Ramón Colas.
El Nuevo Herald,
noviembre 13, 2002.
La disidencia cubana celebra, al margen de la inmovilidad del socialismo, el
premio otorgado por el Parlamento Europeo al líder opositor Oswaldo Payá
Sardiñas. Es una triste fiesta, si tomamos en cuenta que el motivo del
reconocimiento es la lucha cívica que protagonizan miles de compatriotas
ante la falta de libertad del pueblo cubano. Todos los activistas prodemocracia
en Cuba, agrupados en el espectro político de la oposición, han
sido homenajeados con el gesto solidario y respetuoso de los parlamentarios del
viejo continente.
En las primeras declaraciones públicas el opositor cubano asegura que
''este premio le pertenece a Cuba y a todos los que luchan por su libertad''.
También declara, en un gesto humano y solidario, que dedica el galardón
''a todos los que han muerto, a los que sufren cárceles y destierros''.
Payá impresiona por su honestidad y modestia, sobre todo, al tomar en
cuenta a los que en diferentes momentos han luchado contra el totalitarismo
castrista.
El premio otorgado tiene un significado más allá del
reconocimiento a una persona o a un proyecto determinado. El legado mayor,
posiblemente, sea el sentido de responsabilidad que los europeos tienen con la
democracia en el mundo y por aquéllos que luchan a favor de ella. La
posición de los gobiernos de Europa, en relación a la falta de
libertad en Cuba, cada año es ratificada en la votación en bloque
por las violaciones de los derechos humanos en la isla, que la asamblea general
de Naciones Unidas examina en Ginebra.
Existen otras razones. Pudiera ser que la ventana que España abre, en
la persona del presidente José María Aznar al caso cubano en esa área,
permita que se tome con seriedad la falta de libertad en la isla. Por supuesto,
el reconocimiento a la disidencia interna y a Payá Sardiñas de un
líder como el presidente de la República Checa, Václav Hável,
que surge de un proceso similar al que sufren millones de cubanos, ha convocado
además de simpatía y reconocimiento, un compromiso para estimular
el cambio de sistema en Cuba.
Cuando el mundo parece tornar su mirada a lo más profundo de la nación
cubana, lamentablemente, un grupo importante de compatriotas de ambas orillas se
desgastan en críticas mordaces e improperios contra el Proyecto Varela y
sus gestores. Criticar puede ser el disfraz que mejor le acomode a los que
envidian y a los que no tienen proyectos viables que movilicen a los actores del
cambio en Cuba.
Si tomamos en cuenta que la solución depende de cada cubano, no
importa dónde radique, debemos apoyar todo lo que promueva la liberación
del pueblo. El Proyecto Varela es ante todo un instrumento de movilización
ciudadana en mano de los compatriotas en la isla para descubrir las porosidades
del sistema y demandar derechos que, en definitiva, van a promocionar no sólo
un cambio en la conducta de la gente, sino también en las estructuras de
control gubernamental.
Hay quienes cuestionan al Parlamento Europeo por el premio a Payá.
Fidel Castro es el primero. Todo aquél que lo haga, no importa su intención
y el lugar donde se ubique, tendrá un punto de lamentable coincidencia
con el régimen de La Habana.
Otros destacados activistas prodemocracia en la isla, como Vladimiro Roca
Antúnez, Víctor Rolando Arroyo y Martha Beatriz Roque, han
recibido también el reconocimiento de diferentes organizaciones
internacionales. El prestigio de la disidencia interna aumenta dentro y fuera de
Cuba porque cada día son menos en el mundo los que conciben el comunismo
como un modelo de desarrollo que oxigene el tejido de la sociedad. La capacidad
moral de los activistas por la libertad de la isla supera aquellos cánones
ideológicos que impuso el castrismo y con la lucha cívica no
violenta promueven la no cooperación desde la liberación del
cubano mismo.
Al poner en perspectiva la posición que el mundo asume hacia Cuba, no
resulta difícil comprender que la credibilidad alcanzada por la
disidencia significa un nuevo desafío para ella. Oswaldo Payá
Sardiñas y todos los que muestran su rostro a la verdad saben que es alto
el riesgo que corren cuando se trata de una lucha desigual contra un adversario
cruel. Persistir en el camino de la lucha pacífica y sumar a ella a los
cubanos es acertado. El reto mayor que debemos asumir, desde esta orilla, es:
respeto y solidaridad.
Disidente cubano exiliado en Miami, fue fundador de las bibliotecas
independientes en la isla. |