La información
oculta
Armando Soler
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - La mendacidad, omisión o
distorsión de la información constituyen aspectos permanentes de
los medios de información estatales cubanos. Su práctica monopólica
a lo largo de más de cuarenta años ha cumplido un objetivo
clasista lamentable para la cultura y conciencia nacionales: lograr una media
ciudadana confundida, desinformada e incapaz de valorar con criterios propios la
realidad isleña y el panorama internacional.
Si analizamos la función informativa del extenso y fatigoso Noticiero
Nacional, que se transmite diariamente dos veces por la TV, observaremos que
cerca de una tercera parte de su tiempo se dedica a brindar información
oral no objetiva. Es decir, información sin relación a un hecho
específico, cargada de consignas y exhortaciones políticas que
tienden a machacar el leit motiv estatal de la "unidad". El uso de ese
lenguaje con parámetros "unánimes" se extiende para
expresar opiniones sobre hechos reales. Así, la víctima de un
meteoro en la provincia de Pinar del Río, al ser entrevistada, se
expresará sobre el partido, el gobierno y la confianza en la revolución,
en términos idénticos a un recolector agrícola de Camagüey
o una estudiante universitaria de La Habana. Así ocurrirá con los
discursos y declaraciones en actos públicos. Habrá un tono y
expresiones muy similares, una especie de código por parte de los que
hacen uso de la palabra, en los textos de los carteles exhortativos, en eventos
ocurridos en días y años distintos.
La unanimidad resultante en la sociedad crea un efecto tranquilizante de
control de la realidad en la clase explotadora gobernante. Aunque ellos tampoco
pueden sustraerse al efecto embrutecedor de una visión virtual y fija de
lo que acontece. Como el aprendiz de brujo, son víctimas de su propia
magia.
Para romper ese "encantamiento" basta una aproximación crítica
elemental a cualquier hecho presentado por los medios masivos cubanos, y de
inmediato se revela la superchería.
Tomemos, por ejemplo, las primeras planas del periódico Juventud
Rebelde de los días 2 y 9 de junio del año en curso. En ambas,
grandes fotos que abarcan enormes multitudes en concentraciones políticas
de apoyo al gobierno son soportes para anunciar con amplios titulares la
presencia de 400 mil participantes en una, y más de medio millón
en la otra. Parece ser un hecho incontrovertible viendo ese mar de cabezas. Una
pizca de discernimiento puede decirnos otra cosa.
Si medimos con una regla un objeto conocido en la foto del día 2, tal
como un auto o un ómnibus podemos medir toda la multitud de la foto
cuadriculándola, por comodidad para el cálculo final, en espacios
de 10 X 10 metros, o sea, de 100 metros.
Concedamos que en la muchedumbre permanecen apretados cuatro individuos de
pie por metro cuadrado. Eso significa que en cada cuadrícula hay unas 400
personas, lo que multiplicado por unos 40 cuadros en toda la foto, arroja una
multitud de 16 mil personas más o menos. Suponiendo que fueran la tercera
parte de los que allí acudieron, tendríamos que en ese acto
hicieron presencia, a lo sumo, unas 50 mil personas, no las 400 mil que se
anuncian. El mismo experimento se puede hacer con la primera plana del día
9 de junio.
El mito propagandístico de un estado totalitario como única
fuente de información nos transforma en lectores pasivos de la
desinformación. No podemos dar por bueno y real todo lo que se nos
muestre. Tenemos que aprender a razonar y ver, en lo que me incluyo. Esto es válido
para cualquier sociedad, pero mucho más para las "unánimes".
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