Adolfo Rivero Caro,
El Nuevo Herald,
noviembre 1, 2002.
Desde el pasado domingo, los lectores de esta columna están viviendo
en un mundo nuevo, y peor.
El poder ejecutivo en Brasil, el gigante latinoamericano, ha caído en
manos de íntimos amigos de Fidel Castro, Abimael Guzmán, el Mono
Jojoy y Hugo Chávez. No hay terrorista ni subversivo latinoamericano que
no lleve días de jolgorio y parranda. Muchos amigos insisten en que esto
no es cierto. Creen que Lula se separó del Foro del Sao Paulo por
genuinas discrepancias y no, simplemente, porque no lo ayudaba a proyectar una
imagen ''moderada'' que le permitiera conseguir el poder. Creen que el Foro
Social es algo radicalmente diferente al Foro de Sao Paulo, qué poca
memoria. Como si no hubiera sido el Partido Comunista de la Unión Soviética
el que hubiera creado el Consejo Mundial de la Paz. Piensan que los intereses
alrededor de Lula serán capaces de controlarlo. Son personas razonables y
creen que todo el mundo es como ellos. La esperanza es ciega.
¿Qué quieren? ¿Que Lula sea sincero? No hubiera llegado a
presidente. Un conocido analista político con inesperada vocación
de humorista especulaba sobre la posibilidad de un eje México, Chile,
Brasil para extender el libre comercio por el hemisferio en alianza con Estados
Unidos. Jorge Castañeda, el inefable canciller mexicano, valoraba con
simpatía esta onírica posibilidad. A mí me parece más
probable que Fidel Castro, Juan Pablo II y Saddam Hussein emprendan una campaña
conjunta por la liberación de los presos políticos. Y más
serio que el senador Henry Hyde advierta sobre la posibilidad de un eje del mal
en América Latina formado por Cuba, Venezuela y Brasil. Es para eso para
lo que tenemos que prepararnos.
Nuestra prensa ''liberal'' no ha podido ocultar su júbilo. Al que
exprese contrariedad y disgusto se le recuerda el necesario respeto democrático
a la voluntad popular. Se le explica que las posiciones que Lula ha mantenido
toda su vida no reflejan sus verdaderas intenciones. A la hora de gobernar, una
vasta constelación de factores, que incluyen la conjunción de
Saturno con Escorpión y el tránsito de Piscis por Géminis,
lo obligarán a ejercer una presidencia sosegada, constructiva y prudente.
Menos mal.
Es curioso, sin embargo, que estas voces equilibradas y serenas reaccionaran
con tanta pasión, cólera y desmayo cuando Le Pen obtuvo una fuerte
votación en la primera vuelta de las elecciones francesas. O cuando los
austriacos decidieron elegir a Kart Waldhein o a Jorg Haider. Entonces nadie se
explicaba el comportamiento del electorado francés o austriaco. Nadie
sugería que, en realidad, ninguno de esos derechistas quería
limitar la inmigración. Nadie afirmaba que, una vez en el poder, se verían
obligados a gobernar al centro, con una compasión que hasta entonces habían
mantenido astutamente oculta. Tampoco ha habido mucha comprensión con
Silvio Berlusconi, el primer ministro italiano, tan acremente censurado por
atreverse a decir que la civilización occidental era superior a la
musulmana. Pero, ya lo sabemos, los estándares para la derecha y la
izquierda son muy diferentes. La Gestapo era malvada y sádica, la KGB era
represiva e intrusa.
Desde ahora en adelante, Lula va a tener dos discursos. Uno, el de las
declaraciones oficiales, será analgésico y sedante. Pero, cuando
se le pase el susto del triunfo, va a tener otro para las masas, y ése va
a ser bravucón y ultranacionalista. Lo que significa, por supuesto,
radicalmente antiamericano. Le escucharemos decir que Brasil es grande,
poderoso, y no tiene por qué plegarse ante Estados Unidos. Eso, sobre
todo, va a ser su línea con las fuerzas armadas. ¿Por qué
Estados Unidos e Israel van a tener armas atómicas y Brasil no?, lo
oiremos tronar. Será sobre la base de ese discurso nacionalista que va a
tratar de crearse una base dentro del ejército. Y no sería extraño
que la consiguiera. Ese discurso va a tener simpatizantes entre los militares de
la extrema izquierda y la extrema derecha. ¿Lucha contra el terrorismo? Sí,
por supuesto. Pero Brasil va a tener su propia definición de terrorismo.
Atacar a Irak, por ejemplo. ¿La guerra civil en Colombia? En ese caso, la
violencia no resuelva nada. Es necesario buscar una salida negociada. (El
verdadero enemigo son los paramilitares...) ¿Cuba? El país ha
sufrido mucho por el bloqueo comercial americano. (La miseria no es producto del
comunismo, sino del embargo.) ¿No es hora de incorporar a Cuba al sistema
interamericano, a la OEA? Y, por supuesto, hay que defender a los musulmanes en
Estados Unidos, víctimas de un muevo macartismo. Brasil va a tener muchas
nuevas causas.
Lula, por supuesto, no tiene las manos libres. No es un Fidel Castro en 1959
y ni siquiera tiene la popularidad que tuvo Chávez 40 años después.
Pero puede hacer mucho daño, y lo va a hacer. De un día para otro,
Estados Unidos no tiene retaguardia en el hemisferio. En la OEA, en Naciones
Unidas, en todos los foros internacionales, América Latina es ahora
oficialmente antiamericana.
Esto le da una importancia particular a las elecciones de medio período
en Estados Unidos. ¿Se fortalecerán los defensores de la libertad? ¿O
los apaciguadores? ¿Podrá contar el Presidente con el apoyo del
Congreso para impulsar el libre comercio en América Latina o lo tendrá
opuesto al mismo, como exige el movimiento sindical controlado por los demócratas?
Lo veremos la semana que viene. Pero tenemos que estar conscientes de que
estamos en una nueva época, y de que es mucho lo que hay en juego. |