CUBANET .INDEPENDIENTE

6 de noviembre, 2002

A paso de bastón: cambiar el lux

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Recién cumplidos sus 50 años de edad, la arquitecta María Elena Jiménez se despojó de todo cuanto vestía y se miró en un espejo que captaba su metro setenta de estatura y sus casi 200 libras de peso. "Si me lo propongo -si dijo- pongo a los hombres a comer de mi mano. Pero tengo que cambiar el lux".

Veinte años atrás, su belleza de cubana donde confluyeron todas las etnias era un acontecimiento perturbador entre esposas dedicadas a pellizcar furtiva y furiosamente a los maridos. Pero entre las frustraciones de la vida, los conflictos derivados de un divorcio y las secuelas del llamado período especial -polineuritis incluida- la hermosa mujer se había convertido en una gorda decadente.

Sus padres fallecidos la dejaron dueña de su casa y libre de ciertos autoritarismos de carácter más bien generacional. Su único hijo, balsero de éxito, tiene como religión enviarle dólares a su madre. María Elena lo tenía todo para emprender el célebre "cambio de lux". Primero que todo una capacidad obsesiva que, cuando toma buenos caminos, la lleva a la meta.

Seis meses después de aquel aniversario de autocríticas, una hembra escultural coleccionaba piropos por las calles de La Habana. María Elena era otra. No sólo se había producido en ella un cambio radical de imagen, sino que ese cambio se había reflejado en todos los aspectos de su vida personal. Era como si, desde afuera para adentro, hubiera renacido la María Elena de sus años de la universidad, que ponía bizcos a los hombres entre sonrisas de Gioconda y nalgas a lo Lam. Los pobres, no sabían dónde mirar.

"Seis meses después", para María Elena, significaron otros tantos de sacrificios. Dietas, ejercicios, peluqueros, modistos y hasta una cirugía estética por la que pagó de trasmano 50 dólares, su salario estatal de tres meses. Pero "cambió el lux", como se propuso.

Como tantos otros cubanos y cubanas, la arquitecta de profesión, y ahora de su cuerpo, emprendió el camino de rehacer su imagen para transformar su vida por medio de "cambiar el lux". La frase, popularísima en Cuba, parece una corrupción de "cambiar el look", a su vez una traducción de sabe Dios cuál expresión estadounidense, y vale subrayarlo. La palabra "look", en Cuba, ha devenido útil para todo cuanto se relacione con buena imagen. No obstante, nótese el cambio de "look" por "lux", que parece insinuar búsqueda de luz.

Por lo menos en La Habana, "cambiar el lux" parece la moda del momento. Los gimnasios, estatales y privados, rebosan de hombres y mujeres, entre las cuales descuellan obesas damas dispuestas a liberarse de no menos de 50 libras de peso. Consejos sobre dietas de todos los tipos circulan más que los impresos disidentes, mientras que peluqueros y modistos andan por los caminos de la fortuna, sobre todo si son homosexuales. Según la clientela, son los de "mejor mano".

No sólo se trata de una moda entre personas con recursos, léase dólares. Ileana, médica forense que comparte su profesión con el oficio de manicure por obvias razones económicas derivadas de la situación cubana, dedica una hora diaria a feroces aeróbicos que la bañan en sudores y le iluminan la sonrisa. Ileana es apasionada de una dieta de la cual se ha hecho gran promotora, pero que para muchos tiene el inconveniente de un elevado componente de frutas, lo más caro, muy caro, en los mercados de la isla.

"Cambiar el lux" puede incluir desde pagar a precio de oro un buen estomatólogo, hasta hacerse un pequeño tatuaje. Algunas mujeres, especialmente profesionales, gustan de jugar a sexo y discreción. Su estilo se distingue por la presencia de uno de esos tatuajes a la altura del tobillo, por lo general figuras como unicornios o palomas. Por otro lado, entre opositores y periodistas independientes masculinos, "cambiar de lux" parece relacionarse con el abandono del hábito de fumar. Que conozca, por lo menos diez de entre los más destacados dijeron adiós al cigarrillo o por lo menos lo han intentado.

Si por un lado Cuba parece un país varado en el tiempo, por el otro cabe preguntarse cuáles corrientes profundas están llevando a un número de compatriotas a ocuparse muy seriamente de sus imágenes personales, siempre con el dato de que relacionan una mejor apariencia con más elevada autoestima, siempre echando la política al cesto de la basura, y todos ellos interesados, de un modo u otro, en aprender inglés y computación. Prácticamente ninguna de las escuelas especializadas en impartir esas materias puede satisfacer a todas las solicitudes de matrícula, lo cual ha hecho florecer cursos privados a los que la gente acude más interesada en el conocimiento que en un diploma avalado por el gobierno.

"Cambiar el lux", como es de esperar en Cuba, incluye al chiste. Cada vez que Fidel Castro guarda en el ropero el uniforme verde oliva para vestir un sobrio y elegante traje azul, alguien, cualquiera, comenta que el mandatario también quiere "cambiar el lux". Lo díficil es que lo logre.


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