Adelgaza el
elefante, las hormigas se incrementan
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Pese a una gigantesca marcha organizada
por el gobierno de Fidel Castro y el apoyo rubricante de diz que 8 165 320
ciudadanos supuestamente a favor de rubricar el carácter "intocable"
de la Constitución vigente en Cuba, donde bien difícil es
encontrar la consagración del derecho de las minorías, la conclusión
derivable de lo ocurrido en estos días a lo largo y ancho de la Isla es ésta:
adelgaza el elefante, las hormigas se incrementan.
No cabe dudas de que el logro de 11 mil firmas por parte del Proyecto
Varela, una controvertida iniciativa que aspira a propiciar cambios democráticos
en Cuba a partir de la Constitución vigente, motivó una crispada
respuesta gubernamental cuyo evidente propósito es desconocer el parecer
de las denominables hormigas, contraponiéndoles el elefántico peso
de ocho millones de rúbricas.
Sin embargo, el desenlace de los acontecimientos hasta el momento actual
brinda una valiosa información, en virtud de la cual se hace posible
constar cómo, pese al imperio de recursos totalitarios y
post-totalitarios, ha crecido en la Isla una cultura de resistencia capaz de
manifestarse más allá de lo esperado, habida cuenta de las
circunstancias en las que se desenvuelve el cubano de a pie, para más de
uno signadas por la ausencia de alternativas políticas costeables.
Si se parte de los datos anunciados por Pedro Ross Leal, secretario de la
oficiosa Central de Trabajadores de Cuba, 8 165 320 cubanos de los 8 millones
250 mil estimados con derecho al voto, avalaron con su firma la "intocabilidad"
del régimen unipartidista isleño. De inicio, cualquier deseoso de
ejercer la duda metódica está en el derecho de no creer una
palabra a Ross, por cuanto el proceso sólo ha contado con la validación
de sus promotores, sin que los opositores hayan gozado de oportunidad de
manifestarse en igualdad de condiciones. Para esta ocasión, un conocido
certificador de transparencias electorales como Jimmy Carter no fue invitado.
No obstante, acéptese como bueno lo afirmado por el dirigente
sindical, por lo menos en cuanto al número de firmantes, e incursiónese
en las aristas demostrativas de hasta cuánto ha crecido en Cuba una
cultura de resistencia al modelo gobernante, aunque aún faltan rúbricas
por computar que no introducirán a estas alturas algo esencial.
Según Ross, "cuidadosos análisis" permiten estimar
que el número actual de electores asciende a 8 millones 250 mil, de donde
se desprendería que casi el 99% de ellos apoyó al gobierno de
Fidel Castro, al rubricar la "intocabilidad" constitucional. Pues
bien, parece que los "cuidadosos análisis" olvidaron consultar
el Anuario Estadístico de Cuba correspondiente al 2000, cuya fiabilidad
en materia demográfica nunca ha sido combatida. De éste surge una
población electoral mucho mayor que la estimada por los "cuidadosos
analistas", y de la cual emergerá una cantidad mucho más
elevada de cubanos negados a solidarizarse con la proposición a la "intocabilidad".
Siempre de acuerdo con la fuente oficial citada, al 31 de diciembre de 2000
había 8 836 941 compatriotas con edad de 15 años y más,
quienes por definición serían población en edad de votar a
la altura de 2002. Todos los demógrafos isleños aceptan que la
población de Cuba asciende discreta pero sostenidamente -pese a sus
deseos migratorios, y sus intenciones materializadas también- y no se
ocultan para expresar preocupación por una tendencia al envejecimiento
demográfico, todo lo cual se refleja en un natural aumento de las
personas en edad de votar (16 años y más). Por lo tanto,
indiscutible es que al momento de rubricarse la "intocabilidad"
constitucional, un número de personas en edad de votar inferior al
apuntado es inaceptable.
