Ramón Ferreira.
El Nuevo Herald,
noviembre 27, 2002.
Mientras el presidente Bush quiere desarmar a Hussein a tiro limpio, sus
aliados prefieren que use la opción del voto en vez de las balas. Si los
republicanos lograron el poder mediante el voto, se razona que pueden lograr lo
mismo quitándoselo a Hussein con el que proponen las Naciones Unidas.
Cuba y Venezuela quieren ensayar la opción, llevándole a Fidel y a
Chávez las firmas de los ciudadanos que piden se larguen del poder con
sus planes comunistas.
Las elecciones le han dado al presidente Bush dos opciones para evitar que
Hussein use algo peor y no quede recurso humano capaz de impedir un desastre
mundial apocalíptico: o entrega las armas según el voto de las
Naciones Unidas o Bush se las quita mediante el sistema utilizado en la Guerra
del Golfo, mejorado. A Fidel, sin embargo, le recomienda se acoja al Plan Varela
como medio de incorporarse al mundo libre.
Los cubanos ya intentaron salir de la tiranía fidelista mediante las
armas. Bahía de Cochinos dejó la experiencia imborrable de que la
fuerza solamente se derrota con más fuerza. También sabe que el
recurso de las firmas como símbolos de un ansia de libertad carece de una
legalidad que solamente Fidel puede conceder. Y hablarles a terroristas como
Hussein, Chávez o Fidel para que abandonen sus ambiciones de poder es
como decirle al diablo que pasó de moda.
Los votos que la Cámara y el Senado le ganaron a Bush, le permiten
ignorar las sugerencias de las Naciones Unidas, actuar en defensa de su país
con sus aliados y eliminar por la fuerza la amenaza que Hussein representa para
el mundo entero. Sin embargo, ese mismo voto, suministrado por la OEA, no es
suficiente para garantizar la restauración de la democracia en Cuba o
Venezuela, ya que según el razonamiento de esta institución, tanto
Fidel como Chávez son simples tiranos que solamente afligen a sus propios
ciudadanos y se les puede considerar como malhechores que se pueden controlar
con simples medidas preventivas, como si fueran moscas.
Básicamente se trata de que ''no hagan olas'' que nos puedan envolver
a todos. Hussein no puede entregar las armas porque quedaría a merced de
la venganza de su propio pueblo. Fidel no se puede quitar el uniforme verde
olivo porque se quedaría sin la coraza que lo protege del voto.
El voto de las Naciones Unidas no puede salvar a Hussein del enfrentamiento
con las balas. A Fidel, sin embargo, sus balas lo protegen y salvan del voto que
lo sacaría del poder. Mientras se reproduzcan semejantes tiranos con
ambiciones de poder absoluto, las balas parecen ser el único recurso para
eliminarlos y llegar a las urnas.
El presidente Bush cuenta con el voto del exilio cubano y de todo cubano
exiliado en Cuba cuando sea libre de expresarlo con votos y no firmando un papel
que Fidel pueda colgar en el baño del cuartel. No es igual ser
considerado una amenaza terrorista futura como Hussein que otra como Fidel,
confirmado como tal. Lo primero es una conjetura, lo segundo una realidad
tolerada a costa del pueblo cubano. Hussein es una amenaza eventual para el
mundo entero, Fidel subyuga al pueblo, lo mantiene a un nivel de obediencia
servil, infiltra sus métodos entre sus vecinos y, finalmente, es más
peligroso ahora para la democracia que Hussein para la libertad, propiedad y
vida de los norteamericanos.
Estados Unidos descubrió su indefensión ante el terrorismo el
otro día, Fidel lleva casi medio siglo albergando terroristas y exportándolos.
El presidente Bush tiene una deuda de gratitud con los cubanos que votaron por él
y la obligación de darle la libertad a los que no pueden votar en Cuba.
¡Balas no, votos sí! |