El agua, el
muro y las gentes
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Vivir rodeados de agua implica un
contacto estrecho con ese elemento. Uno de los factores decisivos con que la
insularidad marcó a los cubanos es el apego al líquido componente
de la vida del planeta.
Sin agua no podemos vivir. En lo personal sería muy difícil
residir en una ciudad mediterránea sin esa línea azul que me
confirma el horizonte. También le sucede así a mucha gente que
conozco.
La Habana tiene el Puerto y el Malecón. El diente de perro de la
costa oeste y este de la ciudad sirven de acomodo a los bañistas que
acuden por cientos en cuanto el calor aprieta.
A la costa agreste al límite norte de Ciudad La Habana no sólo
van a bañarse. El muro del Malecón proporciona un multiservicio
gratuito.
El muro del Malecón sirve de asiento a los enamorados. Es un sofá
sin suegra delante. El mismo muro vale como decorado para sesiones de fotografía.
Así, no es raro tropezar con recién casados en pose sobre el muro
ante un fotógrafo que se afana, muy ufano, en encuadrar al novio
trajeado, sudoroso, y a la novia envuelta por la espuma blanca del vestido y el
vaporoso velo en el acto de lanzar el ramo de flores a las olas.
Al muro van los hijos de Yemayá a lanzarle ofrendas a su madre de
santo, a contarle sus penas, a pedir la solución para sus problemas.
Increíblemente, en el Malecón vierten varios conductos de
desagüe, desde Centro Habana y del Vedado bajan los subterráneos
intestinos con su carga de aguas negras.
Los paseantes lanzan al agua latas de bebidas vacías, monedas,
flores, preservativos, deseos, recriminaciones, disgustos, insatisfacciones,
miradas hacia el horizonte situado a 90 millas más allá del
litoral habanero y, en ocasiones, hasta ellos mismos se arrojan al agua.
El muro del Malecón es la frontera concreta del habanero. Ahora junto
a él, se realizan con frecuencia marchas multitudinarias. Un marchódromo
que ya ha sido televisado en numerosas ocasiones. Y tú... ¿qué
lanzas al agua?
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