José Abreu Felippe. Especial.
El Nuevo Herald,
mayo 30 , 2002.
Hace casi tres años, un par de jóvenes cubanos talentosos,
William Navarrete (Banes, Oriente, 1968) y Javier de Castro Mori (Ciudad de La
Habana, 1971), sembrados en el otro lado del mundo, en un sitio que muy poco o
nada tenía que ver con aquél que casi niños habían
dejado de sentir, de padecer, concibieron una idea singular. Estaban en una
tierra hermosa, pero ajena, con una lengua melodiosamente extraña, un
cielo que es una plancha de plomo derritiéndose la mayor parte del año,
entre el viento, el frío, y la nostalgia callada de lo verde, de lo cálido,
de lo íntimo y familiar.
Allí --quizás con los colores en la mente de una nación
insólita rodeada de aguas y luces por todas partes; voluptuosa y elástica,
con sus cuerpos semidesnudos a caballo haciendo girar el filo del machete, sus míticas
fortalezas, ríos, viejos caserones de altos puntales y lujuriosos
portales, vitrales tornasolados, alucinantes volutas de hierro y paseos cuajados
de flamboyanes; frutas como carne herida confundiéndose con la sangre y
una imperiosa y siempre renovada necesidad de libertad--; viendo que el siglo se
venía abajo, nació la idea de conmemorar el inicio, la piedra, el
punto de partida de una nación y un pasado que ellos no vivieron y que en
su esencia permanecía vedado, oculto, vilipendiado. Había que
celebrar la instauración de la República, y solos, buscando el
apoyo de apenas un puñado de locos entusiastas como ellos, sin recursos,
comenzaron la edición cada mes del Boletín 100 Años --el
primer número se editó en enero del 2000 y el último hasta
hoy, el No. 28, de abril de 2002, acaba de salir--. Un esfuerzo sin precedentes
en el exilio avalado por una calidad, un sentido histórico y un
profesionalismo digno de aplauso. En ellos se han ido publicando documentos de
un valor incalculable, que abarcan prácticamente todos los aspectos históricos,
sociales y culturales, de la nación cubana. Un bello y sentido fresco de
lo que fue, lo que no fue, y lo que pudo haber sido, la nación cubana.
Como si esto fuera poco, estos dos jóvenes han cerrado magistralmente
su proyecto, convocando a 27 especialistas de diferentes materias para
desarrollar 28 temas que le dieran forma a un libro: Centenario de la República
Cubana, 1902-2002 (Ediciones Universal 2002), que gracias a Juan Manuel Salvat,
que acogió la idea con gran entusiasmo, acaba de ver la luz.
El resultado de tanto esfuerzo y dedicación ha sido un libro espléndido,
donde están representadas la mayoría de las voces más
destacadas del exilio, agrupadas en tres grandes secciones, Política,
Economía y Sociedad, y Cultura. Es imposible comentar cada uno de los
ensayos, ricos en ideas, en matices, en análisis; más bien lo que
deseo es invitar a los lectores a devorarlos, porque este libro, al igual que
los boletines publicados, son el legado que quedará para la posteridad,
cuando las luces de los festejos conmemorativos se hayan apagado. Algo que nunca
podremos agradecer lo suficiente a estos dos muchachos, porque entre otras
cosas, nos demuestran, que ni la distancia, ni el tiempo, ni el cansancio ni el
desgaste de la larga lucha por la independencia --grandes hombres han caído
abatidos por la dictadura castrista o vencidos por la edad y un largo exilio--,
han podido destruir el amor de sus hijos por su tierra, que ahí están
y siempre estarán, los ''pinos nuevos'' de los que hablaba Martí.
Eso es algo que reconforta, porque es prueba de que el relevo existe, está
ahí, luchando y trabajando como hicieron los que ya no están.
La primera República: política, civismo y soberanía, de
Marifeli Pérez-Stable; Apuntes sobre la revolución cubana de 1933,
de Luis Aguilar León; Meditación en Key West. Cinco tesis sobre el
centenario, de Rafael Rojas; Martí, Lezama, Mañach ante la
historiografía de Cuba, de María Poumier; Filosofía y República,
de Emilio Ichikawa y El exilio cubano de París: apuntes para su historia,
de Javier de Castro Mori, son los ensayos agrupados bajo Política. En
Economía y Sociedad podemos leer Antecedentes y datos acerca de la religión
en la Cuba republicana, de Marcos Antonio Ramos; La religiosidad popular en
Cuba: la santería como paradigma en el siglo XX, de Mercedes Cros
Sandoval; La medicina cubana: de la República al exilio, de Virgilio F.
Beato; La Educación en la Cuba republicana, de Rogelio de la Torre; Cuba
industriosa, de Marta Ramos Sicilia y Raúl Maestri (1908-1973): un cubano
olvidado, de José Ignacio Rasco. Y en Cultura, la más amplia de
las secciones tenemos Arquitectura y urbanismo en la República de Cuba:
antecedentes, evolución y estructuras de apoyo, de Nicolás
Quintana; La vanguardia acosada: la pintura cubana contra la Academia y el
dogma, de William Navarrete; La huella y su imagen. Contemporaneidad y memoria
de las artes plásticas cubanas en Estados Unidos, de Diana Alvarez;
Modelando formas, de Marc Andries Smit; Rostros de la narrativa cubana, de Luis
de la Paz, El humor en la literatura frente a la opresión, de Estrella
Busto Ogden; Reescrituras de lo social en la voz de la mujer en Cuba. Desde el
jardín a la tribuna (1902-1959), de Madeline Cámara; El peso del
espejo, la isla de la paciencia: 100 años de poesía cubana, de
Germán Guerra; Apuntes para un teatro republicano, de Héctor
Santiago; El teatro cubano del exilio, de Matías Montes Huidobro; La música
cubana (1902-1959), de Cristóbal Díaz Ayala; La ronda del exilio:
una música con alas, de William Navarrete; La pantalla insomne: del cine
republicano al cine actual, de Alejandro Ríos; La radio y la televisión:
de Cuba al exilio, de Rosendo Rosell; Memorias del porvenir: la restauración
del espacio público, de Wilfredo Cancio Isla y Botánica insular:
una batalla ecológica y jardines invisibles, de Daniel Fernández.
El libro cierra con un índice de autores y un índice onomástico.
Todo este material se enriquece con un bello y cuidado trabajo de edición
y la portada e ilustraciones interiores de Ramón Alejandro que le dan
personalidad y carácter propios a la obra.
Un libro, en fin, valioso e imprescindible para todo aquel interesado en la
historia y la cultura cubanas. Y muy especialmente, para los cubanos, porque
como aclara Navarrete en el prólogo, ``A los exiliados cubanos y a los
cubanos que se sienten oprimidos dentro de la Isla, a todos los que no podremos
vivir en paz hasta que el sueño republicano vuelva a hacerse realidad,
queremos dedicar este libro''. |