CUBANET... INTERNACIONAL

Mayo 17, 2002



¿Vive la República de Cuba?

Belkis Cuza Malé. El Nuevo Herald. Mayo 17, 2002.

De pequeña pintaba, como todos los niños, banderitas cubanas y palmas. Pero vaya usted a saber por qué, no me gustaban las palmas. Me parecían feas, tristes, con peñacho igualito al sombrero del dictador Trujillo, o quizás fuese ese bohío --símbolo de la miseria campesina--, que completaba el dibujito de la palma. A más de cuarenta años de la infancia, he vuelto a reconciliarme con ese árbol, y sueño con sembrarlo en mi patio de Texas, donde algunos sostienen todavía la memoria de otra ''república'', con bandera casi igual a la de Carlos Manuel de Céspedes.

Pero la verdadera historia de nuestra República, la cubana, está velada por mil y una interpretaciones. No sé quién comenzó primero con la campaña de nuestros fracasos. No sé quién empezó a sacarle lascas a la idea de una república frustrada y corrupta. Y de tanto repetirlo, pues nos hemos creído el peor de los cuentos: que fuimos la república abyecta y vendida, que no dejó de ser nunca colonia, ni de España ni de Estados Unidos.

Hemos vivido con el peso del fracaso sobre nuestros hombros, con la arrogancia del que juzga a las generaciones anteriores y las califica de basura. Así, terminamos aceptando como buenos los juicios de un señor que a todas luces conocía muy bien la técnica del mesmerismo, que nos hipnotizó con su discurso antimperialista, antirrepública, antitodo lo que no fuera él, sólo él. ''Nos casaron con la mentira y nos obligaron a vivir con ella'', dijo y repitió mil veces en los oídos de todos nosotros que, como corderos, aceptamos esa mentira. Y de verdad que nos cazó (con z) con la mentira y nos ha obligado a vivir chapoteando en el fango de sus interpretaciones maquiavélicas.

La República de Cuba es hoy un ser dolido, traumatizado, que sin embargo llega más bien, a pesar de los cien años, a la adolescencia. La República es una joven aquejada de un mal que la mantiene en estado de coma, y que igual que la bella durmiente del bosque espera el beso del príncipe. Pero el rey que vive encaramado en el trono de la isla, todo de verde, como disfrazado de palma que hubiese perdido su penacho, tiene aún sojuzgado al príncipe que despertará a la bella durmiente del bosque.

Pero el sentimiento antinorteamericano azuzado por las izquierdas de la época, por ese partido comunista incipiente, por ciertos intelectuales, muchos de ellos simpatizantes de secretas alianzas con la Unión Soviética de Stalin, reafirmó ideas que años después se verían ampliadas por Fidel Castro.

La historia no ha recogido aún en forma detallada la participación de intelectuales y burgueses en el desarrollo de estas ideas antinorteamericanas, alentadas por la mano larga de la Unión Soviética, la KGB y su aparato de propaganda. En los años 30, muchos intelectuales cubanos eran comunistas o simpatizantes, y el partido estaba en manos de Rubén Martínez Villena, un poeta de versos más bien melancólicos, que regresó decepcionado de su estancia en la Unión Soviética, adonde había sido enviado en busca de una cura para su tuberculosis. Martínez Villena regresó a morir a Cuba, pero ahí quedaban sus cartas a Asela donde mostró la frustración de haber conocido el verdadero rostro de los jerarcas revolucionarios, la vida de privilegios que llevaban.

Julio Antonio Mella, un joven atleta, estudiante universitario, figura mítica de la vida cubana durante la tiranía machadista, fue fundador del partido comunista cubano, pero su ardor revolucionario podría catalogarse como fruto de la fantasía que alimentaba ese ''fantasma que recorría el mundo'', entonces en busca de adeptos. Mella, con madera de líder y ansias de poder, fue en parte responsable de muchas de las ideas antimperialistas de la época.

Pero hubo también burguesas, señoras de sus casas, madres e intelectuales que se dieron a la tarea de propagar la ''fe'' de las corrientes en boga.

Machado fue el pretexto para atacar la vida civil. Mujeres como Renée Méndez Capote, Calixta Guiteras, Loló de la Torriente, María Villar Buceta, entre otras, figuras casi todas prominentes de la alta sociedad, y también escritoras e intelectuales de prestigio, no sólo apoyaron las ideas comunistas y antinorteamericanas, sino que participaron en actividades revolucionarias en la década de los treinta, cavaron túneles, transportaron armas y se convirtieron en combatientes de ideales que a la larga terminaron con la corta vida de la República y dieron lugar a estos males actuales. Se equivocaron, por supuesto. Y lo reconocieron muchos años después. Salvo en el caso de René Méndez Capote, puedo decir que las otras se sintieron frustradas y arrepentidas en su vejez, época en que las conocí y traté, pues son tema de uno de mis libros.

Cien años sin vejez va a cumplir la República de Cuba, pues lleva casi la mitad de su existencia esperando por el beso del príncipe que la despierte y la haga vivir de nuevo. Un alma en reposo, sufriendo en silencio, esperando por la mano de Dios que, como a Lázaro, le diga ''levántate y anda''. Así sea.

¡Viva la República de Cuba!

belkisbell@aol.com

© El Nuevo Herald

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