severa lesión cardiovascular.
Klara necesita una dieta abundante en viandas, carnes, huevos y frutas. Pero
no se le asignan estos alimentos ni los recursos de la familia alcanzan para
conseguirlos.
Según la señora Hernández Pérez, a sus dos hijos
no les vendría mal ser inquilinos del centro hospitalario "La
Pradera", donde atienden a ciudadanos venezolanos, y que según lo
que ha visto por televisión, lucen mejor físicamente al momento de
llegar a Cuba que Francisco y Klara.
"Incluso -señaló- a mi hijo Francisco no se le está
administrando Zofran, un medicamento imprescindible para su tratamiento,
mientras el gobierno asegura al mundo que casos como el de mi hijo reciben todo
lo necesario".
El estado en que se encuentra la vivienda de esta familia pinareña es
la prueba irrefutable de la despreocupación oficial. Nunca han recibido
ayuda estatal para arreglar la casa y proporcionarle a los hijos un sitio más
agradable donde vivir. Se alega que al devengar la familia una entrada mensual
superior a los 50 pesos, no se considera precaria su calidad de vida.
La visita realizada por este reportero a la vivienda de la señora
Hernández Pérez se produjo tras el paso de los huracanes Isidore y
Lili por territorio pinareño. Ella nos relata:
"Mi casa se inunda cada vez que llueve, pues por aquí pasa el
desagüe de la carretera. Durante décadas hemos planteado el problema
sin recibir respuesta".
De los techos y paredes semiderruidos de la casa se desprende algo más
que el peligro de un derrumbe total. La frustración de esta familia es el
símbolo inequívoco de su existencia.
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