CUBANET .INDEPENDIENTE

13 de junio, 2002


El Escambray: Epílogo

Héctor Maseda, Grupo Decoro

LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - La experiencia le decía a Luciano Pacheco Ruiz que nada bueno le deparaba el destino. Sus opciones eran pocas y malas: morir fusilado de inmediato por el enemigo o vivir muriendo en las cárceles castristas. Su libre albedrío, en esta ocasión, no decidiría.

De Topes de Collantes, provincia de Sancti Spíritus, fue trasladado a las naves de fibrocemento de Condado, devenidas en cárcel provisional en el pueblo Limones de Cantero, municipio de Trinidad. Había alrededor de mil prisioneros. Muy pocos eran guerrilleros. La mayoría calificaba en la categoría de sospechosos de apoyar a los insurgentes o colaboradores de estos grupos. Allí se mantuvo durante seis meses, entre interrogatorios, nuevas amenazas de muerte y torturas psíquicas.

"Medio año pasé en aquellas naves. Las sesiones de interrogatorios eran interminables. Nos obligaban a estar parados en una misma posición, sin movernos durante horas. Muchos nos desmayábamos. Dormíamos en el suelo, comíamos lo imprescindible para continuar viviendo. Cuando los investigadores consideraron concluido mi caso, cesaron las entrevistas y creció mi incertidumbre. Cuando llegaba la noche temía que me sacaran para fusilarme al fondo del cementerio. A otros detenidos se lo hicieron. Formaba parte del procedimiento".

En septiembre de 1964 trasladaron a Luciano al cuartel general de la Seguridad del Estado en la capital de la nación. El juicio fue celebrado en el Tribunal Provincial de La Habana, sala de delitos contra la seguridad del estado, causa 474/64. Sobre estos hechos Luciano comenta:

"Llegué a la ciudad el día 14. Me encerraron en el DSE hasta el 16, día en que se inició la vista. Me acusaron de atentar contra los poderes del estado. Las acusaciones giraban alrededor de mi participación en la guerrilla. Comprobados los hechos, el fiscal pidió la pena de muerte por fusilamiento, petición que al final se convirtió en una condena a 20 años de cautiverio. En octubre de ese año me enviaron a la cárcel de Santa Clara. A los pocos días salí en una 'cordillera' (caravana militar que mueve a los presos de una penitenciaría a otra) para la Cárcel Modelo de Isla de Pinos. Allí fui destinado a la circular No. 2 como preso político. Las condiciones de vida para los cautivos en este penal eran modelo, pero de deshumanización. Mala alimentación, pésima atención médica. Las visitas se producían entre ocho y doce meses por medio de unos separadores de malla, para impedir el contacto físico con los familiares. Las celdas de las circulares no tenían rejas, por lo que podías moverte de un piso al otro. Eran pequeñas y albergaban a dos internados, pero generalmente había tres y hasta cuatro. Se hacían dos recuentos en el día: uno a las 6 y 30 de la mañana y el otro a las 10 de la noche. En ambos debías pararte en el pasillo, frente a la celda. Se podía bajar al patio interior central, sitio donde se encontraban los baños y distribuían la comida. Miles de presos estaban obligados a trabajar en el campo, las construcciones o en la marmolera. Quienes se negaba eran golpeados".

"El día -recuerda Pacheco- empezaba a las 5 y 30 de la mañana y concluía a las 10 y 30 de la noche. A esa hora apagaban las luces principales de la circular. Las requisas eran sorpresivas y semanales. Cuando se producían debíamos bajar desnudos al patio central y agacharnos en un rincón, vigilados por carceleros armados. Las pocas propiedades que poseíamos eran lanzadas de las celdas al patio por los guardias. Pomos, ropas, alimentos y recuerdos íntimos como retratos y cartas, quedaban destruidos o extraviados. Cuando concluía era poco lo que podías recuperar. Según el reglamento teníamos derecho a una hora de sol al día, pero en realidad nos sacaban una hora cada diez o doce días".

Las relaciones entre los prisioneros eran fraternales. Con los militares apenas se tenía contacto. Las agresiones corporales y castigos se producían por cualquier motivo. A Pacheco Ruiz dos experiencias le afectaron mucho. La primera, ocurrida con su hermano. La segunda, el asesinato a sangre fría de un prisionero político.

"Nuestros guardianes eran violentos. Por una falta mínima interpretada como indisciplina te clavaban la bayoneta en cualquier parte del cuerpo. Luego recibías una fuerte paliza que te propinaban dos o tres gendarmes, y luego te encerraban en un pequeño calabozo a media ración alimenticia durante varios días. Mi hermano Orestes tuvo unas palabras con un soldado y éste le propinó un bayonetazo en el abdomen. No murió de hemorragia interna gracias al escándalo y las protestas que hicimos. En otra ocasión un custodio le disparó a un preso en el patio, delante de nosotros. Los proyectiles le salieron por las tetillas. Los huecos eran enormes. Botaba sangre por todas partes. Murió allí mismo sin recibir atención médica".

A raíz de la expedición de Playa Girón en 1961 la Cárcel Modelo fue dinamitada por las autoridades de la prisión para que volara junto con su población penal en caso de producirse un intento por liberarla, o un enfrentamiento directo entre Cuba y los Estados Unidos.

"Hombres que guardaban prisión desde 1960 me informaron que la dirección del reclusorio ordenó -en abril de 1961 y a finales del propio año- dinamitar las circulares a través de unos túneles que perforaron. Varios de nuestros hermanos se enteraron de las intenciones gubernamentales y lograron llegar a los detonadores de las cargas y desactivarlos. Con esta acción el régimen de Castro pretendió convertir el presidio Modelo en una fosa común para miles de seres que serían aplastados por decenas de miles de toneladas de acero y concreto".

En 1971 Luciano fue trasladado a la cárcel de Santana. A mediados de 1976, después de 12 años de encierro, fue puesto en libertad y deportado al Pueblo Cautivo "Ramón López Peña", municipio San Cristóbal, provincia de Pinar del Río, lugar donde reside actualmente. Afirma que no abandonará el país que lo vio nacer.

Aún mantiene sus vínculos con la disidencia política interna y confía en que podrá mirar con sus propios ojos el fin de la tiranía de Fidel Castro.


La luna en el Escambray: origen de la guerrilla (I) / Héctor Maseda, Grupo Decoro

El Escambray: auge de la guerrilla (II) / Héctor Maseda / Grupo Decoro

El Escambray: los anillos de la muerte (III) / Héctor Maseda / Grupo Decoro

El Escambray: Exterminio de la guerrilla (IV) / Héctor Maseda / Grupo Decoro


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