Andrés Oppenheimer /
El
Nuevo Herald, noviembre 18, 2002.
CIUDAD DE MEXICO - Como todos los años, los líderes de los 23
países que se reunieron este fin de semana para la XII Cumbre
Iberoamericana en el balneario de Punta Cana, República Dominicana,
firmaron una declaración que muchos no tienen la menor intención
de cumplir, ni de exigir que sea cumplida por los demás.
¡Qué absurdo! ¿Tiene sentido que España, Portugal y
los 21 países de América Latina que forman la comunidad
iberoamericana continúen con este ejercicio anual de hipocresía
política? ¿Tiene sentido que firmen estas pomposas declaraciones
finales, si no se comprometen a cumplirlas?
Como periodista que ha cubierto la mayoría de las 12 cumbres
iberoamericanas --y que ha decidido saltárselas de ahora en más, a
menos que los países comiencen a exigir el cumplimiento de sus acuerdos--
me cuesta entender cómo los países participantes pueden gastar
tiempo y dinero para negociar declaraciones finales puramente retóricas.
Permítanme darles un ejemplo obvio: desde la Cumbre Iberoamericana de
1996 en Viña del Mar, Chile, el gobernante vitalicio de Cuba, Fidel
Castro, o su representante en la reunión vienen firmando todos los años
declaraciones finales en que los participantes ratifican su "compromiso a
la democracia, el estado de derecho y el pluralismo político''.
La declaración de Viña del Mar no dejaba lugar a ambigüedades.
Decía que los presidentes comparten la convicción de que "la
libertad de expresión, asociación y reunión, el total
acceso a la información y las elecciones libres, periódicas y
transparentes, son elementos esenciales de la democracia''.
En ese momento, todo el mundo se emocionó cuando Castro firmó
aquel documento. Pero ocho años después, el dictador cubano todavía
prohíbe cualquier partido de oposición o medio de prensa
independiente en Cuba.
Fíjense cómo será la cosa que cuando la oposición
pacífica juntó más de 10,000 firmas en Cuba este año
haciendo uso de su derecho bajo las propias leyes socialistas de la isla para
pedir un referéndum sobre si deberían permitirse las libertades
políticas, Castro ni siquiera permitió la publicación del
pedido en los medios cubanos.
Mientras que España y varios países de América Latina
han hecho declaraciones pidiéndole a Castro que permita una apertura política,
las posteriores cumbres iberoamericanas nunca le han exigido formalmente que
cumpla con la declaración de Viña del Mar. Al contrario de las
resoluciones de las Naciones Unidas, los acuerdos de las cumbres iberoamericanas
no conllevan la obligación de ser acatados.
¿Entonces, para qué sirven?, le pregunté hace pocos días
al secretario de Estado de España para Asuntos Iberoamericanos, Miguel
Angel Cortés. Me interesaba su respuesta porque España, por su carácter
de país fundador de las cumbres iberoamericanas y por ser un excelente
modelo de desarrollo económico para América Latina, juega un papel
clave en estas cumbres.
Cortés me dijo que estas cumbres han sido un gran éxito, entre
otras cosas porque en los últimos 12 años se ha creado una
Comunidad Iberoamericana formada por España, Portugal y los países
de América Latina, que antes no existía.
Antes de 1991, había varios países con una lengua común,
pero no existía la idea de comunidad, señaló. Hoy en día,
además de la cumbre anual de presidentes iberoamericanos, hay más
de una docena de reuniones anuales de ministros iberoamericanos de comercio,
empresarios, rectores universitarios, notarios públicos y artistas. Estas
conferencias están resultando en numerosos acuerdos de cooperación
que son sumamente beneficiosos para todos, agregó.
Sin embargo, Cortés reconoció que las cumbres iberoamericanas
y sus reuniones paralelas necesitan algunos cambios.
''Deberíamos adaptar las estructuras iberoamericanas a la nueva
realidad'', me dijo. "Por ejemplo, tenemos reuniones entre los rectores de
universidades iberoamericanas que acuerdan coordinar sus planes de estudio para
facilitar los programas de intercambio, pero los gobiernos no siempre hacen
cumplir estos acuerdos. Deberíamos dar una respuesta política a
estas nuevas realidades''.
En la cumbre del fin de semana, España logró que fuera
aprobada la creación de un grupo de trabajo encabezado por el presidente
brasileño Fernando Henrique Cardoso para que en el plazo de un año
estudie la posibilidad de expandir las funciones de la actual Secretaría
de Coordinación de las cumbres iberoamericanas, para convertirla en una
secretaría permanente, de carácter político.
Esa podría ser una excelente idea. España tiene muchas cosas
que ofrecer a América Latina, empezando por su ejemplo de cómo un
país puede triplicar su ingreso per cápita a través de una
mayor integración con sus vecinos más ricos sin verse obligado a
perder su identidad nacional.
Si las cumbres iberoamericanas crean una secretaría permanente con
poderes para exigir el cumplimiento de sus declaraciones anuales, tendrán
un gran futuro. De lo contrario, seguirán siendo un ejercicio de turismo
político, y sus declaraciones finales no podrán ser tomadas en
serio.
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