CUBANET .INDEPENDIENTE

21 de junio, 2002


Adelgaza el elefante, las hormigas se incrementan

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Pese a una gigantesca marcha organizada por el gobierno de Fidel Castro y el apoyo rubricante de diz que 8 165 320 ciudadanos supuestamente a favor de rubricar el carácter "intocable" de la Constitución vigente en Cuba, donde bien difícil es encontrar la consagración del derecho de las minorías, la conclusión derivable de lo ocurrido en estos días a lo largo y ancho de la Isla es ésta: adelgaza el elefante, las hormigas se incrementan.

No cabe dudas de que el logro de 11 mil firmas por parte del Proyecto Varela, una controvertida iniciativa que aspira a propiciar cambios democráticos en Cuba a partir de la Constitución vigente, motivó una crispada respuesta gubernamental cuyo evidente propósito es desconocer el parecer de las denominables hormigas, contraponiéndoles el elefántico peso de ocho millones de rúbricas.

Sin embargo, el desenlace de los acontecimientos hasta el momento actual brinda una valiosa información, en virtud de la cual se hace posible constar cómo, pese al imperio de recursos totalitarios y post-totalitarios, ha crecido en la Isla una cultura de resistencia capaz de manifestarse más allá de lo esperado, habida cuenta de las circunstancias en las que se desenvuelve el cubano de a pie, para más de uno signadas por la ausencia de alternativas políticas costeables.

Si se parte de los datos anunciados por Pedro Ross Leal, secretario de la oficiosa Central de Trabajadores de Cuba, 8 165 320 cubanos de los 8 millones 250 mil estimados con derecho al voto, avalaron con su firma la "intocabilidad" del régimen unipartidista isleño. De inicio, cualquier deseoso de ejercer la duda metódica está en el derecho de no creer una palabra a Ross, por cuanto el proceso sólo ha contado con la validación de sus promotores, sin que los opositores hayan gozado de oportunidad de manifestarse en igualdad de condiciones. Para esta ocasión, un conocido certificador de transparencias electorales como Jimmy Carter no fue invitado.

No obstante, acéptese como bueno lo afirmado por el dirigente sindical, por lo menos en cuanto al número de firmantes, e incursiónese en las aristas demostrativas de hasta cuánto ha crecido en Cuba una cultura de resistencia al modelo gobernante, aunque aún faltan rúbricas por computar que no introducirán a estas alturas algo esencial.

Según Ross, "cuidadosos análisis" permiten estimar que el número actual de electores asciende a 8 millones 250 mil, de donde se desprendería que casi el 99% de ellos apoyó al gobierno de Fidel Castro, al rubricar la "intocabilidad" constitucional. Pues bien, parece que los "cuidadosos análisis" olvidaron consultar el Anuario Estadístico de Cuba correspondiente al 2000, cuya fiabilidad en materia demográfica nunca ha sido combatida. De éste surge una población electoral mucho mayor que la estimada por los "cuidadosos analistas", y de la cual emergerá una cantidad mucho más elevada de cubanos negados a solidarizarse con la proposición a la "intocabilidad".

Siempre de acuerdo con la fuente oficial citada, al 31 de diciembre de 2000 había 8 836 941 compatriotas con edad de 15 años y más, quienes por definición serían población en edad de votar a la altura de 2002. Todos los demógrafos isleños aceptan que la población de Cuba asciende discreta pero sostenidamente -pese a sus deseos migratorios, y sus intenciones materializadas también- y no se ocultan para expresar preocupación por una tendencia al envejecimiento demográfico, todo lo cual se refleja en un natural aumento de las personas en edad de votar (16 años y más). Por lo tanto, indiscutible es que al momento de rubricarse la "intocabilidad" constitucional, un número de personas en edad de votar inferior al apuntado es inaceptable.