Todos los días ocurren nacimientos y alguien cumple años. A la
población en edad de votar antes señalada deben sumarse quienes
tenían 14 años al cierre de 2000 y arribaron a la edad electoral
antes de la firmadera de marras. Si bien el Anuario Estadístico de Cuba
no brinda esa información, es posible estimarla sobre la base de los
datos por éste expuestos. De acuerdo con el mismo, la población
media de 14 años al cierre de 2000 fue de 167 070. Basta dividir ésta
entre 365 días del año y multiplicarla por los 163 transcurridos
desde el inicio de 2002 hasta más o menos la apertura del proceso de
firmas y se obtendrá que unos 74 609 arribantes a la edad de votar
pudieron ejercer su derecho de rúbrica, por cuanto la prensa oficiosa
especificó que podían hacerlo, aún cuando no contaran con
el documento acreditativo de la edad fijada por la ley. Bastó presentar
en estos casos la llamada tarjeta de menor, por medio de la cual se pudo saber
si el aspirante a rúbrica reunía los requisitos.
"Visto el caso, comprobado el hecho", dice el refrán; la
suma de los mayores de 15 años al cierre de 2000 y los posibles
arribantes a la edad de votar a la hora de las rúbricas indica que la
población en edad de votar involucrada en el proceso no debe ser inferior
a 8 911 550. O sea, no menos de unos 661 550 por encima de los 8 250 000
reportados por Ross. Son, por lo tanto, los misteriosos desaparecidos del
universo electoral cubano, aunque de ellos debe descontarse a los inhabilitados
del derecho a voto por incapacidad mental jurídicamente probada o por
estar cumpliendo distintos tipos de sanciones penales.
El gobierno de Fidel Castro no publica el número de esos
inhabilitados, ni parece existir forma de estimarlos razonablemente a tenor de
datos oficiales. Pero fuentes diversas dentro del movimiento cubano por los
derechos humanos, nada sospechosas de simpatizar con la promovida "intocabilidad"
constitucional, califican de absurda la posibilidad de que entre una y otra
categorías se llegue a las 200 mil personas. Aplíquese entonces el
método matemático de demostración por el absurdo, y rebájese
del universo electoral esa cantidad a los 8 911 550 de personas mínimas
en edad de votar, y se obtendrá que dicho universo debe de ascender a
unos 8 711 550 compatriotas.
Lo demás es aritmética: si al universo electoral resultante se
restan los 8 165 320 firmantes de la "intocabilidad" constitucional,
aparecen unos 546 230 electores que no aceptaron esa "intocabilidad",
no prestaron su firma para avalarla, y quizás ello explique el poco valor
estadístico de los "cuidadosos análisis" mencionados por
Ross, en virtud de los cuales "sólo" unos 84 680 se negaron a
estampar su rúbrica. No se olvide: acaba de nacer el caso de Pedro Ross
contra el Anuario Estadístico de Cuba, más allá de la
credibilidad que se otorgue o no al número de firmantes declarados.
Según sus políticas simpatías, optimistas a lo Castro y
pesimistas contrarios dirán que poco importan medio millón de
abstenciones contra más de ocho millones de rúbricas promotoras.
Unos y otros llevan razón en cierto sentido. pero cuando se comprueba que
ese medio millón de abstenciones quintuplica a las oficialmente
reconocidas en las elecciones generales de 1993, cuando la situación económica
de Cuba era incomparablemente peor a la actual, las conclusiones derivables
rebasan a optimistas y pesimistas.
En términos de una cultura de resistencia, este periodista cree
indudable el valor político de ese medio millón de personas
negadas a firmar un documento que les compromete a contrapelo de su conciencia.
Más, si quintuplican a quienes en 1993 actuaron como ellos. La abstención
a la cubana, dado el carácter del régimen, es por definición
y consecuencias personales algo mucho más allá de un desinterés
por la política, porque su lectura a niveles del poder la califica como
acto de oposición. Quien se abstiene, "se señala".
Muchos en la Isla acuden a votar y, en la soledad de la caseta, hacen con la
boleta cuanto se les ocurre, y lo prueba el número de votos anulados
característico de los comicios cubanos. De este modo, quedan en paz con
su conciencia y se protegen de las consecuencias de una abierta abstención.
He ahí el valor más que simbólico de lo surgido de las
cifras.
Tal es la clave profunda que muchos tratarán de ocultar en las
presentes circunstancias; unos por apoyo a Castro, otros porque no quieren ver
el despertar ciudadano representado por semejante abstención, que bien
puede conducir a formas de solidaridad muy cuestionables de la política
de Estados Unidos hacia Cuba, en tanto aquellos sí certifican la
emergencia de una sociedad civil que sí aprovechó la oportunidad
para manifestarse con sorprendente civismo.
Por ello, a entender de este periodista, adelgaza el elefante y las hormigas
se incrementan.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
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