¡Sabroso
y no cuesta na'!
Oscar Mario González, Grupo Decoro
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Los niños cubanos, en sentido
general, pierden su inocencia en la escuela primaria, mientras que las niñas
pierden su virginidad en la escuela secundaria básica. La atmósfera
más proporcionadora del ejercicio sexual son las escuelas en el campo,
que se adjudican el triste privilegio de ser una de las más relevantes
generadoras del aborto y la maternidad precoz. Acá, donde se controla y
raciona desde el plato de chícharos hasta el pensamiento, el sexo es quizás
lo único que campea por su respeto. Encontrar una quinceañera
virgen es tan inusual como la presencia de la langosta en la mesa del ciudadano
común. El sexo es pues, entera y soberanamente libre. Usted puede
practicarlo donde quiera, cuando quiera y como quiera.
Es evidente que este tema, para bien o para mal, se ha movido a escala
mundial, desafiando conceptos e ideas tradicionalmente aceptadas. La diferencia
entre nuestro país y el resto del mundo occidental es que en Cuba esta
realidad ha sido forzada e inducida por el estado totalitario a cuyo control
nada escapa.
A mi modo de ver las cosas, el punto de partida del asunto se asocia con el
advenimiento de aquel ejército de barbudos con crucifijos al pecho,
exhortando a nuestras jóvenes a algo tan mal visto en aquel tiempo como
cambiar el vestido por el pantalón y montar a los camiones rumbo a los
campos agrícolas. Fue así como se cayó en lo que seguimos
atrapados.
Pero el momento culminante y definitivo está marcado por la revelación
del gobierno de su vocación marxista. A partir de ese instante, el estado
asume la educación sexual de la población, imponiendo un criterio único
y válido frente a una cuestión tan controvertida y espinosa que
toca tan de cerca la vida moral y espiritual del ciudadano.
Esta educación sexual oficialista está sustentada en
principios ideológicos, cuyo caballo de batalla es el materialismo ateísta,
cuya esencia no radica en la exaltación de los valores éticos-morales.
El sexo, visto desde esta perspectiva, es considerado como placer y necesidad
indispensables para la realización personal. De aquí que sus
instrucciones consisten básicamente en adiestrar al joven y a la joven
acerca de los medios anticonceptivos y de protección, pero tan
insistentemente y a edades tan tempranas, que sólo alcanzan a promover el
interés por la práctica sexual
Nuestra juventud tiene muy contadas maneras de entretenimiento. Las ofertas
para el esparcimiento son muy limitadas y poco atractivas. Así pues, el
sexo se presenta como algo al alcance de todos.
Los padres se percatan de esta dañina realidad y, paradójicamente,
colaboran con ella con un amargo gesto de impotencia. Se hacen los de la vista
gorda aceptando que la hija o el hijo adolescente tengan sexo dentro del hogar.
Y no dejan de tener razón cuando optan por la seguridad de la casa frente
al peligro de los parques oscuros propensos a la violencia. Porque las clásicas
posadas y los hoteles son prácticamente inexistentes, y los padres lo
saben.
Dígase sin tapujos: la educación sexual impuesta al pueblo
cubano es un rotundo fracaso. Lejos de educar, pervierte. Es fuente de
promiscuidad que resquebraja los valores de la familia. Sus teóricos y
defensores podrán argumentar sus razones, pero la verdad siempre estará
al lado de las evidencias .
Que nadie se muestre tan iluso como para querer indagar en índices y
estadísticas porque no los encontrará. De existir, estarían
adulterados o manipulados. Más efectivo sería investigar con el
amigo ginecólogo o en el hospital materno; entonces se comprobará
la triste evidencia de tantas niñas-madres y de una cantidad asombrosa de
abortos.
Para un estado que nada tiene que ofrecer a la juventud, estos problemas no
tienen prioridad. El ejercicio del sexo, como ve las cosas el gobierno, es muy
sabroso y no cuesta na'.
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