En busca de
una solución pacífica
Tania Díaz Castro
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Si nuestro Apóstol José
Martí pensó en anexar Cuba a México como única
solución para poner punto final a la guerra contra España (consta
en documentos bien guardados en México desde el siglo XIX), yo no estoy
tan errada al pensar en el anexionismo ante tanto fracaso económico a lo
largo de 43 años de régimen castrista.
Recuerdo que allá por la década del setenta, cuando en Cuba
los establecimientos comerciales estaban cerrados por falta de víveres y
no se encontraba una fruta, una vianda, una almohada para dormir, ni una cajita
de palillos de dientes y las carnes estaban tan racionadas que sólo
alcanzaban para los niños en casa, ya había pensado en el
anexionismo, aquel estigma de nuestras guerras por la independencia que Fidel
castro ha revivido y esgrime con el fin de justificar su política de
poder absolutista.
Dije claramente que prefería la anexión con Estados Unidos que
con la Unión Soviética, que sólo nos enviaba chatarra
gracias a su obsoleta tecnología, carnes enlatadas incomibles y rusos
toscos con malos olores. Ahora seríamos un estado más del norte o
quizás parte del estado Florida, que bien cerca estamos y seguramente
unidos en tiempos de la Atlántida.
Mientras fuimos dependientes de la Unión Soviética (por más
de treinta años) todo lo que tuvimos era poco y de muy mala calidad.
Luego, cuando salimos de esa tutela, quedamos debiendo casi 30 mil millones de dólares
al desplomado campo socialista, cifra que no se sabe qué frutos ha
proporcionado al pueblo. Después, en 1990, fuimos realmente
independientes. ¿Realmente independientes? Allá por el siglo XIX éramos
el primer productor de café, azúcar, plátanos, cobre, miel
de abeja y funcionaban a toda su capacidad todos los centrales azucareros, tanto
propiedad de criollos como de norteamericanos.
¿Acaso con nuestra independencia hemos vuelto a construir otro
ferrocarril, como ocurrió en el siglo XIX, cuando además se instaló
en La Habana el primer teléfono y la isla fue el primer país que
utilizara el telégrafo en todas las provincias, con línea directa
hasta Cayo Hueso?
¿Hemos contado, por ejemplo, con la estabilidad institucional, como ha
ocurrido en Estados Unidos de América a lo largo de 250 años?
La realidad de nuestra independencia está coronada de un montón
de sangrientas luchas civiles, dictaduras, gobiernos corruptos, golpes de Estado
y por último el castrismo totalitarista. ¿De qué nos ha
valido entonces la independencia?
Veo lejos y me imagino un mundo en paz donde los países se han
convertido en provincias y la capital está en un lugar donde se respetan
los más sagrados derechos del hombre.
Entonces no me llamen antipatriota. Mucho menos antimartiana. Porque como
Ignacio Agramonte, nuestro ilustre patriota, cuando muera no guardaré en
mi pecho una bandera norteamericana bordada.
Yo también prefiero la anexión a que las próximas
generaciones de cubanos se vean obligados a pagar una descomunal deuda externa
contraída en 43 años por Fidel Castro.
Sin embargo, habría que ver qué país aceptaría
anexarse a Cuba bajo esas condiciones, digamos Estados Unidos de América,
Inglaterra, Canadá, Japón y quién sabe si hasta Hong Kong.
Pero primero que todo habría que preguntarles, no vaya a ser que mi pobre
patria, esta islita fatal del Caribe, quede lamentablemente para ser subastada.
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