Abogado poco
confiable
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - La II Cumbre Mundial sobre la
Alimentación se celebró en Roma entre el 10 y el 13 de junio. Su
objetivo fundamental era analizar la evolución de la situación
alimentaria mundial a partir de los acuerdos tomados en la I Cumbre, efectuada
en 1996.
En aquella ocasión se aprobó un programa para reducir hasta el
2015 en un 50 por ciento los 800 millones de personas carentes de alimentos que
existían entonces. De los debates sostenidos en la reciente Cumbre se
puede concluir que, a pesar de existir algunos avances, parece poco probable
alcanzar ese objetivo si no se toman medidas urgentes.
En la reunión participó una delegación cubana con un
nivel notablemente inferior respecto a la anterior, al ser encabezada por el
canciller Felipe Pérez Roque, quien repitió los gastados puntos de
vista oficiales sobre el hambre en el mundo, que únicamente culpan a los
países desarrollados por la carencia de alimentos.
Sin duda los países ricos tienen responsabilidad en esta situación
y debería existir mayor solidaridad hacia las regiones más pobres.
Sin embargo, ver el problema del hambre como una cuestión sólo
dependiente de ese factor constituye una actitud reduccionista y absolutamente
parcial, que no ayuda a descubrir las verdaderas raíces y complejidad del
problema.
No es casual que en muchos países donde existe hambre y miseria esté
presente la corrupción rampante, se desvíen recursos hacia
carreras armamentistas e incluso se hayan desarrollado incesantes guerras o,
como en Cuba y Corea del Norte, se implantaron sistemas estatistas que bloquean
el desarrollo de las fuerzas productivas y condenan a los pueblos a la
precariedad.
El caso de Cuba es típico y demuestra que, por grande que sea la
ayuda externa, si no existe un gobierno competente para gestionar con eficiencia
los recursos, aunque se reciban miles de millones de dólares en recursos,
no puede haber un avance real en el terreno económico y la prosperidad de
la ciudadanía.
Resulta paradójico que mientras en Cuba se ha destruido la
agricultura, la emblemática industria azucarera se debate en el caos y se
cierra la mitad de sus capacidades para procesar caña, el canciller Pérez
Roque desee dar lecciones al mundo en materia de alimentación.
El 19 por ciento de los ciudadanos cubanos estaban subalimentados, según
un estudio sobre personas comprendidas en esta categoría durante el período
1996-1998 en todo el mundo realizado por el Fondo para la Agricultura y la
Alimentación de las Naciones Unidas.
Para ofrecer una idea de su significado, el informe refleja que 17 naciones
de Latinoamérica y el Caribe, 15 de Asia y 15 de Africa presentaban un
cuadro alimentario mejor. En el entorno de Cuba sólo Honduras (21 por
ciento), Bolivia (21.5 por ciento), Guatemala (22 por ciento), República
Dominicana (26 por ciento), Nicaragua (30 por ciento) y Haití (61 por
ciento) poseían una situación de subnutrición peor.
Todo indica que han empeorado las condiciones de subalimentación en
Cuba, reflejadas en el informe de la FAO. A finales de 2001 se produjo una
depreciación de la moneda nacional en el 23 por ciento y recientemente se
aplicó un alza en los precios de muchos productos alimenticios, sin
compensaciones en los ingresos de la población. Lógicamente, esto
tiene que haber dañado los niveles de consumo de los sectores más
humildes de la población.
También debe considerarse el daño al medio ambiente ocasionado
en Cuba, fundamentalmente la degradación de las tierras cultivables. Según
la superficie estudiada por el Instituto de Suelos, la clasificación
agro-productiva de los suelos cubanos en el año 1996 reflejaba que el 50
por ciento era "muy poco productivo" y el 17.6 por ciento "poco
productivo". Existen provincias como Guantánamo donde los terrenos "muy
poco productivos" alcanzan el 85.2 por ciento y los "poco productivos"
4.5 por ciento del total.
Entre los factores que han motivado la masiva degradación del área
agrícola están la salinidad y la sodicidad (14.9 por ciento de la
superficie), la erosión de muy fuerte a media (37.3 por ciento), el mal
drenaje (40.3 por ciento), la compactación (37.3 por ciento), el muy bajo
contenido de materia orgánica (69.6 por ciento), la baja retención
de humedad (37.3 por ciento), entre otros, según aparece en el Anuario
Estadístico de Cuba de 2000.
Como puede apreciarse, los resultados logrados por el gobierno cubano en la
alimentación de su pueblo no constituyen modelos a imitar. Tampoco sus prácticas
de atención al medio ambiente, las cuales sólo son eficientes para
destruir la fertilidad de las tierras, con consecuencias funestas para las
generaciones futuras.
Por ello resultan ridículas las pretensiones de los dirigentes
cubanos de aleccionar al mundo, cuando únicamente pueden mostrar lo que
no debe hacerse en la producción de alimentos.
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