Una mujer en
el Escambray (I)
Héctor Maseda, Grupo Decoro
Serie que describe, a través de una de sus
protagonistas, cómo se desarrolló el proceso de incorporación
de la mujer cubana a la lucha guerrillera contra Fidel Castro en las montañas
del Escambray, de la antigua provincia de Las Villas
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Corría el año 1961. Daysi
Ventura Mainegra González había tomado una decisión
importante en su vida: apoyar al movimiento insurgente que existía en la
cordillera central del país contra el régimen de Fidel Castro. Las
arbitrariedades y detenciones masivas que realizaba el gobierno contra los
vecinos de la serranía y el pueblo cubano en general eran insoportables y
había que ponerles fin o perecer en el empeño.
Daysi Ventura nació en las estribaciones de la Sierra del Escambray
el 14 de junio de 1941. Era dueña, junto a su esposo Tomás
Florencio Bécquer, de una finca heredada de su familia. La propiedad,
llamada "Las Trampas", se extendía sobre unas 50 caballerías
(671 hectáreas) de tierras fértiles aunque montañosas. En
ellas criaban ganado mayor, cultivaban café, caña y alimentos
varios para el autoconsumo familiar. La finca era trabajada por tres hermanos y
sus esposas. En épocas de cosecha contrataban a jornaleros para que les
ayudaran en la recolección y el secado del café. En el hogar poseían
las mínimas comodidades para vivir decorosamente. El núcleo lo
conformaban el matrimonio y la pequeña hija.
De pronto, y por obra y gracia de la injusticia humana, las condiciones de
vida de esta familia cambiaron totalmente.
"En junio de 1960 -comenta Daysi- llegaron a nuestra casa los
comandantes fidelistas Félix Torres y Anastasio Castañeda, acompañados
de otros militares. Sin preámbulos nos anunciaron que desde ese momento
estaban confiscadas nuestras propiedades porque iban a operar militarmente en
las montañas en contra de los grupos de alzados.
"- Ustedes son colaboradores de ellos. Tienen que salir de aquí
en breve. Adonde vayan no es nuestro problema.
"Y dejaron a dos militares en la hacienda hasta que llegara el
interventor. Antes de marcharse, Torres se volvió a mi esposo y le dijo:
"- Si algo le ocurre a estos dos hombres lo pagarás con tu vida.
"Nosotros no éramos colaboradores de nadie. Sin embargo, entre
los años 1957-1958 mi esposo les brindó apoyo y trabajó con
los grupos guerrilleros que operaban en esta región, bajo las órdenes
de Rolando Cubela y Faure Chaumont, del Directorio Revolucionario 13 de Marzo;
al propio Félix Torres, del Partido Socialista Popular, y a Ernesto Che
Guevara. Luego de esta visita de Félix Torres y compañía
pasaron dos semanas. Unos mensajeros del gobierno me informaron entonces que ya
debíamos irnos. No tuve más remedio que recoger algunas ropas
envueltas en una sábana. Cargué a mi niña en los brazos y
caminando fuimos para Trinidad, a decenas de kilómetros de distancia,
atravesando montañas. Por suerte una amiga nos prestó un cuarto
para que viviéramos en el pueblo. Mi esposo estaba recogiendo el ganado
en las lomas y desconocía lo que ocurría con nosotras".
Estos desalojos forzosos y sin compensación se repetirían con
todos los campesinos que vivían en la región. A los pocos días
comenzaron a citar a los hombres al pueblo de Trinidad. A unos los conminaron a
que abandonaran la provincia inmediatamente. A otros los detuvieron y
enjuiciaron, acusados de colaborar con la guerrilla antigubernamental. Muchos
decidieron no acudir a la cita y tomaron el camino de las armas. Varias mujeres
se incorporaron a la lucha, pero no se integraron a la guerrilla
permanentemente, por decisión de los jefes. La vida era difícil y
riesgosa. Excepcionalmente hubo mujeres que se integraron a los grupos de
combate. Sobre el particular, Daisy refiere:
"Mi esposo y yo decidimos no abandonar la zona ni quedarnos con los
brazos cruzados. Comenzamos a colaborar con los guerrilleros. Buscamos
contactos, y aparecieron. Éramos miles lo que habíamos sido
despojados de nuestros bienes por el estado comunista. La respuesta de los
lugareños fue masiva, y dio origen, desde un principio, a la insurrección
armada. Mi esposo y yo tuvimos de nuevo acceso al Escambray porque el gobierno
colocó como interventor de 'Las Trampas' a un pariente nuestro, quien nos
dejó laborar en la finca. A mi marido las autoridades le dieron un pase
para que cortara madera en la sierra. Transcurrido un tiempo comenzaron a pasar
por la propiedad varios grupos de guerrilleros integrados por familiares,
vecinos y amigos. Fue así que conocí a Emilio Carretero y tantos
otros jefes de la guerrilla. Emilio había sido oficial del ejército
de Batista. Buena persona, querido por los campesinos. Noble y disciplinado, muy
recto y exigente con sus hombres. Odiado y temido por lo confidentes y personas
vinculadas al régimen de Fidel Castro. No fue un asesino despiadado y
cruel como lo caracterizó la propaganda gubernamental. Las mujeres les
cocinaban, lavaban y zurcían las ropas, les curaban las heridas, llevaban
y traían mensajes y medicinas, vestuario y botas nuevas. También
los alentaban cuando se sentían deprimidos. Debo añadir que también
atendíamos a las tropas del gobierno cuando llegaban a la hacienda. De
este modo ganábamos su confianza".
Carretero comenzó a operar desde la finca "Las Trampas"
hasta Pueblo Viejo, pasando por el caserío de Mayer.
"A Carretero no le gustaba utilizar las cuevas como refugio. Las
consideraba trampas potenciales. Si las tropas enemigas tomaban sus entradas
estaban perdidos. Él tenía mucha confianza con mi esposo y le
hablaba de estas cosas. Decía que prefería esconderse en zonas
bajas y abiertas entre lomas, bien cubiertas de espesura y protegidas por muchos
árboles que servían como parapetos naturales. Situaba postas en
los alrededores de su campamento y a mayor profundidad las 24 horas del día
para evitar ataques sorpresivos. Además, situaba observadores en los
cerros más altos para conocer el movimiento de sus oponentes. Operaba de
noche. Durante el día hacía planes y la tropa descansaba y
permanecía escondida".
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