Acuse de
recibo
Ramón Díaz-Marzo
HABANA VIEJA, junio (www.cubanet.org) - Queridos compatriotas y amigos
Gerardo H. Soto, Lázaro Lorenzo, Roberto Fernández, ustedes son
las únicas personas cuyas cartas han llegado a mi Apartado #173. Durante
días he esperado la llegada de nuevas cartas, pero después de la
inmensa alegría de las vuestras, otra vez el silencio ha descendido sobre
mi Apartado. Como muchas cosas que suceden en Cuba, nunca sabremos si otras
cartas nunca fueron escritas o diabólicamente interceptadas por el
gabinete negro.
Mas, después de dos años de silencio, no puedo quejarme con la
llegada en un mismo mes de mayo de estas tres cartas que me demuestran que los
periodistas independientes no estamos solos.
Gerardo H. Soto ha escrito una carta donde vislumbro un destello de tristeza
y nostalgia por Cuba que, sin embargo, es acompañado por una frase
imponente: 'el espíritu de un pueblo puede ser aplastado, pero no
suprimido'.
Por su parte, Lázaro Lorenzo me escribe: 'Cuando leo sus escritos me
dejan la impresión de que a pesar de todos los inconvenientes usted es un
hombre con espíritu de lucha'.
Y en cuanto a mi amigo Roberto me dice: 'Aquí en España leemos
tus escritos en Internet porque hay una asociación de cubanos que nos
reunimos'.
Estas tres cartas recibidas las guardare y me acompañarán toda
la vida. Tienen el valor sentimental de haberlas recibido en el momento que más
lo necesitaba. Por supuesto que soñé con un camión lleno de
cartas. Vi en mis delirios un Correo paralizado por las llegadas sucesivas de
camiones unos detrás del otro con cartas dirigidas a mí. Imaginé
un puente aéreo única y especialmente para enviar mis cartas a la
Isla. Y que en un momento dado Eusebio Leal se personaría en mi casa para
conminarme a escribir un artículo que disuadiera a los compatriotas de la
diáspora a continuar escribiendo cartas para no poner en crisis al
sistema postal cubano. Pero estas cartas, estas tres personas, estos tres
compatriotas, estos tres amigos, cada uno vale por 50 mil personas. Así
que he recibido correspondencia de 150 mil personas. Y estoy satisfecho. Para el
próximo año volveré a pagar mi Apartado Postal #173, con la
esperanza de que ustedes vuelvan a escribirme en el año 2003.
Para entonces les prometo una carta de mi puño y letra personal.
Aprovecho la ocasión para darles las gracias a Roberto por haber
abierto dos e-mail en mi nombre en España. Pero Roberto, en Cuba el
gobierno no desea, no le conviene, o no le da la gana, que los cubanos nos
podamos conectar a Internet de un modo privado.
Estimado Roberto, hice cuanto me dijiste. Fui al Centro Cultural de España
en Cuba y me hice socio de la biblioteca, pero los españoles no le están
ofreciendo a los cubanos ningún tipo de servicio que nos pueda conectar a
Internet; seguramente porque el gobierno cubano se los prohibe. Después
fui por el Correo que se encuentra en los bajos del Centro Masónico de
Cuba, y allí me explicaron que esos correos que tu me abriste en España
no se pueden abrir en Cuba porque el servidor nacional sólo reconoce a
sus subscriptores. Estas subscripciones se consiguen mediante la compra de una
tarjeta por valor de 4.50 dólares que otorga un tiempo de máquina
de tres horas. Pero la persona encargada de estos menesteres en el correo me
explicó que la venta de estas tarjetas están suspendidas por el
momento.
En mi afán de indagar las facilidades de esta subscripción,
supe que las máquinas no disponen de torre donde se pueda introducir el
disquete y copiar los mensajes. Los mensajes hay que leerlos allí mismo.
Por otra parte, puedes enviar e-mail, pero si el e-mail supera la clásica
cuartilla de 30 líneas, la máquina dispone de un programa
dictatorial que borra el e-mail a partir de la línea 31, y sólo
saldrá al exterior una cuartilla. Esto significa que la máquina, o
la maquinaria diabólica que rodea las circunstancias históricas de
estas maquinas, no respeta tu dinero, pero sabe succionar con eficiencia el
valor de la tarjeta en dólar abonado por anticipado.
Estimado Roberto, tú conoces los sufrimientos que este país se
impone a sí mismo sin que la culpa (en gran parte) la tengan los yanquis.
No hace mucho también eras un esclavo igual que yo. Y tienes que
acordarte del terror que este gobierno le tiene al libre flujo de información
y comunicación en todos los sentidos. Lo que sucede es que con sólo
un año fuera de Cuba es suficiente para olvidar muchas de las medidas "estúpidas"
que nos imponen como si nuestra vida civil fuese una vida monacal.
En cuanto al traje azul que dices haberme comprado no comprendo muy bien su
significado. Estuve averiguando de qué color son los actuales uniformes
de los presos políticos en Cuba, pero ese dato aún no lo tengo. Y
sobre mis canas, te digo que sólo me quedan cuatro pelos negros en la
parte frontal de mi cráneo, que seguro desaparecerán en los próximos
cuatro meses. Entonces seré un canoso total; es decir, un viejo
presidiario.
Ahora me despido de Gerardo, Lázaro, y de ti. Gracias por estas
cartas solidarias. Un fuerte abrazo para todos. Ramón.
Ramón Díaz-Marzo es el autor de la novela "Cartas a
Leandro", publicada por CubaNet.
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