CUBANET .INDEPENDIENT30

11 de octubre, 2002


La violencia doméstica está siendo ignorada

Ana Leonor Díaz, Grupo Decoro

LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - Carmen es una mujer bajita, negra, fuerte a sus 62 años, pero ciega de un ojo. Toda su vida ha trabajado limpiando pisos para mantener a su familia sin un esposo.

Recientemente Carmen desapareció de su barrio en Zapata y 14, Vedado, municipio capitalino Plaza de la Revolución, porque estuvo ingresada en un hospital. Ella fue golpeada por su único hijo varón, Alexis, un fornido mulato de seis pies, pendenciero y sin empleo.

La golpiza fue de tal magnitud que a Carmen le dio un preinfarto. Pero a Alexis no le ocurrió nada. La policía no lo molestó, pues consideró que se trata de "una bronca familiar".

Casos como el de Carmen se cuentan por miles en Cuba: mujeres víctima de su pareja o de sus hijos, niños golpeados por sus padres... De la violencia doméstica, de obra y de palabra, no se habla públicamente. La prensa oficiosa no publica nada sobre ella. Sólo se persigue como delito cuando ocurre en público o tiene un desenlace fatal, pero si sucede dentro de la casa se considera "asunto personal", dijo una fuente de la Comisión Mujer y Familia en el municipio Habana Vieja.

En una indagación realizada entre 200 mujeres de alrededor de 25 años en el barrio San Isidro, 69 de ellas admitieron ser víctimas de maltratos por parte de su pareja, pero se mantienen renuentes a denunciarlos por temor a consecuencias peores como venganza.

Semejante actitud se explica porque en este país, de régimen socialista, las tragedias familiares van a parar al saco roto de lo "personal", una variante cubana de El Corán que consagra al hombre como dueño de la vida puertas adentro.

Ningún vecino puede llamar a la policía y ésta tampoco acude cuando sabe que hay "una bronca familiar".

Más de la mitad de los conflictos y situaciones violentas reportados por estas 69 mujeres ocurrieron en presencia de los hijos, lo que provee un patrón de conducta infinito porque las costumbres se imitan.

De las mujeres encuestadas en Habana Vieja muchas de ellas esperan que el hombre cambie de conducta, mientras otras culpan al consumo de alcohol, aunque más del 50 por ciento de los agresores estaban totalmente sobrios cuando las golpearon.

Por eso Carmen, una devota de la Iglesia Evangelista, debe arrastrar su vergüenza y también mudarse de su casita, irse a vivir agregada con una hija, por miedo a que su hijo repita la agresión.


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