¿Y qué
después de Carter?
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, mayo (www.cubanet.org) - Quizás valga la pena escribir
estas apuradas líneas tras haber participado como uno de los
representativos del periodismo independiente cubano en un encuentro con el ex
presidente de los Estados Unidos de América, James Carter, de visita en
La Habana. Quizás valga la pena por el aquello de la anécdota
atesorada cuando esperaba el automóvil que me condujo a un lugar de cita
previa.
A paso de bastón salí por el corredor que da entrada al
edificio donde resido. A la puerta, un par de vecinos conversaban. Uno de ellos,
convaleciente de una fractura en un pie, me preguntó con cierta ironía
si iba a entrevistarme con Carter. Me vio vestido de oscuro, sobre a la mano, y
él sabe quien soy.
"Aunque te parezca mentira, voy exactamente a eso" -respondí.
"Entonces te toca hablar por nosotros" -dijo casi como si me lo
ordenara.
Prácticamente hasta unos minutos antes de mi encuentro con Carter, no
dejé de pensar en la reacción de mi vecino. No precisamente
acostumbrado a "meterse en política" pero en estos meses
sufriendo no sólo las contingencias de vivir en una era ya no tanto del
picadillo de soya, sino además con un pie fracturado que le ha hecho
pasar por crudas realidades de la asistencia médica en la isla. Desde
luego, nada comparables al estado de la salud en Africa. Pero sí algo
bien concreto, si se sabe que las estadísticas oficiales permiten estimar
que el cubano común de hoy dispone de alrededor de sólo el 60 por
ciento de los medicamentos con que contaba en 1985.
A mi vecino no le interesa la política. Pero sí tener
medicinas. Puede que aún no atrape el vínculo exacto entre lo uno
y lo otro. Pero aún así, desde su personal circunstancia, se
pregunta lo mismo que Carter en su discurso en la Universidad de La Habana,
cuando él afirmó: "La dura realidad es que ni los Estados
Unidos ni Cuba han logrado definir una relación que sea positiva y
beneficiosa. ¿Será posible que este nuevo siglo pueda encontrar a
dos pueblos vecinos que vivan en paz y armonía?"
Creo éste el punto observable en todo lo hecho por Carter durante su
habanera visita. Si hasta ahora esa relación entre ambos países ha
seguido en gran medida la lógica pasional de todos los conflictos, lo
nuevo que aporta el norteamericano, sobre todo por la fuerza de la publicidad,
es aunque sea abrir una ventanilla hacia vías de colaboración
donde las partes en pugna puedan identificar nuevos intereses que dejan atrás,
al participar en lo común, el lado exactamente pasional del contencioso.
Más claro ni el agua, cualquier conocedor nombra a esa estrategia con un
sustantivo inapelable: mediación.
Hasta aquí, Carter parece ir por buen camino, aunque las buenas
intenciones puedan conducir al Infierno, siempre mascullan los involucrados en
el bele bele. No obstante, la pregunta aún sin respuesta es si las "partes
conflictivas" están preparadas para jugar ese juego. Lo ocurrido en
la Universidad de La Habana, el modo con que un decano y varios estudiantes
intentaron arrastrar al norteamericano hacia un debate estéril, muestra
cuán poco se halla preparada La Habana para abordar su relación
con los Estados Unidos a partir de una lógica distinta a la del
tirapiedras. Por su lado, no encuentro en la nación del Potomac ejemplos
dignos de imitar, con mi respecto y con el perdón de James Carter.
Supóngase que el granjero productor de cacahuetes -como Carter se
nombró a sí mismo- identifica ciertas áreas de interés
común y hasta llega a una relación colaborativa entre ambos países,
por lo menos en dichas áreas. ¿Se verá a las "partes
conflictivas" envueltas en una real colaboración, o sólo
haciendo que colaboran? Es una de las incógnitas. Más de uno en La
Habana, más de uno en Washington y también en Miami trabajarán
de firme para sabotear cuanto se alcance, y eso sin saber si la publicitada
visita sólo quedará en buenas intenciones. Otra de las incógnitas,
por cierto, pues lo que Carter propone va mucho más allá de
hacerse el bueno en el regateo de las conocidas "listicas de presos".
Y esto sí lo garantizo porque lo tuve frente a frente, y bien que nos
miramos a los ojos, razón por la cual comprendo a mi vecino, quien me
recibió al retorno con una sola interrogante: "Y ahora dime,
periodista, ¿y qué después de Carter?"
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|