José Antonio Zarraluqui.
El Nuevo Herald,
octubre 8, 2002.
No sé si habrán notado la sofisticación a que ha
llegado el compañero antiyanqui en jefe para amistarse con su
archienemigo el yanqui. Lo digo con motivo de la feria del agronegocio que
organizaron capitalistas norteamericanos en Cuba. ''¿Te acuerdas'', dice
ahora Fidel, "que hace tiempo nos retorcimos los meñiques porque estábamos
peleados para siempre y por toda la vida y no íbamos a ser amiguitos
nunca más? Pues ya se me olvidó. Y si quieres me corto el meñique.''
Se trata de una negociación entre dos familias muy poderosas --la de
Fidel y la empresa Archer Daniels Midland (ADM), organizadora de la muestra--
que, además, se relacionan por vínculos ideológicos. ADM y
Fidel tienen más de un punto y más de dos en común.
ADM es el mayor receptor de corporate welfare, es decir, ayuditas
--ayudonas-- que salen de tus impuestos, lector, y de los míos. Cuando el
Internal Revenue Service hace la vista gorda con la declaración de
impuestos de las grandes empresas en tanto le pone linterna y lupa a la del
infeliz trabajador, eso ni es gratuito ni perverso ni malsano, al menos no lo
era en su origen. Es un plan que viene desde que se instituyó la Unión
y que consideraba imprescindible fomentar lo que Marx llamó la acumulación
del capital, porque el capital, a la postre, pagaría más impuestos
y mejoraría la nación en todos los sentidos.
Claro, como lo explica Max Weber en La ética protestante y el espíritu
del capitalismo, entonces la riqueza no era el resultado de las maniobras del más
listo, el más pillo, el más trapisondista (como ahora, v.gr.
Sunbeam, Enron, WorldCom, etcétera, etcétera, etceterina), sino
del esfuerzo del de corazón más recto, el más trabajador,
el más austero, el más justo con sus semejantes, es decir, una
prueba palpable de la complacencia de Dios.
ADM se ha convertido en algo que no tiene nada que ver con aquellos
pietistas y calvinistas. Veamos lo que le dijo no hace demasiado Dwayne Andreas
a Dan Carney, lo cual evidencia bastante sus concomitancias con el dictador
cubano. "No hay un grano de nada en el mundo que se negocie en el mercado
libre. ¡Ni uno! El único lugar en que puede verse el mercado libre
es en el discurso de los políticos. Los que no viven en el mediooeste de
los Estados Unidos no acaban de entender que éste es un país
socialista.''
Los caballeros de ADM no tienen nada que ver con el espíritu
primigenio de los fundadores de esta nación y no es que hayan dejado de
creer en Dios, sino que ya no creen ni en sí mismos. Una caterva de
potentados que lo único que pretenden es asegurar el futuro de su
descendencia hasta la decimocuarta generación, aunque, eso sí, si
es posible dándose grandes golpes de pecho y contribuyendo a las "buenas
causas''.
''Creo que ha llegado el momento para los americanos'', nos tiene dicho
Andreas, el chairman de la hipopotámica corporación cogioca de
nuestros dineros, ''de encarar el hecho de que debemos aceptar los impuestos que
contribuirán a que nuestro país continúe siendo fuerte y
para preservar nuestra democracia''. ¿Qué impuestos, amable señor,
impuestos a quién? ¿Y para quién? ¿Para ti? ¿Y para
dárselos al compañero malapaga en jefe, por ejemplo, como quiere
hacer ADM ahora?
Porque eso es lo que está al final de la Food & Agribusiness
exhibition en La Habana. No contribuir con el diezmo, en la vieja tradición
judeocristiana, para los demás, sino donar un diezmo, como dice ADM que
hace, para los necesitados. ¿Para los necesitados cubanos o para el
culpable de que los cubanos anden todos necesitados? Concederle créditos
no a un régimen, sino a un tipo que sencillamente no paga, que no le pagó
siquiera a su madre cuando le expropió las tierras.
Fidel Castro puede comprar en los Estados Unidos en efectivo. Pero quiere
--y ADM empuja en ese sentido-- que este país le otorgue créditos.
Es decir, pretende crear deudas que por supuesto no va a pagar, porque ese tipo
no ha pagado una sola de sus deudas, ni los cafés con leche que tomaba al
fiado de joven ni los multimillonarios créditos que le concedió la
URSS, nada, nunca, él no es de los que pagan. ¿Por qué no le
paga a la Unión Europea y a Canadá, que tanto lo ayudaron hace
unos años y ahora ven con alarma y rabia que los dineritos que posee los
emplea en pagar al cash lo que les compra a los yanquis? ¿Por qué no
les paga a Rusia y el resto del ex campo socialista así sea una mínima
porción de lo que les debe? ¿Por qué no les paga a los
argentinos parte de los más de mil millones que les adeuda --en préstamos
que fueron, por cierto, para "romper el embargo americano''-- ahora que
tanto lo necesitan?
Hay quien dice que es una gozada contemplar al pariente Fidel estafar a esos
capitalistas con alma de socialistas. Pues sí --respondo-- y no. Sí
porque cuando un galifardo va a Cuba y Fidel lo despluma, me digo: me alegro,
para que te enteres de lo que cuesta un peine, y en última instancia
quien va a pagar los platos rotos es el taxpayer español. Y cuando un
italiano o un canadiense van y se creen las idioteces de Fidel y terminan
cacareando, me digo: me alegro, por no hacer caso y para que sepan lo que es
negociar con el hipócrita más sablista del mundo, y quien pagará
será el taxpayer italiano o canadiense. Pero si va ADM y le extiende créditos
a Castro y el gobierno de este país los asegura, quien terminará
pagando los platos rotos seré yo, taxpayer en los Estados Unidos. ¡Y
no va! ¡Con mi dinero sí que no!
O con el dinero tuyo, lector mío, que también cae en la
colada. |