Vicente y la
gente
Amarilis Cortina Rey, Cuba-Verdad
LA HABANA, mayo (www.cubanet.org) - "¿Dónde va Vicente?
Donde va la gente", dicen muchos habaneros, en lo que algunos consideran un
refrán antiguo y otros aseguran que es una frase que se ha arraigado en
la población para señalar la pérdida de la voluntad y la
capacidad de exponer los criterios propios, o sea, la falta de decisión.
También se oye "Vicente va donde va la gente", o viceversa,
pero no importa cómo se exprese, sino que el problema radica en que la
gente va para no buscarse problemas y, como dijo Václac Havel, mantener
una vida relativamente tranquila.
Esta es la regla en el juego de la Cuba de estos tiempos, donde el cubano de
la isla sobrevive a base de la doble moral y la mayoría de ellos
considera intrascendente que le hayan erigido un monumento a John Lennon o que
James Carter o el Papa Juan Pablo II viajen a este país, porque la gente
está muy ocupada en cómo alimentarse, vestirse, calzarse,
transportarse, conseguir medicinas...
Sin embargo, la visita del ex presidente estadounidense ocasionó
algunos eventos que vale la pena señalar.
Carter visitó el poblado Managua, ubicado en las afueras de la
capital cubana, exactamente en el municipio Arroyo Naranjo.
Días antes de la visita, el primer secretario del Partido Comunista
en la capital y miembro de su buró político, Esteban Lazo, arribó
a Managua y se reunió con los funcionarios de los lugares donde pudiera
presentarse Carter. A partir de ese momento había agentes de la policía
política por doquier y los inspectores del Estado la emprendieron a
multas con la ciudadanía por cualquier motivo insignificante.
Misteriosa y vertiginosamente se arreglaron calles que llevaban décadas
esperando por ello, se limpió, se recogió la basura, se pintaron
los contenes de las aceras y la edificación donde radica el Centro de
Computación, donde recibirían a Carter, pero no se logró la
eliminación de los cientos y cientos de moscas que revolotean sobre las
libras de pan que a diez pesos venden en el comercio situado al lado de aquella
instalación.
Por último, el 15 de mayo, día de la visita de Carter a
Managua, se decretó una especie de toque de queda cuando el gobierno
local prohibió a los trabajadores por cuenta propia que abrieran sus
timbiriches, y cerraron todas las bodegas, carnicerías y puestos de
vianda donde la población adquiere los pocos productos que venden por la
libreta de racionamiento, al parecer para que Carter no presenciara la terrible
apariencia de estos comercios.
Sin embargo, los funcionarios sí autorizaron que las tiendas
dolarizadas no detuvieran la recaudación de la moneda del enemigo.
Carter vio a Managua, pero los residentes de Managua no vieron a Carter ya
que tuvieron que conformarse con observar una caravana de modernos y
confortables automóviles, con las ventanillas cerradas, que pasó
casi a la velocidad del sonido. Las pocas figuras que se divisaron fugazmente en
el interior de los carros ni siquiera miraron hacia donde estaban los habitantes
de Managua.
Más tarde, en el noticiero nacional de televisión, los
periodistas oficialistas hablaron de la visita de Carter a Cuba pero no se
pronunció el nombre Managua en ningún momento y tampoco el
esfuerzo de sus pobladores.
La situación en Cuba continúa igual: un inmovilismo donde el
gobierno aparenta moverse recibiendo visitantes notorios, realizando congresos,
televisando tribunas abiertas y mesas redondas. El asunto es que la gente siga
a... Vicente, hasta ver qué ocurre.
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