CUBANET... INTERNACIONAL

Marzo 8, 2002



Comunismo y república

Emilio Ichikawa. El Nuevo Herald, marzo 8, 2002.

Una vez cierto joven comunista fue invitado a participar en un mitin en la escalinata de la iglesia de Arroyo Arenas, afamado pueblo del oeste habanero, por más señas aledaño a El Cano, del cual se comenta fue la primera villa socialista de la isla cubana. En medio de un ataque de seguridad en sí mismo el orador optó por el desafío: "Nos llaman comunistas porque queremos la paz. Nos llaman comunistas porque queremos repartir la riqueza entre todos. Nos llaman comunistas porque amamos a los pobres del mundo. ¡Comunistas son ellos, c..., que matan niños en Corea!''

Durante mucho tiempo pensé que era un chiste, pero un viejo amigo me aseguró que se trataba de un suceso real. Me recomendó que le preguntara al profesor Mario Rodríguez Alemán quien, en efecto, confirmó que el evento era rigurosamente histórico.

La anécdota, además de jocosa, se presta para ilustrar el desconocimiento que había en la República acerca del comunismo, aun entre las propias filas del comunismo; cuestión que explica además la ignorancia del polo contrario, es decir, del anticomunismo.

He entrevistado a protagonistas de la vida intelectual republicana y aseguran que, en rigor, no hubo un definido pensamiento anticomunista en Cuba. Hubo liberalismo, ciertamente, pero no podemos calificar a esta inclinación ideológica como la antípoda del comunismo; menos aún en su versión cubana, donde el acento en la ''justicia social'' fue tan notable.

En las universidades, específicamente en la católica, se pasaba de largo sobre el comunismo como un instrumento del bolchevismo internacional; se le enfocaba más como conspiración que como ideología. Este desconocimiento influyó mucho en que no se le viera venir. Es ya legendario, y se repite como si hubiera sucedido en cada pueblo de la isla, que los propietarios de negocios como chinos, judíos (polacos) e incluso rusos alertaron a sus vecinos sobre el advenimiento del comunismo cuando vieron la palomita blanca posarse en el hombro de Fidel Castro: ''Esa misma paloma la vi yo en Varsovia'', dijo un polaco del pueblo de Bauta.

En la bibliografía cubana de la República no se encuentran análisis profundos acerca del comunismo, ni una exhaustiva investigación histórica. Para objetar a Marx apenas se recurrió al comentario que hizo Martí tras su muerte, texto que, si bien está lleno de agudas intuiciones, no alcanza a significar una crítica sistemática del marxismo. En cuanto a las polémicas ideológicas, quizás Jorge Mañach fue el único que mantuvo una pública contestación al marxismo, al cual le señalaba básicamente la objeción de ser una ''ideología extranjera'', germanorrusa, por más señas. Pero esa objeción de Mañach aplica también al nacionalismo, el republicanismo, el cristianismo y el resto del aparato doctrinario de Occidente.

Algunas revistas como Bohemia, o el propio Diario de la Marina, hicieron denuncias de la conspiración (internacional) comunista, pero no encontramos allí análisis de fondo. En la Revista Cubana de Filosofía, a pesar de que algunos de sus miembros eran objetores del materialismo, tampoco escribieron estudios significativos sobre el marxismo. Todo esto es lo que nos permite afirmar que, en resumidas cuentas, no puede decirse que la República generó un pensamiento anticomunista de nivel, y eso se debió en parte a la ignorancia teórica que sobre el marxismo tenían los enemigos políticos del Partido Socialista Popular, Ortodoxia incluida. Se puede decir cualquier cosa de Eduardo Chibás, incluso que fue un rival enfático de los comunistas, pero no que fue, o se asistió, de relevantes pensadores anticomunistas.

Uno de los pocos estudios que se pueden encontrar en la Biblioteca Nacional de Cuba acerca del tema del anticomunismo es El zarismo rojo (Impresora Mundial, S.A., Estrella 608, La Habana, 1958), de Salvador Díaz-Versón; pero como decía, apenas se trata de una excepción. De similar manera (salvando quizás los estudios de Jaime Suchlicki e Irving Horowitz), no podemos decir que los enemigos de Fidel Castro hayan generado hoy un pensamiento crítico de la revolución de algún interés.

Por no saber, apenas se sabe qué significa, de hecho, el proceso histórico que conocemos como castrismo. Y esa ignorancia deja abierta sobre la isla, aun antes de que el castrismo haya cerrado su ciclo, la posibilidad de que se abra de nuevo en un futuro no muy lejano.

© El Nuevo Herald

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