¡Ataja!
Ramón Díaz-Marzo
HABANA VIEJA, mayo (www.cubanet.org) - El domingo 19 de mayo,
aproximadamente a las 10 y media de la mañana, la voz de ¡atájalo!
inundó el espacio comprendido en la calle de Obispo entre Bernaza y
Villegas. Los transeúntes se quedaron detenidos mirando en todas
direcciones y primero vieron pasar a un joven de tez blanca corriendo, y a los
pocos segundos un hombre sesentón que, para correr, por razones que
desconocemos, llevaba la mano derecha metida entre las dos piernas.
En las esquinas de Obispo y Villegas dos policías al percartarse del
hecho entraron en acción. El ladrón había doblado por la
calle de Villegas.
Los transeúntes de la concurrida calle del Obispo, que al principio
se habían quedado detenidos, despertaron del letargo, y con esa malévola
felicidad que en La Habana provoca el sonido de la palabra "¡ATAJA!",
también comenzaron a correr.
Al principio pensé que se trataba de un carterista, un arrebatador de
cadenas, ¡un asesino!, y yo también salí corriendo.
Al llegar al lugar de la escena: calle O'Rreilly haciendo esquina con la
calle Villegas, el ladrón estaba rodeado por dos policías, y el
viejo que, anteriormente ya hemos dicho que para correr tenía que
aguantarse los pantalones.
En la acera que se corresponde con el estudio-taller del famoso escultor
cubano De-Larra, se encontraban los cuatro personajes del lado oscuro de esta
historia, y en la acera de enfrente, separados por la estrecha calle de
O'Reilly, los curiosos que me recordaron a los espectadores del circo romano.
Uno de los policías sujetaba un libro y el carnet de identificación
del detenido. El otro policía tenía un pequeño radio
transmisor a través del cual ya le estaba enviando a la planta el nombre
del delincuente. El perseguidor (el viejo) saltaba de alegría, y en su
rostro podían leerse los signos inconfundibles de la crueldad.
Crucé la calle O'Reilly. Subí a la acera y me coloqué
cuerpo a cuerpo con los dos policías, el viejo sesentón, y el
joven ladrón. A las preguntas que formulé, tanto de los policías
como del viejo, obtuve respuestas. Parece que los tres personajes que estaban de
parte de la Ley me otorgaron autoridad cuando me vieron llegar hasta ellos sin
miedo.
Le pregunté al viejo qué había ocurrido. El viejo me
explicó que se trataba del robo de un libro de los estantes de la librería
"La Moderna Poesía" (recientemente abierta con el capital de un
español que trae los libros de España y los revende aquí en
La Habana). Me volví hacia uno de lo policías y le indiqué
que me dejara ver el libro. El policía accedió. He aquí el
titulo del libro y el nombre de su autor: "Materia Oscura" (la
perfección del asesinato científico) por Garfield Reevez-Stevens.
Yo traía algunos dólares en la cartera y le pregunté al
viejo cuál era el precio del libro.
- ¡Cuatro dólares!
- Quiero hacer un trato con usted, señor -comencé a decirle al
viejo. No conozco al joven, pero deseo pagar el importe del libro con tal de que
le den una oportunidad. Recuerde usted lo que dijo nuestro José Martí
sobre los ladrones de libros. También recuerde que no se trata de un
delincuente, sino de un joven sin dinero. Cuatro dólares son 104 pesos en
moneda nacional, prácticamente el sueldo de un obrero cubano.
- ¡De ningún modo! -contestó el viejo con una sicología
que me recordó a Danglars y Villefort, personajes literarios que
perdieron, por pura maldad, al honesto Edmundo Dantes y lo hicieron permanecer
en una inmunda mazmorra del Castillo de If durante 14 años, para después
convertirlo en el terrible Conde de Monte Cristo.
Uno de los policías que me había oído dijo que de ningún
modo:
- Aquí se ha cometido un delito. Y aunque el trabajador de la librería
acepte su propuesta yo no lo permitiré.
Y el viejo sesentón, de cuyos ojos salía sólo Dios sabrá
cuantas frustraciones, me replicó:
- De ocho meses en la cárcel no hay quien lo salve.
Entonces sin poder contenerme exclamé:
- Aquí, en este país, hay mucha gente con aspecto decente que
sí son verdaderos delincuentes, que le roban al pueblo y permanecen detrás
de sus cargos de gerentes de tiendas en divisas libremente convertible.
Los policías no me respondieron, y el viejo sesentón no me
sostuvo la mirada. Aquellos tres personajes estaban demasiado ocupados esperando
al carro de la patrulla policial.
Ramón Díaz-Marzo es el autor de la novela "Cartas a
Leandro", publicada por CubaNet.
|
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|