Revancha de
la naturaleza: Lebrije vuelve a amenazar
Reinaldo Cosano Alén
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - El talud de la presa Lebrija, en la
provincia Sancti Spíritus, pareció recientemente no poder detener
la presión de los 158 millones de metros cúbicos de agua, que
comenzó a brotar por una extensa fisura en su cortina, a razón de
17 a 20 litros por segundo.
El mejoramiento de las condiciones atmosféricas atenuó la
posibilidad de una gran catástrofe, cuya inminencia provocó la
aplicación de medidas urgentes, desde la posible evacuación de 45
mil personas hasta la reparación a toda carrera de un vial de nueve kilómetros
-que siempre debió estar en perfecto estado- para acceder a la cortina y
retirar 8,500 metros cúbicos de agua de la capa vegetal, acumulada
gracias a la negligencia de tres décadas. Se emplearon más de
ciento cincuenta potentes camiones para el acarreo de materiales de relleno.
En 1969, año de su construcción, la presa dio la primera señal
de alarma grave cuando las aguas amenazaron con arrasarlo todo.
Pero no sólo es Lebrija.
No hace mucho, hubo que realizar reparaciones a la carrera en Zaza, la mayor
presa de Cuba, cuando se detectaron peligros fracturas en su cortina. Y ya el
talud de la presa La Coca, en Campo Florido, Habana del Este, había
presentado fracturas en su cortina, lo que llevó a la decisión de
entreabrir las compuertas por dos horas, suficientes para que se creara un
improvisado mar que antes de llegar a la costa inundó llanuras, arrasó
cosechas y viviendas, arrastró animales, y sumergió a gran parte
del pueblo turístico de Guanabo, dejando algunas víctimas fatales.
Cuando llegan los fuertes aguaceros de cada año aparecen estas
amenazas de catástrofes que revelan, ante todo, falta de vigilancia
especializada y de mantenimiento en las represas del país.
La situación geográfica de Cuba, Llave del Golfo de México,
la coloca en un enclave natural que la pone a merced de huracanes y lluvias
diluvianas, parte de cuyas aguas son receptadas a manera de aljibes grandes a
los que la negligencia dan categoría de permanentes "bombas de
tiempo", como ocurrió ahora con Lebrija, cuya amenaza obligó
a invertir grandes recursos y casi paralizó totalmente la vida socioeconómica
de la zona.
La peor paradoja de todo esto es que todas las presas están
subutilizadas y no arrojan los beneficios para los que fueron construidas,
especialmente en relación a la agricultura y la ganadería, que se
sabe son una ruina. Como tampoco han servido suficientemente para el
abastecimiento del vital líquido a pueblos y ciudades.
Estos grandes embalses son, además, sinónimo de uno de los
mayores ecocidios de Cuba. Como se sabe, los ríos y arroyos de nuestro país
son de poco caudal, incapaces de poder rellenar presas y continuar corriendo
aguas abajo con suficiente presión hídrica, lo que ha dado lugar
-con la ayuda del incorrecto desvío de las aguas- a lechos secos o acaso
un hilito de agua sin capacidad para sostener la vida en estos veneros
naturales. El resultado ha sido trágico para la flora y la fauna acompañantes,
formadas en milenarias épocas geológicas.
Y todo por aquella funesta consigna lanzada por el gobernante cubano décadas
atrás: "¡Ni una sola gota de agua al mar!"
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