Cambios de hábito
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Los cubanos padecemos una vez más
un cambio de hábitos. Otra vez le toca a las comidas. Sufrimos la
propaganda sobre las ventajas de la restauración vegetariana.
¡Espere!, no escribo sobre la reforestación del terreno.
Restauración vegetariana quiere decir comer vegetales. ¿Estamos?
Entonces, adelante... pero sin marchitas.
En la radio y la televisión nacionales no se habla de otra cosa.
Todos los días en alguna emisión le disparan por los oídos
y por los ojos el adoctrinamiento vegetariano. Una campaña de
alfabetización vegetariana dirigida al público cubano con la misma
fuerza de los vientos aciclonados que arrancan los vegetales del suelo en
temporada de huracanes.
Y no es que me oponga también a comer vegetales. De hecho, siempre
los he privilegiado en la mesa. Pero, como vivo en Cuba desde hace bastantes añitos,
reconozco que "el camino del Infierno está empedrado de buenas
voluntades".
No sólo a mí me fastidia el machaqueo con el cambio de mis hábitos
gastronómicos cada vez que a alguien se le ocurra. ¿O es que hasta
hoy a ningún burócrata de mala mesa se le ocurrió que
consumir vegetales beneficia la salud? Pues, parece que es así.
Y ahora mismo nos convidan a olvidar la carne con papas, el calamar relleno,
el fricasé de pavo y el bisté de palomilla. ¡Herejías,
herejías del capital! ¡Pecados de la penetración
imperialista!
Lo peor de los burócratas cubanos no es la Mesa Redonda, sino esa
mediocridad característica que vindican con su falta de creatividad
personal. En ellos campea olímpicamente la necedad del descubrimiento
perpetuo de lo re-conocido únicamente después de ser lanzada la
consigna al uso. Son como los tristes perros del cinódromo cuando
levantan la barrera de salida.
Nos han embargado los hábitos gastronómicos. La consigna de
moda es comer vegetales (y lo caro que cuestan). Tal como en la Edad Media desde
los púlpitos prometían el Paraíso a quienes pagaran el
diezmo, cumplieran sus devociones, creyeran sin titubeos en los dogmas de la fe,
estos sacerdotes de buró y consignas por el socialismo pretenden
conducirnos a un "soyalismo" sin medida, ajeno a nuestras tradiciones
alimentarias.
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