La marcha del
inmovilismo
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - En este raro tiempo histórico
vivido en Cuba, nombrado por este periodista era del picadillo de soya, puede
ocurrir que el significado de una acción represente en realidad lo
contrario.
Por ejemplo, sugiere movimiento una marcha nacional como la efectuada el 12
de junio, en la que millones de compatriotas desfilaron por todo el país
diz que para apoyar el orden constitucional vigente y así responder a los
discursos pronunciados por el presidente norteamericano el pasado 20 de mayo, en
los cuales ratificó la política de su país hacia el
gobierno de Fidel Castro y la condicionó una vez más a cambios
dentro de la isla en dirección de avanzar hacia un régimen democrático
de normas internacionalmente aceptadas.
De inicio, muy interesante sería preguntar a esos marchantes cuántos
de ellos han leído la Constitución que dicen defender. Aunque sea
por curiosidad, porque algunas explosivas encuestas citadas por el fallecido
jurista Hugo Chinea mostraron que dos tercios de los sondeados desconocían
que ese texto es la principal ley del país; de ellos el 44 por ciento con
categoría laboral de dirigente.
Claro, tales pequeños detalles no impiden aceptar que sugiere
movimiento la marcha de marras, ante todo por su hecho físico. Pero en
honor a las paradojas del actual tiempo cubano, el inmenso desfile contrasta,
porque si en su andar de banderitas al cielo hace pensar en movilidad, lo intrínseco
de su mensaje es comunicar el inmovilismo tenaz. Bien claro lo expresa lo que
las llamadas organizaciones de masas están proponiendo al parlamento
cubano mediante una iniciativa de modificación constitucional donde se
hace patente el deseo de "consignar expresamente la voluntad del pueblo de
que el régimen económico, político y social consagrado en
la Constitución de la República es intocable".
Desconozco si algún pensador de militancia fidelista ha palpado la
clase de soga que se está amarrando al cuello, considerando lo cambiante
del mundo actual y el inmenso peligro presente en la palabra "intocable",
incluso para los castristas en cuerpo y alma.
La marcha, la enorme marcha que parece avalar a la proposición
apuntada, aparece así como un recurso que pudiera abrir las puertas a la
derogación o castración del artículo 137 de la vigente
Constitución cubana, el cual estipula el derecho a la reforma de la ley
de leyes con carácter total o parcial y establece el proceder para
hacerlo. Más claro ni el agua: lo que el gobierno de Fidel Castro parece
buscar es coartar definitivamente el derecho ciudadano a introducir cambios
constitucionales en ejercicio de una soberanía popular diz que consagrada
por ese texto, por cierto bastante vulnerado por un conjunto de leyes abierta y
flagrantemente inconstitucionales, alegremente aprobadas por ese parlamento, al
cual ahora se pide que haga "intocable" lo que ha "tocado"
con tanta alegría.
Marx, Engels y Lenin deben de estar con las manos a la cabeza ante esta
interpretación caribeña de la dictadura del proletariado.
Por supuesto, no caben dudas de que el convidado de piedra a la marcha del
inmovilismo es el Proyecto Varela, con todo y lo criticable que sea. Sus más
de 11 mil cubanos sumados a él están retumbando en los oídos
del poder isleño con más estruendo que la artillería de
Stalin ante las puertas de Berlín de 1945. Eso es un hecho, y los hechos
son tercos, aunque por lo pronto el resultado del proyecto de marras sea el de
tanta crispación gubernamental, tanto temor al despertar ciudadano, que
bien pudiera venir no del rubricatismo disidente sino del interior de las
estructuras de poder, quizás ya preocupadas por la terquedad de otro
hecho: la marcha del 12 de junio pudo haber costado unos 75 millones de pesos de
producto interno bruto a precios de 2000, si se hace un par de elementales cálculos
sobre la base de cifras oficiales.
En países civilizados tal despilfarro sólo se justifica cuando
la sociedad protesta. No cuando se supone que apoya lo que ya existe. Por ello
afirmo que, entre otros aspectos, la marcha del inmovilismo demuestra que en
esta Cuba de raro tiempo histórico el esperable significado de una acción
puede representar exactamente lo contrario. Desconozco si ello se debe a la
impronta de sol caribeño y pardas voluptuosas que caracteriza a esta
tierra. Pero de que pasa, pasa.
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