CUBANET .INDEPENDIENTE

23 de mayo, 2002


¡Ataja!

Ramón Díaz-Marzo

HABANA VIEJA, mayo (www.cubanet.org) - El domingo 19 de mayo, aproximadamente a las 10 y media de la mañana, la voz de ¡atájalo! inundó el espacio comprendido en la calle de Obispo entre Bernaza y Villegas. Los transeúntes se quedaron detenidos mirando en todas direcciones y primero vieron pasar a un joven de tez blanca corriendo, y a los pocos segundos un hombre sesentón que, para correr, por razones que desconocemos, llevaba la mano derecha metida entre las dos piernas.

En las esquinas de Obispo y Villegas dos policías al percartarse del hecho entraron en acción. El ladrón había doblado por la calle de Villegas.

Los transeúntes de la concurrida calle del Obispo, que al principio se habían quedado detenidos, despertaron del letargo, y con esa malévola felicidad que en La Habana provoca el sonido de la palabra "¡ATAJA!", también comenzaron a correr.

Al principio pensé que se trataba de un carterista, un arrebatador de cadenas, ¡un asesino!, y yo también salí corriendo.

Al llegar al lugar de la escena: calle O'Rreilly haciendo esquina con la calle Villegas, el ladrón estaba rodeado por dos policías, y el viejo que, anteriormente ya hemos dicho que para correr tenía que aguantarse los pantalones.

En la acera que se corresponde con el estudio-taller del famoso escultor cubano De-Larra, se encontraban los cuatro personajes del lado oscuro de esta historia, y en la acera de enfrente, separados por la estrecha calle de O'Reilly, los curiosos que me recordaron a los espectadores del circo romano.

Uno de los policías sujetaba un libro y el carnet de identificación del detenido. El otro policía tenía un pequeño radio transmisor a través del cual ya le estaba enviando a la planta el nombre del delincuente. El perseguidor (el viejo) saltaba de alegría, y en su rostro podían leerse los signos inconfundibles de la crueldad.

Crucé la calle O'Reilly. Subí a la acera y me coloqué cuerpo a cuerpo con los dos policías, el viejo sesentón, y el joven ladrón. A las preguntas que formulé, tanto de los policías como del viejo, obtuve respuestas. Parece que los tres personajes que estaban de parte de la Ley me otorgaron autoridad cuando me vieron llegar hasta ellos sin miedo.

Le pregunté al viejo qué había ocurrido. El viejo me explicó que se trataba del robo de un libro de los estantes de la librería "La Moderna Poesía" (recientemente abierta con el capital de un español que trae los libros de España y los revende aquí en La Habana). Me volví hacia uno de lo policías y le indiqué que me dejara ver el libro. El policía accedió. He aquí el titulo del libro y el nombre de su autor: "Materia Oscura" (la perfección del asesinato científico) por Garfield Reevez-Stevens.

Yo traía algunos dólares en la cartera y le pregunté al viejo cuál era el precio del libro.

- ¡Cuatro dólares!

- Quiero hacer un trato con usted, señor -comencé a decirle al viejo. No conozco al joven, pero deseo pagar el importe del libro con tal de que le den una oportunidad. Recuerde usted lo que dijo nuestro José Martí sobre los ladrones de libros. También recuerde que no se trata de un delincuente, sino de un joven sin dinero. Cuatro dólares son 104 pesos en moneda nacional, prácticamente el sueldo de un obrero cubano.

- ¡De ningún modo! -contestó el viejo con una sicología que me recordó a Danglars y Villefort, personajes literarios que perdieron, por pura maldad, al honesto Edmundo Dantes y lo hicieron permanecer en una inmunda mazmorra del Castillo de If durante 14 años, para después convertirlo en el terrible Conde de Monte Cristo.

Uno de los policías que me había oído dijo que de ningún modo:

- Aquí se ha cometido un delito. Y aunque el trabajador de la librería acepte su propuesta yo no lo permitiré.

Y el viejo sesentón, de cuyos ojos salía sólo Dios sabrá cuantas frustraciones, me replicó:

- De ocho meses en la cárcel no hay quien lo salve.

Entonces sin poder contenerme exclamé:

- Aquí, en este país, hay mucha gente con aspecto decente que sí son verdaderos delincuentes, que le roban al pueblo y permanecen detrás de sus cargos de gerentes de tiendas en divisas libremente convertible.

Los policías no me respondieron, y el viejo sesentón no me sostuvo la mirada. Aquellos tres personajes estaban demasiado ocupados esperando al carro de la patrulla policial.

Ramón Díaz-Marzo es el autor de la novela "Cartas a Leandro", publicada por CubaNet.

Lea fragmentos de la novela.


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