Basta ya de
trucajes
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, junio (www.cubanet.org) - Como ha acostumbrado a maniobrar cada
vez que se ha visto amenazado en sus 43 años en el poder, ahora el
gobierno cubano vuelve a recurrir a las movilizaciones populares para reafirmar
su presunta legitimidad.
El último show propangandístico tuvo lugar el miércoles
12 de junio. Según el oficialismo, más de 9 millones de cubanos
habrían participado en el mismo.
Y otra vez es menester recordar al mundo que estas megamanifestaciones no
tienen nada de espontáneas. Son organizadas por el gobierno que paga el día,
el transporte y la merienda a todos los trabajadores del país para que
asistan a las marchas.
Los sindicatos y todas las organizaciones legales (que son sólo las
oficialistas) confeccionan listas de los que "desean" participar. Pero
se aclara -aprovechando incluso los medios de prensa nacionales, también
oficialistas - que quien no asista será considerado un apátrida y
un contrarrevolucionario. Quien pudiera escapar por no pertenecer a ningún
centro de trabajo o de estudio es descaradamente presionado a través de
los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), de los cuales hay
uno en cada cuadra del país.
Pero esto no es novedad. Todo el que lo ha querido sabe que la famosa
espontaneidad de estas movilizaciones obedece a un truculento acto de hechicería
policial propio de los sistemas dictatoriales.
En esta última jornada de manifestaciones públicas por toda la
Isla, sin embargo, hubo algo nuevo. Aunque el régimen ubicó al
enemigo a combatir en los Estados Unidos -los imprescindibles yanquis- quienes
verdaderamente provocaron esta vez la rabieta oficialista fueron los disidentes
internos.
El Proyecto Varela, propuesto por la oposición interna para propiciar
una apertura legal en la Isla -y no el gobierno de Bush- fue lo que ciertamente
sacó de las casillas al régimen castrista, obligándolo a
urdir una antihistórica enmienda constitucional para perpetuar al
comunismo y cerrar cualquier camino que conduzca al más mínimo
cambio en Cuba.
Para consumar su desalojo a la soberanía del pueblo esta modificación
constitucional ha sido sometida a la votación ciudadana a través
del amañado procedimiento de decir sí o sí, por demás
impuesto por coerción por el propio liderazgo del régimen.
Pero ni las marchas millonarias -verdaderamente compuestas por una masa
hambreada, chantajeada y carente de libertades- ni las antidemocráticas
enmiendas constitucionales podrán legitimar a un régimen de
naturaleza represiva, ineficiente y caduco.
Para terminar con el engaño y la distorsión hubiera sido
menester que el pueblo hubiese tenido una verdadera oportunidad de elección
optando libremente entre el Proyecto Varela -aperturista- propuesto por la
oposición, y la modificación constitucional -continuista- impuesta
por el oficialismo.
Si el gobierno de la Isla desea adquirir legitimidad frente a los ojos del
mundo y ante su propio pueblo debería conquistarla en las urnas, pero
tras un proceso electoral limpio, plural y competitivo, como lo propugnaría
una práctica genuinamente democrática.
Todo lo otro son espúreos rejuegos de brujos totalitarios. Y todo el
mundo ha sido exorcizado, incluyendo una buena parte del propio pueblo cubano.
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