Todos los días ocurren nacimientos y alguien cumple años. A la población en edad de votar antes señalada deben sumarse quienes tenían 14 años al cierre de 2000 y arribaron a la edad electoral antes de la firmadera de marras. Si bien el Anuario Estadístico de Cuba no brinda esa información, es posible estimarla sobre la base de los datos por éste expuestos. De acuerdo con el mismo, la población media de 14 años al cierre de 2000 fue de 167 070. Basta dividir ésta entre 365 días del año y multiplicarla por los 163 transcurridos desde el inicio de 2002 hasta más o menos la apertura del proceso de firmas y se obtendrá que unos 74 609 arribantes a la edad de votar pudieron ejercer su derecho de rúbrica, por cuanto la prensa oficiosa especificó que podían hacerlo, aún cuando no contaran con el documento acreditativo de la edad fijada por la ley. Bastó presentar en estos casos la llamada tarjeta de menor, por medio de la cual se pudo saber si el aspirante a rúbrica reunía los requisitos.

"Visto el caso, comprobado el hecho", dice el refrán; la suma de los mayores de 15 años al cierre de 2000 y los posibles arribantes a la edad de votar a la hora de las rúbricas indica que la población en edad de votar involucrada en el proceso no debe ser inferior a 8 911 550. O sea, no menos de unos 661 550 por encima de los 8 250 000 reportados por Ross. Son, por lo tanto, los misteriosos desaparecidos del universo electoral cubano, aunque de ellos debe descontarse a los inhabilitados del derecho a voto por incapacidad mental jurídicamente probada o por estar cumpliendo distintos tipos de sanciones penales.

El gobierno de Fidel Castro no publica el número de esos inhabilitados, ni parece existir forma de estimarlos razonablemente a tenor de datos oficiales. Pero fuentes diversas dentro del movimiento cubano por los derechos humanos, nada sospechosas de simpatizar con la promovida "intocabilidad" constitucional, califican de absurda la posibilidad de que entre una y otra categorías se llegue a las 200 mil personas. Aplíquese entonces el método matemático de demostración por el absurdo, y rebájese del universo electoral esa cantidad a los 8 911 550 de personas mínimas en edad de votar, y se obtendrá que dicho universo debe de ascender a unos 8 711 550 compatriotas.

Lo demás es aritmética: si al universo electoral resultante se restan los 8 165 320 firmantes de la "intocabilidad" constitucional, aparecen unos 546 230 electores que no aceptaron esa "intocabilidad", no prestaron su firma para avalarla, y quizás ello explique el poco valor estadístico de los "cuidadosos análisis" mencionados por Ross, en virtud de los cuales "sólo" unos 84 680 se negaron a estampar su rúbrica. No se olvide: acaba de nacer el caso de Pedro Ross contra el Anuario Estadístico de Cuba, más allá de la credibilidad que se otorgue o no al número de firmantes declarados.

Según sus políticas simpatías, optimistas a lo Castro y pesimistas contrarios dirán que poco importan medio millón de abstenciones contra más de ocho millones de rúbricas promotoras. Unos y otros llevan razón en cierto sentido. pero cuando se comprueba que ese medio millón de abstenciones quintuplica a las oficialmente reconocidas en las elecciones generales de 1993, cuando la situación económica de Cuba era incomparablemente peor a la actual, las conclusiones derivables rebasan a optimistas y pesimistas.

En términos de una cultura de resistencia, este periodista cree indudable el valor político de ese medio millón de personas negadas a firmar un documento que les compromete a contrapelo de su conciencia. Más, si quintuplican a quienes en 1993 actuaron como ellos. La abstención a la cubana, dado el carácter del régimen, es por definición y consecuencias personales algo mucho más allá de un desinterés por la política, porque su lectura a niveles del poder la califica como acto de oposición. Quien se abstiene, "se señala". Muchos en la Isla acuden a votar y, en la soledad de la caseta, hacen con la boleta cuanto se les ocurre, y lo prueba el número de votos anulados característico de los comicios cubanos. De este modo, quedan en paz con su conciencia y se protegen de las consecuencias de una abierta abstención. He ahí el valor más que simbólico de lo surgido de las cifras.

Tal es la clave profunda que muchos tratarán de ocultar en las presentes circunstancias; unos por apoyo a Castro, otros porque no quieren ver el despertar ciudadano representado por semejante abstención, que bien puede conducir a formas de solidaridad muy cuestionables de la política de Estados Unidos hacia Cuba, en tanto aquellos sí certifican la emergencia de una sociedad civil que sí aprovechó la oportunidad para manifestarse con sorprendente civismo.

Por ello, a entender de este periodista, adelgaza el elefante y las hormigas se incrementan.


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