CUBANET .INDEPENDIENTE

28 de junio, 2002


Reforma constitucional: apuntes para un escenario

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Tras la llamada megamarcha del 12 de junio, una firmadera masiva y un período extraordinario de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular que aprobó la "irrevocabilidad" del socialismo y el sistema político establecido por la Constitución vigente en Cuba, así como la prohibición de negociar las relaciones con otros Estados bajo "agresión, amenaza o coerción", se hace evidente la emergencia en la Isla de un escenario distinto al existente cuando los gestores del Proyecto Varela iniciaron su campaña promotora de cambios democráticos según normas internacionalmente aceptadas.

De inicio, quedó claro que lo logrado hasta ahora por el Proyecto Varela, más allá del indudable impacto mediático, ha sido el provocar una crispación tal en el poder de Cuba como para llevarle a legislar una reforma constitucional cuyo texto significa un retroceso de un cuarto de siglo en cuanto a derechos civiles y políticos, más allá del lado más bien formal presente en la práctica constitucional isleña. Sin reforma, con reforma, la tierra de José Martí padece desde hace tiempo un respetable inventario de leyes y disposiciones francamente inconstitucionales, además de incumplimientos de las inobjetables, entre las que no vender computadoras al cubano simple aparece como infantil anécdota, ya que tanto asombró al presidente Bush el conocimiento de esa regulación.

Prematuro es, desde el lado de la oposición interna o el periodismo independiente, conceptualizar el nuevo escenario que de hecho se ha creado. No obstante, una paradoja forma parte del tablado. Si por un lado exigir el cumplimiento estricto de lo estipulado por la Constitución se hace imperativo, tanto como legislar creativamente a tenor de ella y en dirección de más derechos, por el otro la pregunta de rigor es de cuál socialismo se está hablando en la Cuba de hoy. Basta acudir a numerosos escritos de Carlos Marx, Federico Engels y hasta el mismísimo Lenin, para que un ejercicio de la duda metódica provoque el alzar de una meditabunda ceja ante las contradicciones observables entre proclama de fundadores y de los más connotados discípulos, de una parte, y práctica del "socialismo" de la otra.

Sólo por citar algunos ejemplos, Carlos Marx fue un enemigo jurado del monopolio del Estado en la enseñanza, Federico Engels llamó a la propiedad estatal sobre los medios de producción el "capitalista colectivo ideal" y Lenin, en sus escritos casi testamentarios de 1922, llegó a clamar por la disolución del partido en la estructura de los soviets.

No existen aún elementos para considerar a la izquierda disidente cubana como beneficiaria marginal de los sucesos, en tanto la marcha de los acontecimientos le dota de oportunidad para presentar un discurso político cuya carga ideológica se hace fundamentable sobre un marxismo que, más que reciclado, aparece como bebedor en los orígenes y como buscador de una compatibilidad entre socialismo y libertad, sobre la cual dejó Rosa Luxemburgo tan aplicable cita al contexto de Cuba: "libertad sólo para los partidarios de un gobierno, sólo para los miembros de un partido, no importa cuán numerosos sean, no es libertad; sólo lo es, si es libertad para aquél que disiente". No existen aún elementos, cierto es, pero por lo menos la probabilidad parece vestir de rojo, o de rosado.

Sin embargo, la objetividad del dato no brinda informes sobre la capacidad. La política, como arte de lo posible, obliga al talento de saber construir consenso; pregunta obligada en este momento es cuál puede crear el movimiento cubano por los derechos humanos, al interior del cual desde muy privados intereses hasta la labor de la policía política hacen de las suyas, para no contar de la influencia objetiva que el diferendo Cuba-Estados Unidos y sus actuales manifestaciones ejercen en este tropical enredo, para no contar del muro significado por la práctica masiva y ciudadana de una extendida doble moral.

Saber identificar de manera correcta la esencia del problema es tener en las manos la mitad de la solución, dice el proverbio. Hoy, en las condiciones de Cuba, ése es el reto.


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