Bola de pelos
Ramón Díaz-Marzo
HABANA VIEJA, junio (www.cubanet.org) - ¿Ustedes nunca han visto una
ligera y casi invisible bola de pelos dando saltos y volteretas al compás
del viento por las calles de cualquier ciudad? Pues desde hace una semana una
bola de pelos anda dando vueltas por los pasillos del edificio donde vivo.
Esta historia comenzó (según la información
recolectada) en el quinto piso de mi edificio, que es el último, y es
desde donde lanzan latas de orina provenientes de la habitación de un
viejo loco y solitario. Sin embargo, yo sostengo que el hecho comenzó en
el segundo piso, que es donde tengo establecido mi domicilio. Para más
detalles les digo que mi casa tiene dos entradas, equivalentes a las dos
habitaciones 209 y 208. Y una mañana, cuando salía, la Bola de
pelos apareció a un costado de mi puerta principal.
Pero primero, permítanme explicarles algunas especificidades de mi
casa. Una de mis puertas, la 208, fue invadida por el comején por la época
en que comenzó el Periodo Especial; desde entonces esa puerta está
clausurada. No me avergüenza declarar públicamente que soy
supersticioso. Desgraciadamente vivo en una ciudad que tiene la razón un
poco extraviada. Este extravío puede ser comprobado de muy diversas
maneras que ahora harían demasiado extensa esta pequeña narración.
Es lógico que mi reaccionar esté condicionado por el lugar donde
sobrevivo. Por eso al principio medité sobre las posibles variantes de
guerra de la Bola de pelos contra mi casa.
¿Qué mal podría realizar contra mi casa la Bola de
marras? En la habitación 208 se encuentra la cocina de gas, el escaparate
donde guardo mi ropa, y un hueco de 6 pulgadas donde evacuo el agua sucia. Y
comparando mis dos habitaciones con una ciudad, podría decir que la
habitación 208 es la zona marginal donde se encuentran las fábricas
que contaminan el medio ambiente, mientras que la habitación 209 es el
centro comercial, donde se encuentran los principales lugares de recreo,
ministerios, embajadas, y representaciones nacionales del gobierno de mi casa. Y
entonces, ¿cuál podría ser el objetivo? Esta Bola tiene pelos
negros como una noche sin estrellas. Y una noche sin estrellas podría
significar ausencia de esperanza.
El asunto comenzó el día que salí de mi casa rumbo al
Centro Cultural Español. Ese fue el día que descubrí la
Bola, y la presentí como una amenaza. Cuando cerré con doble
cerrojo la puerta de mi casa le di a la Bola varias patadas con mis enormes
botas para alejar el mal augurio. Cuando regresé en la noche pensando en
lo peor (la Bola de pelos adherida a la madera de mi puerta), vi cómo la
Bola, esta vez, había cambiado de sitio, y se encontraba al final del
pasillo frente a la puerta de otro vecino.
A los pocos minutos escuché el escándalo del vecino. Empezó
a gritar que le estaban poniendo brujería en su puerta. Yo asomé
mi cabeza (como Papillon cuando lo tuvieron cinco anos en Solitaria) y observé
con rostro impasible el espectáculo de mi vecino, que abría de par
en par las puertas de su casa y ponía un ventilador, que conectó a
su máxima potencia para que la Bola de pelos se alejara de su puerta.
Y en efecto, la Bola de pelos comenzó a rodar como una suave y
liviana pelota por todo el pasillo, yendo a colocarse en la entrada de la casa
de otro vecino que, al igual que el primero, ya había preparado un
potente ventilador con aspas de avión para espantar a la Bola.
En pocos segundos los vecinos del segundo piso tenían sus puertas
abiertas y los ventiladores, como pistolas, echaban aire contra la Bola. Yo,
viendo venir otra vez a la Bola en dirección a la puerta de mi casa también
conecté dos ventiladores a su máxima potencia. Pero, astuto,
esperé a que la Bola se acercara y se colocara en el centro de mi puerta.
Cuando la Bola, dando saltos como una araña peluda se colocó
frente a la puerta de mi casa, conecté mis ventiladores y la Bola comenzó
a moverse en dirección de la escalera.
Como tengo un cable de extensión eléctrica, y uno de mis
ventiladores estaba preparado para tal efecto, salí persiguiendo a la
Bola hasta que logré que emprendiera el camino de bajada por la escalera.
Los vecinos respiraron aliviados.
Por mi parte, cerré la puerta. Preparé la cena. Vi un poco de
TV. Luego subí a la barbacoa y me puse a escribir esta historia. Después
leí hasta quedar dormido. Al siguiente día, cuando bajé a
comprar el pan, la Bola de pelos había desaparecido.
Ramón Díaz-Marzo es el autor de la novela "Cartas a
Leandro", publicada por CubaNet.
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