Galiano está
de luto
Claudia Vázquez Linares, Grupo Decoro
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - "Antes uno caminaba por Galiano y
se sentía contenta mirando las vidrieras. Te admiraba la limpieza de las
aceras y las cafeterías. Si era de noche mucho mejor porque las luces te
creaban la ilusión de que aún era de día. Ahora no se puede
ir a pasear por esta calle y lo que te produce más tristeza es mirar la
suciedad, las casas sin pintar al borde del derrumbe" -afirmó
Ofelia, residente en el municipio Centro Habana desde hace más de
cincuenta años.
La calle Galiano es una representación gráfica de lo que
significa el socialismo en decadencia. Cuando nuestros padres y abuelos
recuerdan esta arteria de la ciudad nos transmiten lo alegre que resultaba para
ellos pasear por Galiano. Las vidrieras exhibían toda clase de mercancías,
las aceras limpias, los anuncios lumínicos. Pasear por Galiano era en
aquellos tiempo como asistir a un baile donde se entrecruzaban los rostros de
cubanos entusiastas y la placidez de participar de un itinerario único.
Hoy Galiano es el reflejo de la sociedad cubana. Los viejos y oxidados lumínicos
no tienen luces que ofrecer al transeúnte. Las vidrieras rotas, vacías,
salvo las de las tiendas dolarizadas. Los mendigos y vendedores ambulantes se
acomodan en pequeños taburetes y sobre papeles de toda índole
muestran sus mercancías mientras se cuidan de los inspectores estatales.
Venden desde cepillos de dientes, relojes, cassettes de música hasta las
tan necesarias pantaletas y ajustadores para las mujeres.
No hay un rincón de esta calle que no delate los signos de la
pobreza. Las aguas putrefactas y espesas brotan de las antiguas tiendas donde
nuestras abuelas satisfacían su gusto por las carteras y los zapatos de
tacón. Las cafeterías venden refrescos calientes, pan con una fina
capa de jamón, mientras las moscas merodean y se posan en los panes y los
rostros del caminante. Los portales de Galiano sirven de cobija a hombres y
mujeres sin hogar. Allí los cartones resultan el mejor colchón
para el descanso.
De entre el sórdido paisaje, resalta una joyería donde se
compra en dólares y ante cuyos cristales adultos y niños aprietan
las narices, maravillados de la brillantez de los aretes, las pulseras y los
relojes. Algunos entran para cerciorarse de que son reales.
Los ancianos jubilados venden periódicos a peso, luego de acudir a
los estanquillos bien temprano en la mañana y ser los primeros en
adquirir la "prensa" oficial. "Aunque sea me da para sobrevivir
cada día" -comenta un anciano en el boulevard de San Rafael, refiriéndose
a los centavos que gana por cada periódico que vende. "Aunque
-asegura- la mayoría no los quiere comprar".
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