Las remesas
no tienen quien le escriba
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Cada vez llama más la atención
dentro de la isla cómo en los debates sobre Cuba que tienen lugar en los
Estados Unidos de América el tema de eliminar las actuales restricciones
a los envíos de dólares desde ese país hacia la tierra de
José Martí es marginado.
No es de asombrarse que los partidarios de las sanciones económicas
hagan silencio sobre el significado para la sociedad civil cubana de los cientos
de millones de dólares enviados desde la nación del Potomac,
principalmente por la comunidad exiliada. La posición de esos partidarios
es clara. Y como la ley norteamericana ya permite ciertos niveles de remesas,
traer a colación el tema pudiera tener como consecuencia la derrota
representada por la abolición total de las prohibiciones de enviar dinero
a Cuba.
Lo ilógico, cada vez más ilógico, es el modo cómplice
con que muchos promotores del fin total o parcial de las sanciones
estadounidenses a Cuba soslayan el valor de las remesas como estimuladoras de
una sociedad civil en condiciones más ventajosas que las actuales, en
capacidad así de disputar al poder isleño parcelas mayores. De
hecho, ya puede parafrasearse al escritor García Márquez y apuntar
que las remesas no tienen quien le escriba.
Poderosos intereses económicos estadounidenses ejercen toda su
influencia para vender al gobierno de Fidel Castro alimentos y medicinas,
incluidas las ventas con los créditos necesarios para que se incremente
la deuda pública isleña, asunto la mar de espinoso. No menos
poderosos intereses, con el derecho constitucional norteamericano en la punta de
la uña, presionan para que la administración Bush elimine las
restricciones para viajar a Cuba, lo cual llenaría los hoteles bajo el
control de Castro.
Bajo ambas circunstancias lo mejor del pastel quedará en las manos
del mandatario cubano, sin que la sociedad civil se vea en la posibilidad de
hacer algo más allá que crear o extender lo que hará poco
se denominó en The Washington Post "una vibrante economía
marginal". Vibrante, pero que muy vibrante, pero también marginal.
La moneda se invierte cuando se trata de las remesas. No sólo por lo
que han logrado en la reunificación de una dividida familia cubana, sino
por un hecho terco como mula: el dinero de las remesas ha de pasar obligadamente
por el bolsillo de la sociedad antes de ingresar a las arcas estatales, lo cual
por sí mismo puede crear un escenario muy distinto al actual, algo
demostrado por la experiencia del último quinquenio y susceptible de un
desarrollo evidenciado por el surgimiento de esa "vibrante economía
marginal" que, con perdón de los reportes de The Washington Post, se
debe más a las remesas que a los turistas.
Dos más dos siempre es igual a cuatro. Dinero en manos de la población
obliga a crear oferta de bienes, servicios e incluso de capital para recaudarlo.
Y ello sólo se logra si esa oferta responde a demandas de la población,
para no contar el incremento de la circulación monetaria que se produciría
en la célebre y "vibrante economía marginal" de Cuba.
Remesas, entonces se presenta como una posibilidad en la cual el cubano de a
pie se dotaría de un efectivo voto económico, no manipulable en
marchas del pueblo combatiente ni en sabatinas tribunas abiertas, y capaz de
presionar al gobierno de Fidel Castro en un plazo más o menos mediato.
Quizás, quién sabe si quizás sea ésa la razón
por la cual las remesas no tienen quien le escriba. No por Castro en primer
lugar, sino porque nadie sabe hasta dónde la iniciativa nacional llegaría
a colocarse en situación tal que el día de mañana impida a
los post Castro imitar al antecesor. Claro está, en nombre de la
democracia, los derechos humanos y demás hierbas bien conocidas.
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