Algunas dudas
sobre hortalizas
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - Nadie medianamente informado niega
que entre las tantas luces y sombras presentes en las producciones agrícolas
cubanas una de las mayores luminosidades corresponde a la agricultura urbana.
De prácticamente inexistente a los inicios de los años 90, hoy
la agricultura urbana ofrece una de las mayores fuentes de alimentos vegetales
para la población, principalmente en los rubros de hortalizas.
Por algún lado escribí sin ironía que el desarrollo de
esa agricultura representaba en términos históricos algo así
como el retorno de los chinos verduleros. Antes del triunfo revolucionario de
1959, tanto en La Habana como en capitales de provincias, existía una
extendida producción agrícola de ese género. Cuenta la
tradición que en gran medida impulsada por inmigrantes chinos o por sus
descendientes.
La memoria colectiva no ha olvidado a aquellos "paisanos" que
recorrían las calles de las ciudadelas con carretillas cargadas de
hortalizas, o que regenteaban pequeños establecimientos donde a precios mínimos
la población adquiría todo tipo de verduras.
La agricultura urbana de la Cuba de hoy parece asentada en tales
tradiciones, aunque ahora permeada por el uso de técnicas intensivas como
los organopónicos. Sus resultados, al parecer admirables, se originan
principalmente en esos huertos intensivos. Para nada se oculta que en ciertos
barrios urbanos han devenido parte del paisaje, y se han incorporado a la rutina
del cubano de a pie, que a ratos parece un ansioso perseguidor de comida.
Sin embargo, los proclamados triunfos de la agricultura urbana suscitan
algunas dudas. Si de acuerdo con cifras oficiales difundidas por el periódico
Trabajadores, hasta el 31 de agosto ese tipo de producción había
acumulado dos millones 277 mil 647 toneladas de hortalizas y condimentos frescos
para una población de 11 millones 244 mil habitantes, algunos cálculos
arrojan que en los 243 días del período a considerar la producción
per cápita de dichos alimentos ascendió a unos 833 gramos diarios,
casi dos libras por persona. Nada, como para volverse vegetariano.
Según informes de Naciones Unidas, los requerimientos humanos de
hortalizas como las verduras no sobrepasan los 300 gramos diarios per cápita.
Si como apuntan las cifras oficiales Cuba, en lo transcurrido de 2002, ha
contado con casi el triplo por habitante de ese requisito, ¿por qué
razón se aprecia déficit de vegetales o por cuál motivo sus
precios son literalmente estratosféricos, por lo menos en Ciudad La
Habana?
Cierto es que parte de esas producciones se destinan a un consumo social
parte del gasto público, o distribuido a precios subsidiados como en el
caso de escuelas y hospitales. Pero si no la elemental lógica, al menos
el ejercicio de la duda metódica aconseja preguntarse cómo es
posible que semejantes producciones no tengan un impacto verdaderamente
significativo sobre el consumo de vegetales por parte de la población, en
sus casas y pagando de sus bolsillos.
De acuerdo con estudios realizados por el Ministerio de Salud Pública
de Cuba, 36 por ciento de la población de Ciudad La Habana padece de
sobrepeso u obesidad y como una de las principales causas de este problema se señala
el bajo consumo de vegetales, tanto por pérdida del hábito como
porque los precios de los mismos inclinan el bolsillo popular hacia alimentos más
baratos, pero que no poseen las ventajas de las hortalizas. En concreto: grasas
y carbohidratos.
En la capital cubana se dice abiertamente que las dietas donde predominan
los vegetales son privilegio de pudientes. Y ya se sabe: "Cuba es La Habana
y lo demás es paisaje", afirma el refrán.
Nadie se atreva a llamar mentirosos a quienes difunden resultados de la
agricultura urbana de Cuba como los aquí citados. Pero no cabe la menor
duda que "algunas dudas sobre hortalizas" sí es necesario
apuntarlas.
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