CUBANET... INTERNACIONAL

Marzo 28, 2002



Castro más aislado después de Monterrey

Por Jesus Hernandez Cuellar. Contacto Magazine, marzo 28, 2002.

Abandonar intempestivamente la Conferencia de la ONU para el Financiamiento del Desarrollo en Monterrey, México, pudo significar para algunos el más reciente espectáculo publicitario de Fidel Castro. Pero es algo mucho peor: se trata de un paso más en el profundo aislamiento en que el dictador cubano ha sumido a su régimen y a su país.

Lejos de lo que Castro pretendía, la conferencia no sólo fue un éxito en cuanto a consenso, sino que por primera vez los países ricos presentaron un interés mayor en otorgar ayuda al mundo en desarrollo, y por primera vez una enorme cantidad de naciones empobrecidas estuvieron de acuerdo en que era necesario eliminar problemas internos que impiden salir de la pobreza, como la corrupción, las erróneas políticas de administración estatal, el autoritarismo y otros muchos males.

En honor a la verdad, los países ricos están cansados de canalizar enormes sumas de dinero y créditos hacia el mundo en desarrollo, sin resultados. La mayoría de los expertos ha expresado además que, a diferencia de lo que se dice, Argentina, por ejemplo, no ha caído en una terrible crisis por haber seguido las indicaciones de las instituciones financieras mundiales, sino por no haber aplicado correctamente las políticas sugeridas.

Los enemigos de la economía de mercado, Castro y el venezolano Hugo Chávez entre ellos, no cesan de poner de ejemplo a Argentina. Sin embargo, rehuyen tocar los ejemplos de Chile, Brasil y México, países en los que los indicadores económicos son estables y positivos, al margen de la recesión que sufrió el mundo en 2001, especialmente después de los atentados terroristas contra Nueva York y Washington.

El socialista vencedor de esta reunión fue sin dudas, una vez más, el presidente chileno Ricardo Lagos, quien defendió el estado de derecho, la lucha contra la corrupción, el ahorro interno y las políticas macroeconómicas correctas. Lagos, aún siendo un socialista veterano, no se ha dejado seducir por el populismo y la demagogia. Tiene algo en sus manos que nadie puede rebatir: la salud política y económica de Chile.

Castro no podía suscribir un documento como el de Monterrey, no podía estar cómodo entre gente que acepta que la ayuda al mundo en desarrollo es una responsabilidad de todos, de ricos y pobres, sobre todo porque los pilares en los que se basa el éxito económico de las naciones más ricas del mundo son la democracia, el libre flujo de las ideas, la economía de mercado, la sociedad civil con gobernantes elegidos en un marco de opciones múltiples y el respeto a los derechos humanos.

Castro no quiere abrir Cuba a ese formidable abanico de posibilidades para los cubanos. No quiere estímulos verdaderos para el desarrollo, sino subsidios para conservar el poder, como los que la desaparecida Unión Soviética le concedió durante 30 años. Si una economía subsidiada durante tres décadas no logró estimular el camino hacia el desarrollo en Cuba, ¿por qué hay que pensar que una repetición de esa fórmula podría eliminar la pobreza o sacar del subdesarrollo a las naciones empobrecidas?

Castro sabía, además, que su propio ejemplo de fracaso podía ser tocado en Monterrey. Tenía que encontrar, en su habitual estilo de confrontación, una buena excusa para salir de México. Salir de México luego de haber entrado, porque nadie habría entendido que Castro, siempre crítico de la falta de ayuda de los ricos a los pobres, no asistiera a Monterrey.

La realidad es que el mundo moderno entiende cada vez más que no se puede caminar por la senda del desarrollo, con gobiernos que roban el dinero destinado a aliviar la pobreza o lo malgastan en fórmulas encaminadas a permitir la permanencia en el poder de esos gobiernos.

Lo más triste, por otra parte, es que el pueblo de Cuba perderá otra vez la oportunidad de recibir fondos que estimulen el desarrollo de una nación que antes de la llegada de Fidel Catro al poder, en 1959, ocupaba primerísimos lugares en importantes renglones económicos y sociales, de acuerdo con estadísticas de la ONU, la Organización Internacional del Trabajo y la Organización Mundial de la Salud.

Tal vez Castro esperaba que se paralizara la cumbre, o que algunas naciones participantes exigieran la presencia suya para seguir el curso de la conferencia. Nada de esto ocurrió. Castro es desde hace tiempo un capítulo lamentable en la sufrida historia de las naciones empobrecidas, y personaje con una enorme cuota de responsabilidad en cuanto a la pobreza de los cubanos.

© CONTACTO Magazine

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