A paso de
bastón: la moda del Willys
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Pocos pudieran imaginar que un jeep de
la Segunda Guerra Mundial devenga a inicios de este milenio en símbolo de
status económico. Pero así ocurre en esta Habana estremecida por
marchas de aparente apoyo a Castro, para probar que la realidad de Cuba tiene múltiples
caras.
De manera casi imperceptible los jeep Willys están invadiendo el
paisaje habanero. No los modelos modernos, sino aquellos propios del ejército
de los Estados Unidos de América durante la conflagración.
Exactamente el mismo tipo de carro empleado por el actor Tom Hanks en su intento
de salvar al soldadito Ryan.
Cuatro, cinco años atrás apenas rodaban por las calles
habaneras. Pero hoy se les ve cada vez más frecuencia, completamente
restaurados por unos propietarios que nadie sabe cómo y dónde les
dotan de un aspecto moderno y les pintan de colores vistosos, entre los cuales
destaca el amarillo.
Por el centro y la periferia, pero principalmente por aquellos barrios donde
la circulación del dólar puede superar a la del peso, la marcha
veloz de un Willys, dotado de una amortiguación que se burla de los
agujeros y desniveles presentes en un maltratado pavimento, anuncia que un
nacional estuvo en capacidad de pagar unos seis mil dólares sólo
por adquirirlo, sin contar lo empleado en restauración y embellecimiento.
La moda del Willys, y quienes la practican, suma al inventario de pruebas a
favor de lo que se afirma en un editorial de The Washington Post del 10 de
junio, donde se cuenta de unos cubanos que "no se molestan en buscar la débil
señal de Radio Martí ... ni pierden su tiempo descifrando la
retorcida prosa del órgano del Partido Comunista, Granma. Están
demasiado ocupados tratando de hacer dinero".
Ese editorial llamó a la administración Bush a prestar ayuda a
este sector de la población, al cual denominó como "disidencia
económica", por medio de la liberación de viajes de turistas
estadounidenses a Cuba, lo cual siempre me pone en alerta por el modo con que
tantos en Estados Unidos olvidan el notable rol que puede jugar la liberación
de las remesas familiares en un cambio dentro de la isla. No obstante, cierto es
lo que se apunta en The Washington Post: "A su manera, los empresarios
marginales de Cuba son tan valientes como los disidentes políticos".
Participar en los infinitos mundos de la economía informal isleña
puede representar tanto peligro de ir a una cárcel como el que a diario
experimenta un opositor político. Y a veces, más peligro, porque
la prisión para un disidente económico puede verse acompañada
de una minuciosa confiscación de propiedades. Algunos de esos casos han
ganado celebridad y en varios de ellos ha aparecido el jeep Willys entre los
bienes expropiados, lo cual parece un símbolo de adonde miran los
perjudicados.
Misterio pudiera ser la aparición de esos fantasmas de la Segunda
Guerra Mundial en las calles de La Habana. Pero no tanto. El jeep Willys era de
uso común en la campiña antes del triunfo de Fidel Castro en 1959.
Los acontecimientos posteriores les dejaron relegados, muchos de ellos bajo el
absoluto olvido de un cobertizo, hasta que un comprador dolarizado y la
proverbial magia de los mecánicos isleños les rescató del
ostracismo. Nadie imagine que uno de esos vehículos es un original íntegro.
Puede ocurrir que el motor sea ruso y la amortiguación japonesa, o que el
sistema de transmisión proceda del Polo Norte. "Sin embargo, se
mueven", dicen los orgullosos dueños. O dueñas, porque también
entre las féminas la moda de conducir Willys hace olas, como para hacer
saber que la disidencia económica promueve la igualdad de géneros.
Las marchas y las tribunas en aparente apoyo a Castro hacen de las suyas por
todo el país. Entretanto, el Willys invade La Habana.
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