La explotación
maderera en Cuba, otro privilegio del gobierno
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, junio (www.cubanet.org) - La industria maderera suele ser
considerada como una depredadora del medio ambiente. Pero su inexistencia, o su
ineficiencia, significarían un déficit en el fondo habitacional y
en la disponibilidad de muebles. Y es ése precisamente el extremo al que últimamente
se ha llegado en Cuba, no sólo por un exceso de celo hacia el entorno,
sino también por un pronunciado desinterés hacia las necesidades
del pueblo.
Conseguir las tablas, los parales y los horcones -materiales para vivienda
de bajo costo según consideraciones de la ONU- es una tarea harto difícil,
cara y que generalmente implica la comisión de varias ilegalidades para
cualquier cubano.
Por un lado el gobierno monopoliza las reservas y la explotación
maderera y legisla prolijamente para impedir el acceso de particulares -que a
fin de cuentas son casi todos los cubanos- a los recursos forestales.
Del otro lado los particulares, que necesitan con urgencia levantar sus
casas y meterle dentro algunos muebles penetran -hacha o moneda en mano- la
tupida red de regulaciones impuestas por el gobierno, teniendo que transgredir
las leyes para conseguir los más elementales techos y paredes.
Según cálculos actualizados, la construcción de una
modesta vivienda de tablas y guano, con piso de cemento- supondría el
gasto de unos 20 mil pesos y la violación de tantas leyes que, de ser
descubiertos y sancionados, sus dueños no podrán vivirla.
En cuanto a los muebles, la situación no es mejor. Quien ponga casa
nueva o tenga que reponer un anciano juego de muebles, simplemente no tiene
adonde dirigirse.
En el municipio de Consolación del Sur -90 mil habitantes- funcionan
apenas un par de carpinterías administradas por el gobierno, las que se
dedican a elaborar muebles para vender a la población directamente. La
producción de estos talleres es tan exigua y de tan baja calidad que
nadie cuenta con ella.
La alternativa que resuelve los problemas de la gente son los pequeños
talleres particulares existentes en todo el país. Se estima que entre el
70 y el 80 por ciento de las necesidades de muebles en el interior de la Isla
sean satisfechas por esta remembranza de la pequeña empresa privada del
capitalismo.
Pero estos tallercitos funcionan bajo restricciones legislativas y
limitaciones materiales tan onerosas, que sus producciones se encarecen
injustificadamente. Los propietarios no tienen permiso para elaborar sino para
reparar muebles. Sólo podrían fabricarlos si el cliente trae la
madera aserrada legalmente, lo cual es tan arduo como viajar a la luna en
papalote.
En la práctica también los propietarios de estos talleres
tienen que violar las leyes y encontrar sobre el terreno los "voluntarios"
que los ayuden, desde los que talan y mueven la madera hasta quienes les compran
los muebles que elaboran.
Sin embargo, el régimen no ceja en sus intentos por "legalizar"
la miseria tratando de impedir que la gente pueda tener una silla en qué
sentarse a la hora ya triste de la cena.
Solamente en el pasado mes de mayo, en la zona de Herradura, las autoridades
impusieron multas por un valor aproximado de 6,450 pesos y decomisaron varios
cientos de pies de madera aserrada y 9 bolos sin aserrar. También fueron
decomisados 3 juegos de muebles ya elaborados y dos aserríos.
La irracionalidad salta a la vista. Herradura está ubicada en el
centro de la provincia de Pinar del Río, la cual posee el 40 por ciento
de su territorio cubierto de áreas boscosas, según estimados
oficiales. Cuba no es un desierto. Y la prueba está en que ni la
construcción de hoteles para extranjeros ni de instalaciones para el
disfrute de la nomenclatura se detiene por falta de madera.
Los muebles que ahora vende el gobierno en sus tiendas dolarizadas deberán
esperar a que en Cuba prevalezca la racionalidad para que los ciudadanos puedan
adquirirlos con su propia moneda. Porque con un sueldo de 10 dólares
mensuales (salario promedio en Cuba), ¿qué cubano podría
aspirar a comprarse un juego de comedor de 750 dólares, mucho más
verdes, altos e inaccesibles que las pencas de una palmera criolla?
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