CUBANET .INDEPENDIENTE

20 de mayo, 2002


¿Y qué después de Carter?

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, mayo (www.cubanet.org) - Quizás valga la pena escribir estas apuradas líneas tras haber participado como uno de los representativos del periodismo independiente cubano en un encuentro con el ex presidente de los Estados Unidos de América, James Carter, de visita en La Habana. Quizás valga la pena por el aquello de la anécdota atesorada cuando esperaba el automóvil que me condujo a un lugar de cita previa.

A paso de bastón salí por el corredor que da entrada al edificio donde resido. A la puerta, un par de vecinos conversaban. Uno de ellos, convaleciente de una fractura en un pie, me preguntó con cierta ironía si iba a entrevistarme con Carter. Me vio vestido de oscuro, sobre a la mano, y él sabe quien soy.

"Aunque te parezca mentira, voy exactamente a eso" -respondí.

"Entonces te toca hablar por nosotros" -dijo casi como si me lo ordenara.

Prácticamente hasta unos minutos antes de mi encuentro con Carter, no dejé de pensar en la reacción de mi vecino. No precisamente acostumbrado a "meterse en política" pero en estos meses sufriendo no sólo las contingencias de vivir en una era ya no tanto del picadillo de soya, sino además con un pie fracturado que le ha hecho pasar por crudas realidades de la asistencia médica en la isla. Desde luego, nada comparables al estado de la salud en Africa. Pero sí algo bien concreto, si se sabe que las estadísticas oficiales permiten estimar que el cubano común de hoy dispone de alrededor de sólo el 60 por ciento de los medicamentos con que contaba en 1985.

A mi vecino no le interesa la política. Pero sí tener medicinas. Puede que aún no atrape el vínculo exacto entre lo uno y lo otro. Pero aún así, desde su personal circunstancia, se pregunta lo mismo que Carter en su discurso en la Universidad de La Habana, cuando él afirmó: "La dura realidad es que ni los Estados Unidos ni Cuba han logrado definir una relación que sea positiva y beneficiosa. ¿Será posible que este nuevo siglo pueda encontrar a dos pueblos vecinos que vivan en paz y armonía?"

Creo éste el punto observable en todo lo hecho por Carter durante su habanera visita. Si hasta ahora esa relación entre ambos países ha seguido en gran medida la lógica pasional de todos los conflictos, lo nuevo que aporta el norteamericano, sobre todo por la fuerza de la publicidad, es aunque sea abrir una ventanilla hacia vías de colaboración donde las partes en pugna puedan identificar nuevos intereses que dejan atrás, al participar en lo común, el lado exactamente pasional del contencioso. Más claro ni el agua, cualquier conocedor nombra a esa estrategia con un sustantivo inapelable: mediación.

Hasta aquí, Carter parece ir por buen camino, aunque las buenas intenciones puedan conducir al Infierno, siempre mascullan los involucrados en el bele bele. No obstante, la pregunta aún sin respuesta es si las "partes conflictivas" están preparadas para jugar ese juego. Lo ocurrido en la Universidad de La Habana, el modo con que un decano y varios estudiantes intentaron arrastrar al norteamericano hacia un debate estéril, muestra cuán poco se halla preparada La Habana para abordar su relación con los Estados Unidos a partir de una lógica distinta a la del tirapiedras. Por su lado, no encuentro en la nación del Potomac ejemplos dignos de imitar, con mi respecto y con el perdón de James Carter.

Supóngase que el granjero productor de cacahuetes -como Carter se nombró a sí mismo- identifica ciertas áreas de interés común y hasta llega a una relación colaborativa entre ambos países, por lo menos en dichas áreas. ¿Se verá a las "partes conflictivas" envueltas en una real colaboración, o sólo haciendo que colaboran? Es una de las incógnitas. Más de uno en La Habana, más de uno en Washington y también en Miami trabajarán de firme para sabotear cuanto se alcance, y eso sin saber si la publicitada visita sólo quedará en buenas intenciones. Otra de las incógnitas, por cierto, pues lo que Carter propone va mucho más allá de hacerse el bueno en el regateo de las conocidas "listicas de presos". Y esto sí lo garantizo porque lo tuve frente a frente, y bien que nos miramos a los ojos, razón por la cual comprendo a mi vecino, quien me recibió al retorno con una sola interrogante: "Y ahora dime, periodista, ¿y qué después de Carter?"


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