Reforma
constitucional: apuntes para un escenario
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Tras la llamada megamarcha del 12 de
junio, una firmadera masiva y un período extraordinario de sesiones de la
Asamblea Nacional del Poder Popular que aprobó la "irrevocabilidad"
del socialismo y el sistema político establecido por la Constitución
vigente en Cuba, así como la prohibición de negociar las
relaciones con otros Estados bajo "agresión, amenaza o coerción",
se hace evidente la emergencia en la Isla de un escenario distinto al existente
cuando los gestores del Proyecto Varela iniciaron su campaña promotora de
cambios democráticos según normas internacionalmente aceptadas.
De inicio, quedó claro que lo logrado hasta ahora por el Proyecto
Varela, más allá del indudable impacto mediático, ha sido
el provocar una crispación tal en el poder de Cuba como para llevarle a
legislar una reforma constitucional cuyo texto significa un retroceso de un
cuarto de siglo en cuanto a derechos civiles y políticos, más allá
del lado más bien formal presente en la práctica constitucional
isleña. Sin reforma, con reforma, la tierra de José Martí
padece desde hace tiempo un respetable inventario de leyes y disposiciones
francamente inconstitucionales, además de incumplimientos de las
inobjetables, entre las que no vender computadoras al cubano simple aparece como
infantil anécdota, ya que tanto asombró al presidente Bush el
conocimiento de esa regulación.
Prematuro es, desde el lado de la oposición interna o el periodismo
independiente, conceptualizar el nuevo escenario que de hecho se ha creado. No
obstante, una paradoja forma parte del tablado. Si por un lado exigir el
cumplimiento estricto de lo estipulado por la Constitución se hace
imperativo, tanto como legislar creativamente a tenor de ella y en dirección
de más derechos, por el otro la pregunta de rigor es de cuál
socialismo se está hablando en la Cuba de hoy. Basta acudir a numerosos
escritos de Carlos Marx, Federico Engels y hasta el mismísimo Lenin, para
que un ejercicio de la duda metódica provoque el alzar de una meditabunda
ceja ante las contradicciones observables entre proclama de fundadores y de los
más connotados discípulos, de una parte, y práctica del "socialismo"
de la otra.
Sólo por citar algunos ejemplos, Carlos Marx fue un enemigo jurado
del monopolio del Estado en la enseñanza, Federico Engels llamó a
la propiedad estatal sobre los medios de producción el "capitalista
colectivo ideal" y Lenin, en sus escritos casi testamentarios de 1922, llegó
a clamar por la disolución del partido en la estructura de los soviets.
No existen aún elementos para considerar a la izquierda disidente
cubana como beneficiaria marginal de los sucesos, en tanto la marcha de los
acontecimientos le dota de oportunidad para presentar un discurso político
cuya carga ideológica se hace fundamentable sobre un marxismo que, más
que reciclado, aparece como bebedor en los orígenes y como buscador de
una compatibilidad entre socialismo y libertad, sobre la cual dejó Rosa
Luxemburgo tan aplicable cita al contexto de Cuba: "libertad sólo
para los partidarios de un gobierno, sólo para los miembros de un
partido, no importa cuán numerosos sean, no es libertad; sólo lo
es, si es libertad para aquél que disiente". No existen aún
elementos, cierto es, pero por lo menos la probabilidad parece vestir de rojo, o
de rosado.
Sin embargo, la objetividad del dato no brinda informes sobre la capacidad.
La política, como arte de lo posible, obliga al talento de saber
construir consenso; pregunta obligada en este momento es cuál puede crear
el movimiento cubano por los derechos humanos, al interior del cual desde muy
privados intereses hasta la labor de la policía política hacen de
las suyas, para no contar de la influencia objetiva que el diferendo
Cuba-Estados Unidos y sus actuales manifestaciones ejercen en este tropical
enredo, para no contar del muro significado por la práctica masiva y
ciudadana de una extendida doble moral.
Saber identificar de manera correcta la esencia del problema es tener en las
manos la mitad de la solución, dice el proverbio. Hoy, en las condiciones
de Cuba, ése es el reto.
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