A paso de
bastón: detrás de la fachada
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Al día y la hora en que estas líneas
sean publicadas, millones de cubanos habrán participado en una marcha diz
que del pueblo combatiente.
Por toda Cuba la muchedumbre desfiló como "respuesta puntual y
pronta" al discurso pronunciado por el presidente de Estados Unidos el
pasado 20 de mayo, en el cual reiteró la posición oficial
norteamericana sobre el futuro de la isla: si no se producen cambios políticos
y económicos hacia un régimen de normas democráticas
internacionalmente aceptadas, la nación del Potomac nada hará para
eliminar total o parcialmente las sanciones económicas unilateralmente
impuestas por ella al gobierno de Fidel Castro, aunque el mensajero de Dios en
la tierra las considere éticamente inaceptables, aunque James Carter
intente oficiar de mediador y más bien sea presa de la decepción.
Parece que todo en la isla se preparó para "responder al señor
Bush" -dice el discurso oficial- en la forma que las autoridades opinan que
él merece. Por supuesto, televisoras como CNN se encargaron de transmitir
a todo el orbe el espectáculo gigantesco. Entretanto, ciertas pequeñas
escenas serán olvidadas por las cámaras de televisión. Dudo
que alguno de esos reporteros haya profundizado en el lado oculto de las famosas
marchas del pueblo combatiente. A decir verdad, ejecutadas con una complicidad
popular digna de estudio. No sólo la evidente o sutil coerción
explican cómo es posible que tanta gente se sume al paseo multitudinario.
Algo más profundo ha de ser desentrañado, algo que si no está
en el fondo genético de los cubanos, se oculta entonces tras un interés
no suficientemente investigado.
Inmensa tarea la del sociólogo que se proponga indagar en esas
profundidades. Mientras tanto, este periodista intentará ilustrar sobre
el "detrás de la fachada", sobre las mínimas escenas de
una vida cotidiana que las marchas famosas siempre ponen para arriba, ahora
medio asombrado por la curiosidad: cinco años atrás el anuncio de
un desfile representaba la presencia de un par de policías a mi puerta,
armados de la expresa orden de impedirme salir a la calle. Ahora, un joven de la
barriada preguntó si me puede incluir en la lista de los participantes.
Me pregunto si los tiempos han cambiado o si el humor nacional se ennegrece.
El "detrás de la fachada" de una marcha como la del 12 de
junio, que se decide por el poder de Cuba de ahora para luego -y cuidadito con
hablar de más- pudiera ilustrarse con estadísticas probatorias de
cuánto restan al producto interno bruto, en país cuya deuda
externa es motivo de bochorno patrio.
Mas no se abrume el lector con tales doctos comentarios. Piense solamente en
cuántas consultas médicas y estomatológicas planificadas
dejaron de tener lugar el 12 de junio. Para sólo citar un ejemplo: fueron
suspendidas entrevistas de pacientes y sicólogos reservadas con un mes de
anticipación. Por ahora nadie sabe cómo esos encuentros serán
reprogramados sin que nadie sea perjudicado. Y es sólo una mínima
prueba de hasta cuánto es robado el tiempo de los cubanos, o de cómo
se lo dejan robar.
"Un paso adelante, dos pasos atrás, pero siempre aplaudiendo",
escribió en su libro Fuera del Juego el poeta cubano Heberto Padilla hará
más de treinta años. Las marchas recuerdan esas palabras y de
cierta manera hacen pensar en un inmenso tiempo detenido por malgastado, en una
isla perdida en el océano y que a casi nadie importa, mientras algunas
voces tratan de contar aquello que otros hacen todo lo posible porque no se
cuente.
Eso, en esencia, es el "detrás de la fachada" de una marcha
del pueblo combatiente.
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