Carter sobre
alfombra
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, mayo - James Carter está en Cuba. Sobrevolará La
Habana en una alfombra conducida por Aladino. No podrá realmente conocer
nuestra realidad.
En su honor se han ofrecido recepciones y cenas. Se le ha llevado de la mano
a lugares históricos y centros de desarrollo. Los elogios no han sido
pocos y el pueblo cubano, desconcertado y eufórico, después de
haber visto en el aeropuerto flotando juntas a las banderas de las dos naciones,
cree y espera una ansiada mejoría en las relaciones
cubano-estadounidenses.
James Carter fue, a mi modo de ver, el presidente norteamericano que, con su
política de acercamiento, socavara más las bases populares del "socialismo
criollo" y enfrentó al pueblo cubano a una realidad que hasta ese
momento el gobierno castrista, por medio del ostracismo, había impedido.
Pero hoy, ya no es el presidente.
Las autoridades cubanas durante cuarenta y tres años han hecho creer
al pueblo que los norteamericanos son los únicos culpables de las
calamidades económicas que ha atravesado, y atraviesa, y que en sus manos
está el cese de tanta agonía. Por eso la visita del ex presidente
ha sido tomada, por parte de la población, desinformada, manipulada, como
una señal de esperanza. Pobre pueblo. Ingenuo pueblo. Nada ocurrirá.
James Carter hoy lucha, al igual que nosotros, sólo que él con
todas las garantías y libertades.
El diferendo cubano-estadounidense es muy largo y tiene mucha historia. No
es con la visita de un ex presidente que se resolverá. (Y aquí no
es mi intención disminuir la figura del señor James Carter, por
quien siento un profundo y sincero respeto, sino que trato de ser objetivo.) Son
diferentes las sociedades y diferentes los principios de gobernabilidad que
rigen en las dos naciones. Todos los esfuerzos del señor Carter se
estrellarán contra la testarudez totalitarista del gobierno cubano. El
pueblo será, una vez más, manipulado por medio del monopolio mediático
estatal, y seguirá pensando que los norteamericanos siguen siendo "los
malos de la película", cuando descubran que la visita del ex
mandatario sólo sirvió para una nueva campaña propagandística
por parte de la oficialidad.
Mientras James Carter fue presidente de los Estados Unidos de América
(período comprendido entre 1977-1981) y tenía el verdadero poder,
aunque dentro de un Estado de Derecho que no permite los desafueros que sí
le están dados al presidente cubano, a Fidel Castro no se le ocurrió
la idea de cursarle una invitación para sentarse a negociar con seriedad.
Es hoy, cuando sabe Dios qué trácalas para mantenerse en el poder
prepara, que lo invita y con toda cordialidad lo recibe.
¿Por qué no lo invitó cuando era presidente? Según
reconoce el propio Castro, bajo el mandato de Carter en Estados Unidos las
relaciones de ambos países tomaron matices conciliadores y se logró
abrir oficinas de intereses en ambas capitales, se le permitió a los
estadounidenses y a la comunidad cubana en el exilio viajar libremente a Cuba,
además de que se delimitaron las fronteras marítimas de Cuba, México
y Estados Unidos. Era un momento verdaderamente propicio.
Pero ocurre que a Fidel Castro no le interesa hablar de presidente a
presidente cuando sobre los hombros del presidente norteamericano recae toda la
responsabilidad de guiar esa gran nación que no se rige por caprichos
personales. No le interesaba entonces hablar con Carter, como no le interesa
ahora hablar con George W. Bush. Prefiere brindar consejos y mostrar buenas
intenciones, y así probarle al pueblo cubano que no es él (Castro)
quien entorpece las relaciones entre las dos naciones.
Para el pueblo cubano el recuerdo más vívido del período
de Carter como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica fue la
llamada apertura de la comunidad. Muchas familias divididas pudieron
reencontrarse en ese momento. Intercambiaron información. Se rompió
la cerrazón que impedía a los cubanos tener contacto con una
sociedad de la cual sólo tenían malas referencias por parte de la
propaganda oficial. Se vino abajo el mito de que Cuba era el mejor lugar del
mundo para vivir. La gente comenzó a soñar con mejorías
económicas y políticas fuera de las prometidas por el gobierno y
sobrevinieron los sucesos de la embajada de Perú y la posterior emigración
masiva por puerto Mariel. No más. Creo tener razón para pensar que
Carter fue el ariete que comenzó a derribar el muro.
Hoy aquel brillante presidente de entonces visita centros históricos
y de desarrollo de la mano de la misma oficialidad de aquella época. Nada
cambió a pesar de sus esfuerzos y de su inteligencia. Cuba aún
padece. Pero para que él no lo note, no lo llevarán a visitar una
de las tantas cárceles donde presos de conciencia comparten celdas con
reos comunes, no lo llevarán a un albergue donde familias sin viviendas
habitan, no le permitirán viajar en un "camello" ni le brindarán
una ración del delicioso "picadillo de soya", no podrá
constatar que los cubanos padecen en su propio país un apartheid turístico,
que los cubanos no pueden viajar libremente, no podrá leer un periódico
independiente, la oposición interna no podrá recibirlo en un
edificio propio y legalizado, no conocerá un "solar" a pocas
cuadras del Casco Histórico, no comprenderá, en fin, por qué
todos, desde que llegara el domingo 12, rezan para que él tenga el poder
de, por lo menos, provocar otro Mariel.
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