CUBANET... INTERNACIONAL

Junio 26, 2002



Comiendo para sobrevivir

Tania Quintero / El Nuevo Herald, junio 26, 2002.

La Habana -- Corría el año 1987. La perestroika ya había hecho su debut en la URSS. Y en Cuba no se presagiaba lo próximo de la debacle. Los cubanos no imaginaban que una etapa eufemísticamente bautizada de ''período especial en tiempos de paz''; estaba ahí. Pisándonos los talones. Esperándonos. Para que nos desveláramos con la opción cero (cero comida, a no ser la preparada por los militares en ollas colectivas, caldosas y ajiacos para repartir en los barrios). Para que nos pusiéramos a criar pollos y puercos en patios y terrazas. Y para que como unos condenados pedaleáramos en pesadas bicicletas chinas.

Cuando todavía no se presagiaba que una década de calderos aún más vacíos se nos venía encima, fue cuando me incorporé al equipo de realización de Puntos de Vista, (espacio televisivo semanal donde laboraba en la tv castrista) con las más disímiles opiniones sobre la tradición alimentaria cubana. Después éstas eran entremezcladas con la de especialistas en el asunto. Asesorada por el ingeniero José Ramón López, un estudioso por cuenta propia del cuerpo y la nutrición, hice a mi redacción una propuesta de seis programas que resultarían una serie sobre los malos hábitos alimentarios y consejos para una alimentación más adecuada.

Sólo pude realizar tres Puntos de Vista: Vivir para comer, Comer para vivir y Algo más que comer. En 1987-88 era una utopía pretender algo así con una población obligada a consumir enormes cantidades de carbohidratos en pizzas, panes con croquetas (más conocidas como ''croquetas de averigua''), dulces y helados, y "sopa de gallo'' o agua con azúcar prieta, que hizo su entrada triunfal en 1990, al inicio del "período especial''.

Llegamos a la conclusión de que todos se reirían de la serie. Nadie prestaría atención a recomendaciones relacionadas con la necesidad de aumentar el consumo de vegetales, legumbres y frutas; al predominio de las carnes blancas sobre las rojas (unas y otras eran escasas en la dieta del cubano de a pie de entonces, aunque no tanto como escaseó después) y lo dañino que resultaban el exceso de azúcar y grasas de origen animal, entre otros tópicos.

Pese a contar con esclarecedoras entrevistas a científicos en el tema, pertenecientes a la Organización Panamericana de la Salud y del Instituto Nacional de Alimentación, Higiene y Epidemiología, los tres programas transmitidos no tuvieron demasiada trascendencia. En aquel momento el horno no estaba para esos pastelitos.

Han transcurrido quince años. Ahora las autoridades de los ministerios de la Agricultura, Salud Pública y Comercio Interior llevan a cabo una intensiva campaña para que los cubanos, de oriente a occidente, reconozcan en zanahorias y remolachas, apio y acelga, lechugas y tomates, perejil y cilantro, coles y pepinos, rábanos y cebollinos, brócoli y coliflor importantísimas fuentes de nutrientes naturales, proveedores de vitaminas y minerales junto con las frutas, que sí gustan al cubano, pero que, además de escasear, cuando se consiguen en los agromercados hay que pagarlas a precios que se alejan de los bolsillos.

Los productos integrales, a la venta en los años 80, ahora no se consiguen fácilmente. Empieza a generalizarse la propaganda en pro de la proteína vegetal. En los pocos establecimientos donde se expende, a 15 pesos la libra (el salario de un día y medio de un trabajador), se han colocado recetas de cómo preparar los raros granos, nada atrayentes a la vista.

Al margen de las jaranas y chistes que la nueva ola ha desatado --y que Enrique Patterson ha vacilado en su programa de Radio Martí--, es algo bueno y saludable. Pero ni soñar con que vamos a entrarle a ''la hierba y la fibra'' como si fuéramos japoneses.

En la capital funcionan ya varios restaurantes naturistas. El Jardín, de Línea y C, es uno de ellos. Pero la gente lo que realmente quiere es que le permitan elegir. Y sobre todo, poder determinar si desea acompañar las ensaladas con huevo, pollo, pescado, camarones o un bistec de res o de cerdo, así como disponer de leche, queso o mantequilla para la elaboración de ciertos platos. Llevamos demasiados años comiendo para sobrevivir. ¿No creen que ha llegado la hora de poder comer no solamente lo que sea más sano, sino también lo más apetitoso?

Periodista independiente cubana.

© El Nuevo Herald / Carta de Cuba

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