Roberto A. Weill.
El Nuevo Herald,
marzo 12, 2002.
La tragedia cubana continúa arrastrando a las naciones. La historia
de la civilización moderna no registra otro caso similar. El de una nación
inmersa en un hemisferio de libertad, secuestrada durante 43 años por una
pandilla de desalmados, quienes engañaron a su pueblo prometiendo
democracia y crearon una cárcel comunista. Estos asaltadores del poder,
hoy en la lista de países terroristas, a estas alturas todavía
fuerzan la violación de todos los valores y legalidad humanos por parte
de naciones pilares del propio sistema de la civilización occidental.
La última violación ocurrió hace pocos días en
la embajada de México en el antes exclusivo barrio de Miramar en La
Habana, Cuba. Un contingente de las brigadas de asalto del ''ejército de
guardaespaldas'' de Fidel Castro, equivalentes a los SWAT teams en Estados
Unidos, apoyados en la oscuridad de la madrugada, irrumpieron en la sede de la
susodicha embajada y sorprendieron, despertándolos, a 21 jóvenes
cubanos que allí habían penetrado suplicando su salida del país,
secuestrándoles y entregándoles a las garras de su jefe, el
mafioso de Fidel Castro, quien se personó en el sitio para así
optimizar el tradicional terror gangsteril de la revolución cubana.
Lo interesante del evento es que este secuestro internacional se hizo con la
anuencia y abierta complicidad del gobierno de México. Difícil les
ha sido a los oficiales mexicanos justificar tan bárbara y abyecta
complicidad.
Muchos han sido los argumentos expuestos por todos aquéllos
interesados en ''maquillar'' la verdadera realidad de lo allí acontecido.
¡La violación del código moral y del derecho a la libertad de
21 jóvenes cubanos por parte de una nación sustentada en valores
de libertad y civilización!
Poco importa si estos infelices compatriotas penetraron en la sede diplomática
motivados por razones subalternas y diferentes a las de la obtención de
su libertad, tal y como ahora aducen algunos ''maquilladores''. Ello sería
un problema para los tribunales internacionales (libres) a dilucidar. La
realidad es que la clara apariencia pública y motivación explícita
del evento es una, y tan sólo una, la fuga de la cárcel cubana y
la obtención de su libertad. Es la violación del gran código
moral que nace de la ley natural de los hombres, verdadero sustento del poder
político de las naciones, lo que México ha violado flagrantemente
en adición a la legalidad internacional del derecho de asilo, traición
a las diplomáticas y caballerosas promesas de negociación de su
embajador, expectativas de hospitalidad dadas por su canciller, etc. Es esta
desafortunada actuación la que condena al gobierno de México a
perder toda posibilidad de credibilidad moral internacional y por ende liderazgo
político democrático en asuntos hemisféricos. Todo ello sería
de gran utilidad para Cuba y América Latina en este preciso e histórico
momento, posterior al 11 de septiembre, ante la guerra declarada en contra de
los enemigos de la libertad. México, en verdad, ha perdido una
oportunidad preciosa de capital político democrático y grandeza
internacional, post PRI, quedando condenado ante el más importante
tribunal de todos, la corte de la opinión pública mundial.
Lo más grave de este tipo de acciones es que las mismas tienen
cercanos y dolorosos precedentes. ¿Quién puede olvidar cómo
la administración de Bill Clinton y su procuradora general, Janet Reno,
escenificaron un acto todavía más deleznable que el ahora cometido
por México? Estos representantes de la nación líder de la
libertad no tan sólo dirigieron una batalla legal (abogado de Clinton,
etc.) y de relaciones públicas, sino que autorizaron el asalto de otro
equipo SWAT para secuestrar a punta de ametralladora, también amparados
en la oscuridad de la madrugada, a un indefenso niño cubano en Miami, Elián
González, y también entregado a las garras del terrorista Fidel
Castro, privándolo de sus derechos, posterior a que su madre había
hasta ofrendado la vida por su libertad.
Es posible que México y sus autoridades se hayan inspirado en la señorita
Reno y su eficiente equipo de asalto SWAT, para efectuar ahora similares
acciones violatorias del código moral de la ley natural de los hombres
sobre la que se han construido Estados Unidos y la civilización
occidental. Recordemos que esta gran nación, Estados Unidos, hoy lidera
por cierto la internacional y civilizadora epopeya de la coalición para
preservar la libertad, en donde México también es copartícipe.
Es posible que no sea en la Florida de Bush, sino en el México de Fox, en
donde mejor se encuentre ubicado el futuro político de Janet Reno.
Fundador y presidente de la Universidad Latinoamericana de la Libertad
Friedrich Hayek.
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