CUBANET .INDEPENDIENTE

14 de noviembre, 2002

Mañana será otro día

Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro

LA HABANA, noviembre / www.cubanet.org - El cubano actual, el que vive, por supuesto, dentro de la isla, no tiene, o tiene muy poca, proyección de futuro. Su vida se torna una cotidianidad emergente, provisional. No aspira a mejorar sus condiciones. Sabe que cualquier empeño por cambiar de casa, ampliar "el negocito" privado, comprar un auto, abrir una cuenta de ahorros, es descabellado e inútil.

Los controles que ejerce el gobierno sobre la población son abundantes y férreos. Cambiar la casa, por ejemplo, supone adentrarse en negocios turbios y peligrosos. El control estatal sobre las viviendas, los terrenos, los materiales de construcción, los trámites legales, es absoluto. Es el gobierno el encargado de decidir dónde y cómo vive cada ciudadano o familia. Promover una "permuta" (cambiar la casa con otra familia, por medio de las Direcciones de Vivienda del Poder Popular) es punto menos que una tortura, lo cual impone, desde su inicio, una serie de sobornos, trapisondas y enredos que, en las más de las ocasiones, termina en litigios judiciales. Reparar, ampliar, remodelar una casa, además de contar para ello con una inimaginable suma de dinero -si en dólares mejor- es un juego de ilegalidades desde el principio. Además de que se requieren "permisos" estatales -los cuales en su mayoría hay que obtenerlos por medio del soborno-, los materiales de construcción -en manos de empresas del gobierno- hay que comprarlos por trasmano y a sobreprecio, con los consabidos riesgos que acarrea tráfago tan delicado. Construir una casa nueva es casi una quimera, es como el sueño de una joven pobre de casarse con un millonario, describirlo requeriría un libro.

Si de un automóvil se trata los enredos y escarceos no son menores. Para comprar un "almendrón" (carro estadounidense de los años 40 ó 50, que aunque usted no lo crea aún circulan por La Habana) hay que contar con un saco de dinero y sufrir una cantidad de trámites burocráticos y legales que le quitarían el sueño a cualquiera. Comprar un auto ruso, ya Lada, Moskovich, Volga, de los asignados por el gobierno a funcionarios o profesionales, es una locura, arriesgarse a perder el dinero empleado. No tienen traspaso de propiedad; esto es: el gobierno no autoriza -no admite- que su propietario lo venda.

Obtener un automóvil nuevo, de los que venden las agencias, pongamos por caso, la de 25 y C, en el Vedado, está vedado al ciudadano común. Sus precios, altamente prohibitivos (22,400 dólares, equivalentes a 604,800 pesos por un jeepicito feo y de mala calidad) significan una fortuna al alcance sólo de privilegiados que, además de contar con ese más de medio millón de pesos, debe poseer la autorización gubernamental para comprarlo.

Supongamos ahora que el dueño de un pequeño negocio (paladar, pizzería, cafetería) de los que el gobierno se vio obligado a permitir cuando cayó en la franca bancarrota económica a la que llama "período especial", le ha ido bien y su prosperidad lo impulsa a ampliar su negocio -hecho que ha ocurrido al revés, la mayor parte se ha arruinado. Imposible. El gobierno creó un tipo de licencia que no permite la ampliación del negocio. Así que a seguir vendiendo pizzas por una ventana de la casa, a seguir vendiendo comida en cuatro mesas en la sala de la casa, a seguir vendiendo café y refrescos instantáneos en una mesita en un portal. No hay otro futuro.

Así, el cubano actual, el que vive, por supuesto, dentro de la isla, se ve impedido de creer en el futuro. Por más que sueñe, sus sueños se ven frustrados frente a una realidad de emergencias y provisionalidades. Su vida se reduce a una sobrevivencia que le impide proyectarse más allá de un hoy, de un ahora y de un aquí que lo enajena y embrutece. Los jóvenes se preguntan ¿para qué estudiar? Si el futuro es este ahora. Los profesionales renuncian a sus empleos mal remunerados para dedicarse a tareas que le solventen su difícil hoy. Las mujeres se prostituyen con la esperanza de hacer un matrimonio que las aleje del aquí de pobrezas y privaciones.

Sin embargo, el gobierno, con sus cantos triunfalistas, que ya nadie cree, sigue hablando de utopías, como si la utopía vivida por el pueblo cubano no contara con cuarenta y tres años de descalabros y frustraciones y no se oyera a cada minuto, en cualquier rincón del país, esa afirmación desesperanzada de: "Vivamos hoy, mañana será otro día". Y así, de hoy en hoy angustiosos se nos ha ido la vida.


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