CUBANET .INDEPENDIENTE

13 de mayo, 2002


A paso de bastón: Tres Chinitos

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, mayo (www.cubanet.org) - Tres Chinitos es uno de los restaurantes más populares del Barrio Chino de La Habana, aunque en su menú no se incluyen especialidades como el arroz frito. Su menú se concentra en las pastas alimenticias asociadas a la cocina italiana. Por ello, la carta del establecimiento hace una importante aclaración histórica: las pastas fueron creadas por los hijos del Celeste Imperio unos 1000 años antes del nacimiento de Cristo, y dadas a conocer en Europa por Marco Polo.

Tres Chinitos ha devenido uno de los sancta santorum de los habaneros comilones y solventes en dólares. Todas sus especialidades se sirven a lo Pantagruel, a precios en moneda convertible que el vulgo dolarizado considera razonables, y tómese nota de la existencia notable de ese sector. Una pizza de más de treinta centímetros de diámetro oscila entre tres y cinco dólares, de ellas se ofrecen unas 15 variedades, todas abundantísimas en jamones, quesos y mariscos. Se peca de gula en Tres Chinitos, y se aconseja comer con esa parsimonia que los asiáticos asumen filosofalmente.

Por ver está si los gerentes del restaurante captaron una señal del mercado: en país de hambre histórica, por lo menos referida al deseo de comer lo que cada quien quiera, un servicio diseñado para golosos tendrá éxito asegurado. La línea de personas en espera para entrar a Tres Chinitos así lo demuestra, como si se hubiera divulgado a los cuatro vientos la divisa "coma hasta hartarse y además lleve para la casa".

Pocos extranjeros son visibles cada noche en Tres Chinitos. Dos, tres en un salón de más de cincuenta comensales por turno digestivo. Prefieren spaguetti y verduras, en tanto que la aplastante mayoría de cubanos se consagra a las pizzas pantagruélicas, a las cremas desbordadas, a las lasagnas altas como torres. La gula, la gula cubana tras la cual se esconde el hambre.

Tres Chinitos tiene sus curiosidades: además de precios relativamente bajos para la cantidad y calidad de la comida, es uno de los pocos restaurantes habaneros donde se incluye el servicio take out (para llevar) en la forma exigida por un estar civilizado. Una pizza "para llevar" será entregada en una bella caja azul. Por su parte, los meseros poseen tremendo ojo para detectar a los clientes "de clase". Según parece, se sienten estimulados al atenderles, quizás cansados del espectáculo que allí pueden dar ciertos "borregos de oro".

Sin embargo, Tres Chinitos ofrece una interesante pista de cómo tras la gula cubana se encuentra un tipo especial de hambre. No la del Cuarto Mundo, sino la propia de un país donde la familia promedio ha de gastar la mitad de su presupuesto en comprar alimentos, ha afirmado un economista como el Premio Nacional de la especialidad Alfredo González.

Tres Chinitos, además, permite observar cómo se perciben en la Isla ciertas prácticas gastronómicas hoy normales. No sólo por incluir el servicio "para llevar" mediante la emblemática caja azul, sino por también atender a la solicitud de envasar en una bolsa de nylon "lo que queda en la mesa", para gozar de un segundo round en la comelata, ya hogareño. Muchos clientes así lo piden, pues por lo general no pueden consumir del todo lo ordenado. La magnificencia de la carta les induce al exceso de menú, algo llamado en Cuba "comer con los ojos".

A su vez, el trasiego de bolsas provoca las críticas de otros clientes, para quienes el hecho se asocia a un extraño y quizás desagradable retorno a los cubanos 70 del siglo pasado, cuando las familias iban a los restaurantes para sumar algo al -ayer y hoy- magro, muy magro racionamiento alimenticio de más de 40 años en "el poder". Por entonces, la gente llevaba a escondidas todo tipo de envases para cargar con parte de la cena, y a veces con la cena entera. Surge así, en Tres Chinitos, la paradoja de sentir a lo moderno como antiguo, a lo bueno como malo, cual si un tipo de hambre llegare tan lejos como para invertir los valores de una cultura del yantar.

Cenar en Tres Chinitos, de este modo, pasa por aceptar el reto de no perder la concentración ante el crujir de las bolsas de nylon. Aunque, por lo menos a mí, una deliciosa pizza de jamón, queso y piña me mantuvo bien absorto. Sólo, sólo en la sobremesa el ruidillo me dio pie para recordar aquellos días de los 70, y meditar sobre las entretelas de un hambre especial e histórica.


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