Puente Informativo Cuba Miami
Testimonio a su esposa
Testimonio de Juan Carlos Gonzalez Leiva a mí, su esposa, Maritza
Calderín Columbié, en la segunda licencia matrimonial que hemos
tenido desde su encarcelamiento (4 de marzo, 2002), dirigido a todos los
defensores de los derechos humanos.
Seguridad del Estado de Holguín, Cuba 30 de abril, 2002.
Gracias a todos los defensores de los derechos humanos, en especial a Laida
Carro. Desde este pequeño punto quiero informarles de la real situación
en que me encuentro:
Me han deteriorado mi sistema nervioso. Dos meses atrás yo era un
hombre saludable a pesar de mi ceguera. En este momento soy un hombre enfermo.
Ellos, la Seguridad del Estado, han destruído mi sistema nervioso y
presento problemas con mi presión arterial nunca he sido
hipertenso. Pero ahora estoy en peligro de muerte. Aunque la pido, no me dan la
asistencia médica requerida. Aquí nunca tenemos médicos, sólo
una enfermera carente de experiencia y conocimientos.
Después de un mes de pedir ayuda especializada, preferentemente un
psicólogo, me trajeron una psiquiatra que me dijo que lo que yo tenía
era debido al sistema de rigor al que estoy sometido pero que si colaboraba con
ellos me pondría bien. Le dije que los principios no se negocian. Me
puso entonces un plan con lebopromacina. Lo comencé el jueves 25 de
abril a las 8:30 de la noche. Al rato de haber tomado la pastilla me dormí.
Tres horas más tarde me desperté con una sensación de ahogo
y fuí al baño. Sentí que el pecho se me hundía y le
dije a mi compañero de celda que no se asustara y ahí mismo perdí
el conocimiento.
Luego él me contó que me cargó, me sacó de allí
y que al rato pegué dos gritos fuertes y volví en mí. No
sabía dónde estaba. La enfermera me dijo que tenía la
presión baja y quería darme café pero yo me negué a
tomarlo. Dios me guió como siempre en esto pues, casi al momento, tenía
la presión altísima. Quería que me llevaran al médico
pues el dolor en el pecho era insoportable pero me contestaron que no había
carro. Dos horas después me llevaron a un consultorio, pero el médico
dijo que yo no tenía nada. Le dije que me sentía muy mal, que me
hiciera un electro pero no quiso y, me regresaron para la Seguridad del Estado
otra vez, a mi celda. Yo protesté pero nadie me prestó atención.
Clamé a Dios y El me ayudó. Sólo El podía hacerlo,
encerrado en aquel lugar en el estado que me encontraba. El dolor del pecho en
el hueso del esterón me duró tres días. No me hicieron ni
electro ni ninguna otra prueba.
Testimonio
Abril 30, 2002
Con todos estos desajustes me siento en peligro de muerte, derrame celebral
o locura irreversible. Así se lo hice saber mediante una carta al jefe de
la unidad de la Seguridad del Estado en Holguín donde me han tenido
encarcelado por casi dos meses. El me propuso tres cosas: ir para la cárcel,
quedarme donde estaba o que me llevaran para la sala de penados del hospital.
Elegí esta última, pues allí al menos, tendría médicos
y enfermeras. Le dije que si me llevaba para la cárcel me tiraría
en un rincón y él sería el responsable de lo que me
sucediera. Pero, su decisión final, personal, fué encerrarme
nuevamente en la celda. Entré a esta protestando y gritando vivas a los
derechos humanos y me aferré a Dios.
Ellos me estan forzando mediante el tormento a que yo colabore con ellos,
inclusive el oficial Urgelles, el instructor, quiere que yo escriba una carta.
Me trajo un reglete, papel y punzón para ello, para que renuncie y
disuelva La Fundación Cubana de Derechos Humanos, organización que
con tanto amor y sacrificio hemos fundado. Nueve más de sus miembros,
cinco de ellos directivos elegidos en el Congreso que celebramos en febrero,
estan también encarcelados igual que yo. Nunca haré eso. Nunca
abandonaré la defensa de los derechos humanos. Si me toca morir en este
empeño: SEA.
Quiero denunciar además que, en mi celda hay cordones, el punzón
que mencioné antes hecho de un clavo grande, cucharas metálicas y
medicamentos. Digo esto porque nada de esto se permite que los presos tengan.
Si a mí me sucede algo, nunca piensen que yo he atentado contra mi vida.
La amo demasiado para eso. Si algo me pasa, ellos serán los únicos
responsables.
Agradezco a mi Dios quien es mi ayudador y capitán porque mantengo mi
fé, mis principios y claridad en mi mente. Prefiero primero la locura ó
la muerte antes que abandonar mi lucha como defensor de los derechos humanos.
Gracias nuevamente a todos y que Dios les bendiga.
Nota: Juan Carlos termina escribiendo con su puño y letra las
siguientes palabras de la Biblia, concluyendo con su firma:
AHORA AMADOS, Como el Apostol Pablo
Juan Carlos González Leiva
Testimonio dado vía telefónica desde Cuba
por Maritza Calderín Columbié y grabado en EEUU. Para mas
información: Joseito76@aol.com |