Ariel Hidalgo /
El Nuevo Herald,
junio 26, 2002.
La disidencia debería felicitar al gobierno cubano y apoyar su
iniciativa de modificación constitucional.
La propuesta oficialista lejos de cerrar, abre nuevas posibilidades para
aspiraciones más ambiciosas. Si la disidencia, basada en la propia
constitución, presentó a la Asamblea Nacional un proyecto de
cambios, ahora debería hacer lo mismo con la enmienda constitucional.
Bien mirada, la iniciativa más que un rechazo podría resultar un
espaldarazo al Proyecto Varela, pues todo gira en torno a la ratificación
de un párrafo ya contenido en la constitución que supuestamente
define al sistema existente: el socialismo.
Pero justamente se trata del mismo párrafo en que se basó el
Proyecto Varela en su fundamentación. ¿Qué disidente no está
de acuerdo en que la sociedad cubana sea una república favorable a los
trabajadores, independiente, soberana y democrática, ''con todos y para
el bien de todos''? ¿Cuál está en contra de la ''libertad política'',
contra la ''justicia social'', contra el ''bienestar individual y colectivo'' y
la "solidaridad humana''?
Tales principios no entran en contradicción con el Proyecto Varela,
apoyado por más de cien grupos disidentes con propuestas que el propio
gobierno cubano tiene o ha tenido anteriormente intenciones de adoptar: una
amnistía para los poco más de 200 prisioneros políticos aún
en las cárceles, número cada vez más reducido, doce veces
menos de los tres mil excarcelados por el propio gobierno en el indulto del 78;
el derecho de reunión y asociación casi aceptado de facto con una
tolerancia relativa hacia los grupos disidentes (''represión de baja
intensidad'' la llama Elizardo Sánchez); el derecho de los cubanos a
crear pequeñas y medianas empresas, proyecto no de la oposición,
sino de la propia Asamblea Nacional que lo postergó ante el
endurecimiento del embargo norteamericano en 1996, y una reforma del sistema
electoral que no echaría abajo el ya existente, sino que le daría
un carácter más democrático con la elección directa
y plural por parte de la ciudadanía de los más altos funcionarios
públicos (ni siquiera se habla de pluripartidismo). Se trata, en suma, no
de cambiar radicalmente el sistema, sino de abrir una pequeña brecha que
posibilite al pueblo dar los primeros pasos para el ejercicio de su voluntad
soberana.
¿Debe temer el gobierno el libre ejercicio de esa voluntad? No. Si como
afirma, el pueblo apoya el actual orden casi unánimemente, ganará
cualquier elección de forma aplastante.
Pues bien, si la iniciativa de modificación constitucional ratifica
estos principios de la constitución, ¡albricias! Pues lo único
que hace falta es hacer que se cumplan, que lo que existe sólo de jure
sea también de facto, que se materialicen en realidades concretas
mediante leyes complementarias. Tras el Proyecto Varela (o paralelamente) será
preciso, pues, algún nuevo proyecto, quizás no para proponer
plebiscitos (pues ya está prescrito en la constitución), sino para
que el propio gobierno haga cumplir lo que la nueva enmienda constitucional
reitera. ¿Se quiere una sociedad socialista y de trabajadores? Pues
entendiendo ''socialista'' como el bien de toda la sociedad y ''de
trabajadores'' como favorable a los hombres y mujeres que trabajan, en ese
Proyecto X, que podría llevar el nombre de algún paladín
cubano de los derechos laborales, como Jesús Menéndez o Aracelio
Iglesias, podrían ir propuestas como las siguientes:
Que todos los trabajadores tengan derecho a entrar y disfrutar, como
cualquier turista extranjero, en los centros turísticos del país.
Que los trabajadores puedan ser contratados por empresas extranjeras
sin interferencias del estado y recibir directamente de ellas el pago en dólares
de sus salarios.
Que los trabajadores tengan el derecho a formar sindicatos
independientes.
Que los trabajadores del estado puedan elegir democráticamente
a los administradores de sus respectivos centros y participen en el reparto de
utilidades.
Que los pequeños centros de servicio, comerciales y otros,
actualmente en manos del estado, sean cooperativizados, entregándolos en
usufructo a los trabajadores de dichos centros.
Conceder a los trabajadores por cuenta propia y a las diferentes
cooperativas agrícolas plena libertad para la producción y
comercialización de sus productos.
Creación de un banco popular dedicado al apoyo financiero de
las iniciativas económicas de los trabajadores en la creación de
microempresas y cooperativas.
Conceder a los trabajadores, paralelo a las elecciones por
circunscripción, el derecho a nominar y elegir a sus propios delegados
por centros de trabajo y de elegir directamente a los delegados a la Asamblea
Nacional, así como a los altos funcionarios del estado, incluyendo al
propio presidente de la república.
Un proyecto de cambios como éste sería la forma de llenar de
real contenido a la sociedad que supuestamente estuvieron edificando por más
de cuarenta años. ''Estamos construyendo el socialismo'', se dijo por
mucho tiempo. Y luego: ''Ahora sí vamos a construir el socialismo''. ''¿Y
qué hemos tenido todos estos años?'', preguntaba el hombre de la
calle.
Puesto que no he tenido noticias del acto inaugurativo de la obra, ¿qué
se entiende cuando se dice que el socialismo es inamovible? A estos ingenieros
frustrados hay que decirles: las murallas que ustedes construyeron... nunca
salieron del plano.
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