Prefiero la
democracia
Tania Díaz Castro
LA HABANA, mayo (www.cubanet.org) - Prefiero la democracia. La disfruté
hasta mis veinte años de edad, pese al dictador Batista, quien no controló
los medios de difusión masiva ni prohibió la propiedad privada. Es
por eso que entre mis amigos le llamamos "la dicta-blanda de Batista".
La dictadura es la otra.
Y digo que prefiero la democracia, que me gusta, porque la conocí
bien. En aquella, los dueños de los medios de producción no
manipulaban a las masas de aquí para allá, no se veía lo
que hoy en mi país. No se servían de las masas como si en vez de
un conjunto de individuos se tratara de una mezcla resultante de líquido
y materia, para hacerla desfilar ante los gobernantes y llenar calles y
avenidas.
La conmemoración de este primero de mayo en Cuba fue igual que 43 años
atrás. La Plaza de la Revolución se vio acudida por cientos de
miles de cubanos y también por turistas, curiosos de ver de cerca el fenómeno
tropical de la isla de Fidel Castro.
Ese día, es cierto, no estaban allí reunidas personas
ignorantes, incultas, fanáticas. Estaban allí reunidas personas
que fueron movilizadas desde sus centros laborales, desde escuelas, unidades
militares, instituciones y, sobre todo, traídas de campos y pueblos en
transporte gratuito, pagado por el patrón, único amo de todos los
medios de trabajo del país.
Así de sencillo. Es por eso que en la capital no había un ómnibus,
ni un camión, ni un taxi que tomar libremente. Todo el transporte, también
estatal, fue destinado para llenar la Plaza de personas.
En mi cuadra, donde viven cerca de doscientas almas, ocurría lo mismo
de siempre. Vi a los vecinos de siempre en sus faenas diarias y no supe de nadie
que haya asistido a la Plaza. Así de sencillo.
Pero supongamos que cientos de miles que acudieron a la Plaza lo hayan hecho
por voluntad propia, por adhesión al régimen -no contemos a los
que fueron movilizados a la fuerza- que prefieran el castrismo a un régimen
realmente democrático donde exista una sociedad civil, que sean sumisos a
las tiranías, la condición más frecuente de la especie
humana, como aseverara el catedrático y escritor cristiano Michael Novak.
¿Y los que se quedaron en casa, los que doblaron por una esquina para
perderse del grupo que formaban parte? ¿Los que fingieron estar enfermos o
los que trabajaban por cuenta propia? ¿Y los disidentes, miembros de
organizaciones pacíficas que se mantienen ilegales por voluntad del régimen?
¿Es que éstos no cuentan en nuestra historia política? Para
ellos ¿qué alternativa hay, qué opción, qué
espacio nos pertenece? ¿Sólo el destierro?
¿Tendremos que esperar porque Cuba no tenga un dueño único?
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