CUBANET .INDEPENDIENTE

24 de mayo, 2002



El retorno de las transferencias

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, mayo (www.cubanet.org) - La segunda mañana del arribo de las lluvias de mayo a esta Habana ya no tanto del picadillo de soya sorprendió con la difusión de una noticia a través de la emisora Radio Reloj. Según la misma, la dirección del servicio de transportes públicos capitalino decidió reorganizar las rutas de autobuses sobre la base de "resucitar" las transferencias.

Las transferencias son un sistema de abono de pasajes que permite a los viajeros cambiar de ruta sin realizar un segundo e igual pago que el básico. Desde el punto de vista de la organización de un sistema de transporte público como el de Ciudad La Habana, posibilita unificar los flujos de pasajeros y de este modo ganar en eficacia y rapidez, siempre y cuando los eslabones de la cadena se hallen sincronizados. Más en el caso de La Habana, donde el mencionado sistema depende exclusivamente de autobuses de diversos tipos.

Las transferencias tienen en la historia habanera larga data. Se emplearon antes de 1959 e incluso hasta mediados de los 60 del siglo pasado, cuando por ocho centavos de boleto básico y dos por uno de transbordo fue posible beneficiarse de sus ventajas hasta que el gobierno de Fidel Castro hizo de las acostumbradas suyas. Medidas populistas adoptadas durante la llamada "ofensiva revolucionaria" de 1968 eliminaron el sistema de transferencias y reorganizaron las rutas de transporte público a partir de una concepción nombrada origen-destino, fundadas sobre rutas directas, que a la postre terminó por desorganizar vías formadas históricamente. Debates de sobra hubo a fines de los 80, e irónico humorismo también, a consecuencia del caos en que cayó el sistema de transporte público de La Habana.

Tales debates fueron interrumpidos por la llegada del período especial, que prácticamente redujo a cero el transporte capitalino y obligó a la ciudadanía a una práctica masiva del ciclismo, en la modalidad de pedaleo sin calorías. Ahora, a más de diez años del inicio de una era que parece no terminar, y cuando una supuesta recuperación del transporte público debe ser entendida como menos del 50 por ciento de aquello con lo que se contó (nada elogiable, por cierto) la reaparición de las transferencias invita a meditar.

Hasta el momento no se conoce si el reordenamiento del flujo de transporte sobre la base del sistema de transferencias logrará hacerse a partir de lo que sustenta a este sistema: la sincronización de rutas, la cercanía de paradas de tomar y dejar pasaje y el acoplamiento de los tiempos de viaje a los cambios de luces de los semáforos. Cuando las rutas capitalinas aparecían bajo transbordos sistematizados, todos estos factores fueron tomados en cuenta, de modo que un viajero no se veía obligado a recorrer grandes distancias para cambiar de autobús, y éstos llegaban en tiempo a paradas a su vez sincronizadas con los cambios de los semáforos. Semejante perfección no parece que pueda lograrse en las actuales circunstancias capitalinas, donde un gigantesco metrobús (llamado camello) puede ver disminuida su velocidad promedio por una caravana de los célebres bicitaxistas, individuos que a puro pedal transportan pasajeros por lugares bien populosos de la ciudad. Por otro lado, las autoridades de transporte de la capital ya han expresado sus razones para retornar a las transferencias: existen rutas de autobuses que sólo disponen de un carro. O sea, más bien se trata de concentrar la escasez, que de marchar hacia la reorganización en busca de eficiencia, entendida ésta como existencia de recursos bien administrados.

Así las cosas, el retorno de las transferencias avisa, más que de un avance, de la impotencia para un real ir hacia delante. Parece recurso extremo, más que política bien concertada, donde el apoyo al ya no despreciable sector de los transportistas privados pudiera integrar, junto al servicio público, una alternativa racional para las actuales condiciones de escasez de equipos de transporte.

Muy sintomático que el gobierno reprima a los privados y recurra a las transferencias. Todo un síntoma de ausencia de voluntad política resolutiva. Sin dudas, todo un síntoma.


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