Luis Zúñiga. May. 08, 2002.
El Nuevo Herald
Señor Presidente:
El mundo entero lo recuerda por su extraordinario aporte de colocar los
derechos fundamentales del ser humano como la piedra angular de la política
exterior de los Estados Unidos. A partir de su administración, ningún
gobernante alrededor del mundo ha podido sustraerse a ese importante reclamo
moral. Precisamente, por ese gran aporte suyo es que nos extraña el
anuncio de su viaje a la isla de Fidel Castro.
No ha habido presidente en Estados Unidos que haya hecho más gestos
de buena voluntad hacia Fidel Castro que usted. Sin embargo, nada cambió
en Cuba. Otros importantes líderes mundiales, incluido el papa Juan Pablo
II, han tratado también, sin éxito, de buscar moderación en
el gobierno de La Habana. La forma en que Castro recibe esos esfuerzos está
expresada, claramente, en sus palabras en la pasada Cumbre Iberoamericana de La
Habana, en noviembre de 1999, cuando dijo: "Los escucho a todos con la
paciencia de Job y la sonrisa de la Mona Lisa''.
Una pregunta obligada en esta ocasión, señor Presidente, es ¿por
qué razón, desde que terminó su presidencia, los cubanos
jamás volvimos a escuchar su preocupación por la situación
de los derechos humanos en Cuba? Desde entonces, la Comisión de Derechos
Humanos de Naciones Unidas ha condenado nueve veces al gobierno de Castro,
incluyendo la última hace sólo dos semanas.
Quisiera pensar que su viaje está impulsado por asesores con poca
información sobre la realidad cubana, pero su declaración: ''No
espero que este viaje vaya a cambiar el gobierno (de Cuba) o sus políticas''
no deja margen de esperanza para los que en la isla son encarcelados, golpeados
o acosados por reclamar derechos, libertades y cambios democráticos.
Señor Presidente, si usted sabe que Castro no va cambiar, ¿por
qué concederle el reconocimiento y aceptación que van implícitos
con su visita y saludo amistoso? O, ¿acaso no es amistosa su visita? Señor
Presidente, ¿puede usted sustraerse al hecho real de que Fidel Castro es un
dictador, un hombre con las manos ensangrentadas que ha llenado de luto a la
nación cubana y que ha dividido o destruido a cientos de miles de
familias? ¿Puede usted estrechar su mano sin que su alma cristiana se
estremezca?
Es muy difícil comprender que usted, que como presidente puso el
respeto a los derechos humanos por delante de la política, haya invertido
ahora los términos y ponga la política por delante de los
derechos.
Las condiciones para el mejoramiento de las relaciones entre Cuba y Estados
Unidos las ha expresado Castro en innumerables ocasiones y pueden resumirse en
lo que él llama ''el respeto a la autodeterminación y la no
intromisión en los asuntos internos de Cuba''. Esa frase retórica
quiere decir que el acercamiento entre los dos países está
condicionado a que Estados Unidos reconozca su dictadura como un régimen
legítimo y acepte que él tenga las manos libres para mantener al
pueblo cubano esclavizado, como lo ha estado haciendo por 43 años. No
creo necesario enfatizar la inmoralidad política del requerimiento, que a
la luz de los valores de la democracia americana es inaceptable.
Definitivamente, tienen que haber otras razones que motiven su viaje a Cuba.
Es impensable que usted, un precursor en la defensa de los derechos
fundamentales, pueda promover que Estados Unidos extienda una mano amiga hacia
el individuo que ha aplastado los derechos de 12 millones de personas y vuelva
la espalda a las víctimas.
Señor Presidente, hay importantes intereses económicos en
Estados Unidos que desean obtener ganancias sustanciales en Cuba, aprovechando
la mano de obra esclava y el férreo control que sobre la economía
tiene el dictador. A esos intereses no les importa cuán inescrupulosa sea
su acción. Archer Daniels Midland (ADM), por ejemplo, está
haciendo esfuerzos para quebrar las sanciones económicas a Castro e ir a
producir etanol a la isla. Con ese negocio, ADM ganaría unos $7,000
millones en los próximos años, pero también le aportaría
más de $2,000 millones al dictador cubano para reforzar su aparato
represivo o para financiar sus proyectos terroristas en América Latina y
hasta en los Estados Unidos. Sería un grave error que usted desconociera
que la máxima aspiración de Fidel Castro es derrotar (destruir) a
los Estados Unidos.
El embargo comercial al régimen cubano, además de ser un freno
a sus proyectos terroristas y guerrilleros, es el único instrumento para
presionarlo hacia un cambio democrático en la isla. Su levantamiento
incondicional garantizaría el mantenimiento de la sociedad cerrada. Ahí
está el ejemplo de Vietnam, donde ni siquiera han liberado a los presos
políticos y las empresas americanas que llegan al país se asocian
con el régimen dictatorial comunista en la explotación de los
trabajadores vietnamitas.
Sería muy desafortunado que, como parte de su programa de visita,
usted pidiera el levantamiento del embargo a Castro, porque ésa sería
la información que la prensa americana usaría en los titulares y,
que sin dudas, opacaría cualquier otra declaración suya.
Creo, señor Presidente, que los cubanos dentro y fuera de la isla
tenemos derecho a saber el motivo real de su visita. Tiene usted la palabra para
aclararlo.
Director ejecutivo del Consejo por la Libertad de Cuba (CLC).
luiszuniga@cubanlibertycouncil.org
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