Protestar no
es un delito
Claudia Márquez Linares, Grupo Decoro
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Una de las características del
cubano actual es que no protesta públicamente por nada. Las
manifestaciones y huelgas en las calles son cosas del capitalismo. Aquí
reina el orden y la tranquilidad al menos aparentemente. A los ojos de los
turistas Cuba es un país tranquilo donde, cuando caminan por las calles
se sienten seguros.
Cuando los canales estatales de televisión, los únicos con que
contamos desde hace más de cuatro décadas nos muestran las
manifestaciones violentas en otros lugares del orbe, enseguida la tendencia a
cuidar lo poco que tenemos acude a nuestras mentes. Es como si protestar
significase la pérdida de nuestra estabilidad, de nuestros bienes.
Antes de 1959 los jóvenes universitarios protestaban en las calles
contra lo que consideraban injusto: la dictadura de Fulgencio Batista. Hoy, todo
ha quedado atrás. Un pueblo que sólo acude hace 40 años a
las marchas en apoyo al gobierno ha perdido el hábito de reclamar los
derechos que le corresponden. Organizar huelgas, protestar pacíficamente
no significa la hecatombe. Cuando los medios oficiales muestran imágenes
de huelgas y protestas en otros países sólo transmiten las imágenes
violentas, como fue el caso de Argentina hace un par de meses.
La sumisión al poder es una "virtud" muy bien aplicada y
aprendida por los cubanos. Aunque aumenten desmesuradamente los precios o
apliquen medidas injustas a los trabajadores, no se protesta. El lema de que las
calles son de los revolucionarios ha sido comprendido y asumido sin reparos.
Aunque nos nieguen el permiso legal de organizarnos, reunirnos e incluso
expresarnos libremente, nadie sale con un cartel a la calle como sí lo
hicieron nuestros abuelos en tiempos republicanos.
Pero, el que lo haga no piense que va a salir ileso de la experiencia. Ahí
están las brigadas de respuesta rápida, los miembros del Partido
Comunista y de las organizaciones de masas para encargarse de que todo esté
en calma para que la "paz" que hemos construido se mantenga cuesta lo
que cueste.
La única vez que pude ver al cubano protestar fue el 5 de agosto de
1994. Las voces que por varias décadas se mantuvieron calladas, ese día
rompieron el miedo y gritaron Libertad. Me impresioné tanto que pensé
que todo iba a acabar. Pensé que a partir de aquella fecha los cubanos
iban a perder el miedo para siempre.
De algo sí estoy segura. Si los cubanos se deciden a lanzarse a las
calles para reclamar sus derechos las mismas imágenes violentas de otros
países se podrán ver en la Isla. Quienes ostentan el poder han
dado muestras de que el miedo no sólo es del pueblo. Ellos temen perder
su status de poderosos. Una prueba de ello pudo apreciarse cuando el presidente
cubano se desmayó frente a las cámaras de televisión. Las
palabras del canciller Felipe Pérez Roque y sobre todo, los versos de
Bonifacio Byrne que recitó fueron una muestra de que ellos también
saben lo que es el miedo.
No puedo dejar de mencionar a uno de los padres de la protesta cívica
pacífica, el doctor Martin Luther King. En una de sus cartas escrita
desde la cárcel, nos dice: "Los pueblos oprimidos no pueden
permanecer así para siempre. El negro tiene muchos resentimientos
contenidos y frustraciones latentes, y debe liberarse de ellos. Por ellos, dejad
que marche, dejad que haga peregrinaciones en oración al ayuntamiento:
dejadle ir en marchas por la libertad y tratad de comprender por qué debe
hacerlo".
Para Luther King desobedecer las leyes injustas era una responsabilidad
moral. Estos 40 años de gobierno totalitario han demostrado que razones
para protestar a los cubanos nos sobran.
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