Frank Calzon.
El Nuevo Herald,
mayo 24, 2002.
Para Fidel Castro, todo aquél que no piense como él es un
''lacayo del imperialismo'' y un traidor. Nada de líderes opositores ni
adversarios políticos. En la mente totalitaria no se conciben los
desacuerdos honestos en materia de política.
Al igual que Mussolini, Castro resulta a veces una persona encantadora. Así
se ha comportado con David Rockefeller, con Danielle Mitterrand, con Gabriel
García Márquez y así lo ha hecho ahora con el ex presidente
de Estados Unidos, Jimmy Carter. Para recibir a Carter, Castro hizo tocar el
himno nacional de Estados Unidos; este agradable anfitrión es el mismo
personaje que le da protección a norteamericanos que figuran entre los
''fugitivos de la justicia'' del FBI. En 1998, Castro celebraba un informe del
Departamento de Defensa de Estados Unidos que decía que La Habana ya no
era una amenaza para Estados Unidos. Según Castro, el documento era ``un
informe objetivo hecho por gente seria''.
Cuando Christopher Marquis --que escribía entonces para The Miami
Herald--, reveló las conclusiones de aquel informe antes de que se
hiciera público oficialmente, la información avivó la campaña
a favor del levantamiento del embargo. El informe alegaba que el poderío
militar cubano había sido ampliamente reducido, y restaba importancia al
peligro que las armas químicas o biológicas de Castro podían
representar. Varias organizaciones que abogaban entonces por el levantamiento
del embargo se hicieron eco del informe.
Pero la semana pasada, el funcionario norteamericano de más alto
rango en el área de control de armamentos y seguridad internacional
declaró que el susodicho informe había sido un hábil
trabajo de desinformación por parte de los servicios de inteligencia de
Castro. Añadió el funcionario que la principal analista sobre Cuba
en la Agencia de Inteligencia para la Defensa ''que tuvo que ver con la redacción
del informe'' era una espía de Castro. Ana Belén Montes se ha
declarado culpable de espiar para Cuba.
Lo que nos trae de nuevo a Jimmy Carter, uno de los hombres más
decentes y honestos que pueda haber ocupado la Casa Blanca, cuya campaña
a favor de los derechos humanos le ha brindado esperanza a millones de personas
en el mundo. Carter demostró ser menos diestro en lidiar con lo que el
presidente Reagan calificaba, y ahora el presidente Bush, califica de ''regímenes
del mal'', como le sucedió con la crisis de los rehenes que lo enfrentó
a Irán. No en balde Carter no logró ser reelecto presidente de
Estados Unidos. Ahora resulta que ha cruzado el Estrecho de la Florida con sus
prejuicios políticos a cuestas y ha llegado a La Habana, desde donde ha
declarado que Castro no está involucrado en ese asunto de las armas bioquímicas.
Según Carter, el experto del gobierno norteamericano que le preparó
para el viaje dijo no saber nada sobre ese tema. Pero, ¿quién dijo
que Carter y sus asesores tienen que depender de información secreta del
gobierno norteamericano? El Centro Carter cuenta con un ejemplar del libro
Biohazard, de Ken Alibek, publicado por la editorial Random House en 1999, donde
el que fuera vicedirector del programa soviético para el desarrollo de
armas bioquímicas revela que ``Cuba cuenta con un programa de armas biológicas
activo''.
Apenas unos días antes del viaje de Carter, el periódico The
New York Times informaba lo siguiente: 'José de la Fuente, ex director de
investigaciones del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología
de Cuba, escribió el año pasado en la revista Nature Biotechnology
que estaba `profundamente preocupado' con la venta [por parte de Cuba] de
tecnología de 'doble propósito' a Irán''.
En una vista ante el Congreso el pasado mes de octubre sobre el tema
''Combatiendo el terrorismo: Hacia una valorización de la amenaza de un
ataque con armas bioquímicas'', Alibek declaró que luego que el
periódico The Miami Herald citara sus declaraciones en 1999, ''la situación
se tornó muy confusa... el Departamento de Estado dijo que no tenía
información sobre ningún programa cubano de ofensiva de armas biológicas,
al tiempo que la Agencia de Inteligencia para la Defensa incluía a Cuba
en la lista de países activos en el área de armas biológicas''.
Puede que aquella confusión del gobierno norteamericano se debiera a la
labor de la ahora notable Ana Belén Montes.
La historia del siglo XX está llena de ejemplos de peregrinos políticos
bien intencionados. Un hombre también decentísimo como
Chamberlain, el primer ministro británico, regresó a Londres luego
de su reunión en Munich asegurándole a todos sobre las buenas
intenciones de Hitler. Walter Durante, periodista de The New York Times, ganador
del premio Pulitzer, calificó de propaganda antisoviética las
noticias de la hambruna organizada por Stalin que cobraría millones de
vidas.
En 1958, otra luminaria de The New York Times visitó a Fidel Castro
en la Sierra Maestra. Herbert Matthews reportaría en aquel entonces para
el diario neoyorquino que Castro contaba con unas fuerzas rebeldes de
envergadura. Hoy sabemos que Castro orquestó estos efectos especiales con
un puñado de hombres a quienes dio órdenes de moverse en
diferentes direcciones durante la noche para crear un efecto de intensa
actividad.
¿Y cómo sabemos esto? Pues de la misma manera que sabemos lo que
hablaron por teléfono en calidad confidencial el dictador cubano y el
presidente Vicente Fox de México: Fidel mismo lo contó. Si a
Castro se le ocurre algún día revelar los secretos de la visita de
Carter a La Habana, podemos imaginarnos de antemano el brillo macabro en sus
ojos cuando hable de Carter como otra ''gente seria'' que tocó el tema de
las armas biológicas.
No obstante, el ex presidente Jimmy Carter no es ni Chamberlain, ni Durante.
En última instancia, puede que sus palabras sobre libertad y democracia
logren socavar el poder de Castro.
Director ejecutivo del Centro para
una Cuba Libre.
© El Nuevo Herald |